sábado, 15 febrero 2025
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Nomenclatura alacrán vía presidenciales

Es obligatorio, por lo tanto, levantar la voz contra la inercia que equivale al propósito de valorar como insignificantes esas expresiones del conformismo y colaboracionismos a un régimen asfixiante de la libertad.

@OttoJansen  

Hay que empezar por decir que la estructura, recursos económicos y actores de la política que se conoce como “alacrán” es una creación del chavismo. Han tenido diversas variantes y resultados diversos, entre ellos el fracaso de mimetizarse como opositores democráticos: la población ha descubierto que no son tales. Ahora siguen actuando en algunos municipios con más éxito que en otros bajo los designios del régimen revolucionario. El alacranato nacional tiene parentesco con la antigua Mesa de la Unidad del estado Bolívar que incluía hasta un apellido y es precursora, de la mano del exgobernador de la jurisdicción, general Francisco Rangel Gómez, en estas lides. La alianza aún continúa operando, en menos espacio, con los representantes regionales de la revolución pero sigue ahí.

La constatación de esa inventiva política nacional y local aunque parezca innecesariamente incisivo es importante recalcar por los daños que la nomenclatura variopinta ocasiona a las posibilidades de recuperar el país rumbo a la total oscurana dictatorial. Importante por los obstáculos al logro de un nuevo sistema democrático que responda al ciudadano desde el ejercicio ético en la política y los políticos. Tiene importancia, insisto, porque los esperpentos, fraguados por los laboratorios de la revolución bolivariana para perpetuarse en el poder, son auténticos mecanismos del accionar sucio para la corrupción y agresiones contra la sociedad, luchadores sociales, líderes de opinión y quien asuma como código el pensamiento crítico. Las expresiones “alacranes” se conocen a plenitud en la extensa Guayana. Sus acrobacias argumentales y los comportamientos inescrupulosos han contribuido decisivamente a la pretensión oficialista de minimizar el desmantelamiento del emporio industrial, a invisibilizar la destrucción de las ciudades; han contribuido con el abandono del bienestar de la población. Las cúpulas partidistas “opositoras” en compañía de círculos económicos regionales, teniendo de supuesto la práctica de la política civilizada solo han mirado hacia la ganancia de sus intereses. Detrás de la campaña nacional que se percibe, en este mes de abril de 2024, de votar por quien sea y como sea, sin luchar por mejores condiciones electorales están esencialmente ellos. En la operación de dejar fuera de competencia a la ganadora de las elecciones primarias del mes de octubre, destruyendo un ejemplar esfuerzo y protagonismo ciudadano de primer orden, se encuentran estos grupos de diversos tintes pero al final emparentados en la operación de menospreciar el sentimiento popular. Tienen años fracasando en interpretar a Venezuela; han estado todo el proceso chavista justificando las políticas del gobierno en la depredación de riquezas naturales y económicas y pretenden continuar desestimando la consolidación del Estado comunal, con lo que avanza el modelo chavista, usándolos mientras los necesite y acarreando más sufrimientos a una sociedad sumida en el hartazgo.

¿A qué aspiramos?

En coyuntura política como la que supone la realización de unas elecciones presidenciales que, caracterizadas por trampas, es con sus limitaciones un escenario de luchas y de expresión del sentimiento popular. En esta coyuntura no puede dejarse de registrar la alerta sobre la firmeza en exigencias de derechos, valores y principios que ha de cumplir la sociedad. En este momento puede ser grave o determinante con el curso de los acontecimientos presentes y venideros, mostrar debilidad en concesiones a las maniobras que repercutirán en las posibilidades de futuro de una sociedad profundamente democrática en Venezuela.

Es obligatorio, por lo tanto, levantar la voz contra la inercia que equivale al propósito de valorar como insignificantes esas expresiones del conformismo y colaboracionismo a un régimen asfixiante de la libertad. Es la decisión inequívoca de derrotar al complot atrincherado en la post verdad y la mitología revolucionaria que pretenden continuar arruinando al país. No puede haber complicidad o silencio en señalar a los grupos de intereses, grandes beneficiarios al frenar las luchas por la democracia, que no es cosa baladí como justifican desde la “vieja política”. La campaña para imponer como candidato presidencial opositor a Rosales, gobernador del Zulia, desconociendo los resultados de las primarias del pasado 22 de octubre del 2023, no es gratuita, ni improvisada. No tiene como fin representar al sentimiento de las bases venezolanas, harto del desastre revolucionario y que eligieron a una mujer para la tarea de vencerlos. Busca esa “ofensiva” en el entendido de la política de más negociados que acuerdos, frenar el ímpetu de inconformidad de las mayorías en la confrontación entre las elites y las bases de la sociedad venezolana por las soluciones a la tragedia nacional. Intentan las cúpulas históricas garantizarse en la cohabitación con el chavismo cargos y poder, teniendo en primera línea a los aprendices de la sargentería política que han reclutado en los últimos procesos.

El esfuerzo por la Venezuela digna y la recuperación de su normalidad económica, social e institucional no termina el 28 de julio; independientemente de lo que pase con la realpolitik el movimiento de regeneración, surgido de las primarias, debe salir de la coyuntura actual lleno de fortalezas y de identidad propia. Bien sea para defender y profundizar en los cambios, acompañando a un gobierno legítimo o bien sea para continuar ensanchando la ruta democrática. Ya sabemos cómo actúa la tiranía, pero también conocemos la saña contra el avance de luchas a las que se presta la nomenclatura alacrán.

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