Algunos vocablos, aunque están en nuestra cotidianidad, cuando los extrapolamos a otros ámbitos nos sumergen en una inesperada complejidad: por su polisemia, por su etimología, por su anclaje en interpretaciones de la historia, e incluso por su aporte a categorías y modelos científicos, políticos y culturales. Es lo que me ha ocurrido, cuando he realizado un rasante sondeo por lo que llamamos progreso. Y como tengo una especial predilección por la mitología griega, quiero evocar a Prometeo, aquel titán que le robo el fuego a Zeus para entregárselo a los hombres: hecho que simboliza el progreso material en nuestra civilización occidental.
Su etimología podemos rastrearla en la cultura helénica y también en la latina, pues estaba presente entre los estoicos bajo el término “prokopé” cuyo significado es el perfeccionamiento de la virtud. Vale decir, el paso de la “akakía a la areté”, que en una arriesgada traducción puede ser subir el peldaño que permite ascender de la inocencia a la excelencia. También Epicuro se aproxima a una noción de progreso con su Perí Prokopés y más adelante Plutarco en De profectibus in virtuti”.
Vamos a tomar dos acepciones del término progreso. En el primer caso, se trata de mejora o avance que experimenta una persona o una cosa hacia un estado mejor, más avanzado o más desarrollado. En su segunda acepción significa: desarrollo continuo, gradual y generalizado de una sociedad en los aspectos económico, social, moral, científico y cultural. Un buen ejemplo es la invención del alfabeto, que se considera uno de los más grandes acontecimientos del progreso humano.
Para La Ilustración el progreso fue objeto de profundas reflexiones, al ser un elemento medular de su propuesta, junto al racionalismo crítico y al naturalismo moral. Es oportuno recordar que el período culminante de La Ilustración fue la segunda mitad del siglo XVIII, pero las ideas que la propulsaron podemos encontrarlas en el inglés Francis Bacon (1561-1626) quien abogó por el uso del método científico, y en el francés René Descartes (1596-1650), proponente del llamado racionalismo crítico.
La Ilustración define al progreso desde el punto de vista objetivo y también subjetivo. Desde el primero el progreso:
1. Es un proceso real, cuya ley está inscrita en el orden de las cosas
2. Es continuo, irreversible y acumulado,
3. Va hacia lo mejor, elevando las facultades humanas, las cuales serían ilimitadamente perfectibles,
4. Transcurre como un proceso necesario o automático, que tiene lugar de aquí en adelante, y abarca la totalidad de los fenómenos, en lo técnico, económico, social y moral del hombre.
En el plano subjetivo -vale decir en cuanto a lo vivido por el hombre- ese movimiento es experimentado como: algo deseable e imperativo: como norma que apremia, como deber absoluto. Por ello la idea moderna de progreso -en la que tienen primacía los valores racionales- encierra tres postulados básicos:
–La razón amplía continuamente sus horizontes,
–La razón adquiere una conciencia crítica, cada vez mayor de su autonomía frente a los residuos de la tradición y de la metafísica,
–La razón que se amplia de modo continuo hace al hombre moralmente mejor.
De lo que se desprende que lo nuevo tendría más altura moral o más valor que lo viejo y antiguo. Proceder hacia adelante no es un mero imperativo cronológico, sino algo fundamentalmente ético y axiológico. El progreso de la historia depende del progreso de la razón, y como el progreso de la razón es indefinido, también lo será el de la historia. Buena parte de los ilustrados optaron por un modelo de progreso indefinido, vale decir el que postula que el avance de la humanidad es continuo y no tiene final.
La idea de progreso se identifica normalmente con la de perfeccionamiento o mejoramiento, en cambio regreso equivale a empeoramiento, decadencia, esto es retorno a un estado menos avanzado. El movimiento del progreso debe estar determinado, definido, porque un cambio cualquiera no significa, necesariamente, progreso: lo será si está orientado a una meta elegida o preferida, que es lo que le da sentido y forma al progreso.
Ni el movimiento ni el tiempo definen formalmente al progreso. El movimiento va del antes al después, del presente al futuro, pues tanto en el progreso como en el retroceso hay un paso del ahora al luego. El tiempo no se detiene jamás, pero eso no es sinónimo de progreso. No es el tiempo, sino la estimación de la meta lo que define al progreso.
Agridulces
Sólo en enero fueron asesinadas 18 mujeres en Venezuela. Esta lacra de la violencia intrafamiliar es también consecuencia de la miseria en la que debe sobrevivir el 90% de nuestros connacionales.