sábado, 27 abril 2024
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En Maripa todo ha tardado tanto

Los añejos pueblos del estado Bolívar parecen condenados al ostracismo. La alternativa democrática es un sueño etéreo, secuestrado por piratas de la sabana.

@OttoJansen

Estas líneas están dedicadas al apreciado amigo Manuel Ramón Yeguez, fallecido el pasado 15 de junio y quien destinó gran parte de su vida, desde que llegó como telegrafista de su natal Trujillo, a construir a Maripa y a ese municipio disperso, casi olvidado. Es decir, a la lucha social y política por un trozo de esta Guayana que ahora también se añade a la lista de territorios apresados por el extractivismo minero más salvaje, con presencia de los grupos paramilitares colombianos, según se dice, y complicidades de cuerpos de seguridad nacional que imponen su única y propia ley.

En el extenso estado Bolívar, que tiene recovecos inimaginables, casi todos ellos parajes impresionantes de un verdor y virginidad naturales que atolondran el municipio Sucre y su capital, Maripa, son asuntos de nociones referenciales de los guayaneses, pero la verdad pocos saben dónde se localiza, qué significado puede tener en el renglón de los pueblos de la región y el devenir de sus muchas historias, que las existen, desde la guerra de independencia hasta hoy.

Cuando el forastero Yeguez conoció Maripa le sorprendió la tranquilidad de un pueblo incrustado en esa medio sabana y montaña sin mayor novedad cotidiana que los aconteceres que dejaban quienes viajaban por la Troncal 19 desde Ciudad Bolívar a Caicara del Orinoco o al estado Amazonas y viceversa. Son todavía callecitas solitarias, igual que su plaza Bolívar, lo mismo que su calle principal, que en tiempos más recientes se llenaron de buhoneros que le imprimen la única movilidad posible a un pueblo que vive de la nada. Pero lo otro de Maripa es el río Caura, de impresionante caudal, de maravillosa energía que evoca al turismo del que la literatura de proyectos exhorta pero que en la realidad no existe, es esporádico y elitesco.

Con Manuel Ramón siempre hubo un plan pendiente: había que contar con él por su experiencia (25 años de concejal, 10 como presidente del Concejo Municipal en su momento, y la honradez a toda prueba), por su activismo y por su parsimoniosa y apacible sabiduría. Fue adeco en los mejores tiempos partidistas de esa organización y enfrentó con éxito a la camarilla interna “china”, cosa que pocos dirigentes de aquellos entonces pudieron hacer, sin caer en las adulancias o las compras que los jefes hacían de dirigentes blancos u opositores; en escala micro, pero similar a lo que hoy es práctica perfeccionada del socialismo del siglo XXI.

A propósito de estos planes de orden político, de los que nunca pudimos sino hablar a pedazos en alguna visita en estos 20 años, o por vía telefónica cuando lo permitía la señal, nos dijo en una oportunidad que los políticos que enfrentaban la revolución aparecían por el pueblo en tiempos electorales y luego se perdían. Los procesos eleccionarios, donde era artífice y acompañó fórmulas opositoras distintas (dejó de ser militante de AD luego del año 2000) en un espacio cercado por el ventajismo oficialista, servían, según sus palabras (que me parecen oír en voz queda) para que los candidatos se apropiaran de asignaciones que enviaban los factores nacionales para las campañas. Al final se repetía en Sucre el cuadro de los votos de la inconformidad que salían a fuerza de estoicismo y que Manuel Ramón y un grupo de voluntariosos lograron con esfuerzo propio.

Despedidas 

Maripa, en pequeñito, refleja el laboratorio social, económico y político que es en el presente la Guayana profunda. La partida del apreciado Manuel Ramón nos señala el curso del destino. El proceso del proyecto revolucionario en nuestros pueblos y caseríos se ha prolongado mucho sin que su representación haya significado la bienvenida de transformaciones, calidad de vida o bienestar. Estas poblaciones han quedado en el atraso, sin porvenir cierto y con todas las calamidades y resabios históricos de jefaturas arcaicas y arbitrarias (roja, desde hace 22 años) que no procuran críticas al estado de cosas imperante, ni propician sueños de grandezas.

Por el momento los pobladores se conforman con lo que el vaivén de la minería les proporciona, ahora sin la voz de muchos de sus veteranos constructores, como Yeguez. Los añejos pueblos del estado Bolívar parecen condenados al ostracismo de la política desaparecida como bien público o escuela cívica. La alternativa democrática es un sueño etéreo, secuestrado por piratas de la sabana, ocupados de entenderse con el gobierno y de pregonar la pobreza siempre que le sirva a sus intereses. Las fórmulas políticas de impugnación que brotan en estos senderos son truncados en el camino por esos comerciantes de la política.

¿Qué diría Manuel Ramón? ¿Qué dirán los guayaneses en sus terruños lejanos de justicia si llegaran a ver la plataforma unitaria en Bolívar anunciando primarias y enfrentamientos a la revolución con la integración de los mismos personajes gastados que hace unas semanas ni siquiera fueron a saludar a Juan Guaidó cuando estuvo en Ciudad Guayana, pero ahora son portavoces del “sentir regional”? Es hora de despedidas y de nuevos horizontes… ¡Hasta siempre Yeguez!