Un sujeto de esta calaña ha convertido la política de nuestra madre patria en un chiquero y en un galimatías. Esa suerte de mafia llamada Podemos a cuya cabeza está el capo del moño piche, es aliada de las dictaduras más sanguinarias.
Para La Ilustración el progreso fue objeto de profundas reflexiones, al ser un elemento medular de su propuesta.
Pretendieron eliminar la noción de “individuo” que nos legó el renacimiento, pues el pueblo renunció a su libertad, para entregarse a una servidumbre voluntaria con tintes colectivistas.
¿Cómo una población desnutrida va a luchar por una patria que es propiedad de quienes han hecho su mejor esfuerzo para que estemos sumidos en la miseria?
La destrucción es global. Todo debe ser devastado hasta que no quede piedra sobre piedra, como acostumbra hacerlo el socialcomunismo. Este estado, asentado sobre el macizo guayanés, no podía quedar indemne a pesar de su firmeza y de su fuerza telúrica.
Son los dueños absolutos de la pirámide de desechos que han levantado y como faraones de lo escatológico buscan el reconocimiento de su heroico proceder.
La élite, sumergida en sus orgías de escocés importado, no va a preocuparse por un indio preso y desnutrido. Sabía que el bacilo de Koch haría lo suyo al acabar con el sistema respiratorio de Salvador.
Los cadáveres flotaron para que el mundo los viera, y se convirtieron en testimonio de cómo mueren los venezolanos en estos tiempos de socialcomunismo.
A pesar de la gruesa capa de prestigio que recubre la vida de quien nació como Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, ha salido de la oscuridad la leyenda negra de quien supo vivir a cuerpo de rey.
Con un torneo de cinismo, insolencia e inverecundia han cerrado el simulacro electoral, perpetrado para la autocomplacencia socialcomunista, que lo decide todo en función de sus veleidosas y excéntricas arbitrariedades.