Con claridad expresa que nos permite apuntar al aspecto medular del desafío de salir del pantano al que ha sido convertida la sociedad nacional; la pudrición inducida de sus raíces y valores, derecho y deber de todos, de vencer.
La República Bolivariana de Venezuela va definitivamente en camino al final de un ciclo triste y doloroso y aun muchos (después de haber matado el tigre) no quieren creerlo.
No hay miedo. Existe si, mucha impaciencia; comprensible ante el cuadro de precariedades económicas y un entorno lleno de graves dificultades ocasionado por la premeditación del control social del modelo revolucionario.
El mundo de estos agitados tiempos viene estableciendo cada vez con más soltura varios tipos de moral, empezando por aquella a la que una sociedad, dirigencia o autoridad puede sin sonrojo cobijarse según le convenga.
Describe el sentir que Venezuela es una sola dentro y fuera de sus fronteras, sumando el sonido de las campanas, cuyo tañido navideño resuena a determinación por la libertad.
Es la agotada pero satisfactoria sensación de la gente por haber labrado un proceso de transformación, sabiendo que no habrá impedimento por humillante y tortuoso que no pueda vencer. Esta será una navidad de expectativas.
Si bien los venezolanos se han manejado en estas semanas con calculadas posturas ante el drama de los detenidos y ante la vigilancia a toda la ciudadanía, no por ello deja de presentirse el jadeo escudriñando la aparente calma.
El movimiento social y político se está refundando silenciosamente en Guayana; desde el inevitable proceso de crecimiento y decantaciones que eso supondrá para los próximos desafíos regionales y nacionales.
Otras naciones han afirmado sus desarrollos desde el proceso advertido de transitar por sangre, sudor y lágrimas; los venezolanos caminamos estos senderos ¿Por qué han de ser distintos los resultados de obtener un futuro superior?
La ecuación de las definiciones democráticas y políticas se acercan con el mes de diciembre. El imaginario popular que antes podía ser de preparación de fiestas, es ahora el entrenamiento anímico y espiritual para los empujes más decididos.