El presente escenario de liberación podría mirarse como un viaje en el tiempo. Estamos en presencia de lo que no cuajó en aquellos primeros días: el hecho de ponernos de acuerdo.
Las palabras, aunque incorpóreas, también pueden herir, matar, sanar, dar alimento y ánimo. Ellas poseen un poder mágico que nos permite lograr lo que parece irreal e imposible.
Los críticos son vistos usualmente como las ovejas negras de la familia literaria. Sin embargo, también hay quienes han rescatado el lado positivo de estos polémicos personajes.
Isilio Rosales, maestro, escritor e investigador trujillano, murió hace pocos días. Dejó varias obras de gran importancia para el conocimiento de nuestro ayer. Una de ellas trata acerca de los antiguos caminos andinos.
En la Biblioteca Febres Cordero, en Mérida, existen once hojas sueltas elaboradas en el estado Bolívar durante los siglos XIX y XX. Un tesoro de papel y tinta que bien vale la pena preservar y conocer.
Una historia de amor en la Venezuela del siglo XIX, como la de Mateo Luzano y Leona Leyba, nos hace recordar que en la literatura hay temas universales que expresan lo esencial que compartimos los seres humanos.
De todas las novelas escritas por Julio Verne, una en particular nos debe interesar con mayor ahínco pues posee el valor de hablar sobre Venezuela y de cómo somos.
A un upatense ejemplar, llamado Carlos Rodríguez Jiménez, se le ocurrió la idea de estrechar vínculos culturales entre Hispanoamérica y Japón en la primera mitad del siglo XX.
Se cree que es posible conocer a una persona por los libros que conserva en su biblioteca. Si eso es cierto, quizás podamos también comprender a todo un país por los libros que compra y lee.
Verdad y Método, la obra mayor del filósofo alemán Hans-Georg Gadamer, tuvo en su edición francesa una accidentada historia que ya forma parte de las sorprendentes anécdotas del mundo de la impresión y del libro.