La violencia, expresada en conflictos bélicos abiertos, y de múltiples maneras en escuelas, familias y la calle, se ha ido naturalizando. Pero la violencia no es natural, es aprendida y lo que se aprende se puede desaprender. Hay que trabajar por la paz en todos los espacios.
El Fiscal cree, tanto como la oposición funcional venezolana, que el régimen de Maduro es redimible y hasta puede volverse bueno. Que sólo cabe esperar, hasta que cese el mal absoluto que le apresa, por medio de una entente civilizada con este, con espíritu de tolerancia.
Hay otro parecido muy interesante entre los citados presidentes sudamericanos que visitaron Uruguay. En estas horas el gobierno de Petro se ve inmerso en un escándalo: se destapó que su ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, sobornó a congresistas.
Si bien los venezolanos se han manejado en estas semanas con calculadas posturas ante el drama de los detenidos y ante la vigilancia a toda la ciudadanía, no por ello deja de presentirse el jadeo escudriñando la aparente calma.
Leer es un hambre sagrada, por ancestral. Es una pasión educada por la admiración. Es vivir anhelando la otra vida. Es un viaje con los mapas íntimos del otro y la otra. Es postergar la caza y la pesca de animales e invocar la llegada de una pizca de misterio al cuerpo que no desea continuar paralizado.
Es un reconocimiento que valoramos, pues el casabe es esencial en la cultura de varios pueblos del continente. Esos que cultivan la yuca amarga, para elaborar ese alimento primordial que es característico de nuestras mestizas civilizaciones.
Ocurrió en un mitin, a cielo abierto con un puñado de partidarias. Me parece verlo, oírlo y hasta olerlo dadas, como comprobaremos, sus connotaciones fecales.
El 4 de diciembre de 1910 nació en Chile el padre José María Vélaz, fundador de Fe y Alegría en 1955, lo consideramos venezolano. Sus intuiciones educativas siguen vigentes en este movimiento de educación popular extendido a 22 países.
La pérdida de toda relación de lo humano en Occidente con la Esencia de las esencias, llamémosle Dios, explica el enloquecimiento de las polaridades sociales y políticas en curso: como la declinación amalgamadora de las naciones y de las repúblicas que aquéllas han sustentado bajo la forma de Estados.
Las ciudades tienen esquinas desde donde observarlas, unas luminosas, otras oscuras y otras perversas.