jueves, 28 marzo 2024
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La mayor cuota de sufrimiento

Pretendieron eliminar la noción de “individuo” que nos legó el renacimiento, pues el pueblo renunció a su libertad, para entregarse a una servidumbre voluntaria con tintes colectivistas.

La hegemonía cupular no es sólo en materia comunicacional. La ejercen, sin restricciones, en todos los ámbitos sociales, políticos y económicos, como ha ocurrido en los totalitarismos comunistas. No hay resquicio donde no se sufra la injerencia de la élite dominante, porque ejercen el poder de manera absolutista como las monarquías más criminales, documentadas en y por la historia de la humanidad. Aquello hace que tengan -y vaya de qué manera- el manejo hegemónico del dolor sobre la vulnerada e indefensa población venezolana. Para lo cual no necesitan ninguna ayuda, quizás algunas orientaciones de los que mandan en esta colonia, que tienen una dilatada experiencia en la administración del sufrimiento a sus súbditos y/o esclavos.

Lo cierto es que para causar dolor el hegemón no tiene límites. Causarlo, sin medida en el otro, es la demostración de que se tiene el poder. En estos 22 años de socialismo hemos sufrido en carne propia cómo la macolla ha experimentado todas las formas de infligir la mayor cuota de sufrimiento a un pueblo torturado física, emocional y espiritualmente.

A un tormentoso viacrucis hemos sido condenados en esta Venezuela ahíta de socialcomunismo, que tiene en el odio el combustible que moviliza lo peor de la condición humana. Impregnados por estos sentimientos negativos vimos sucumbir nuestra propia espiritualidad, envenenada por los gases tóxicos que nos envolvieron, tal como si hubiésemos estado en un campo de exterminio nazi. Aquello hizo que fenecieran afectos, amistades, familiaridades que fueron sustituidos por una ideología que despertó a furiosos demonios interiores, lo que fue hegemonizado por la cúpula para imponer el suplicio del castrocomunismo.

En ese camino de la cruz -lo que literalmente significa viacrucis- la próxima estación fue anidar en nuestro imaginario al redentor, nacido en tierras llaneras. Este nos salvaría de ese capitalismo salvaje hasta conducirnos al paraíso del socialismo del siglo XXI, que ya Heinz Dietrich había pergeñado para los venezolanos y para el planeta en su totalidad. Sólo era cuestión de tiempo. Pretendieron eliminar la noción de “individuo” que nos legó el renacimiento, pues el pueblo renunció a su libertad, para entregarse a una servidumbre voluntaria con tintes colectivistas. Impuesta por un tirano, para quien nunca es suficiente la obediencia, como lo dejó dicho, hace más de 400 años, un joven de 16 años llamado Étienne de La Boètie: “Sino que deben pensar lo que él quiere que piensen, y a menudo anticiparse a sus deseos, doblegarse a sus caprichos, atormentarse… matarse trabajando para él, sacrificarse, anular su personalidad… estar atentos a su palabra, a su voz, a sus señales, a sus guiños, no tener ojos, pies, ni manos como no sea para adivinar sus más recónditos deseos o sus más secretos pensamientos”.

Un pueblo narcotizado con los fuertes opiáceos de la ideología socialistoide no percibe el dolor que le causa, deliberadamente, el déspota. Mucho menos es capaz de adelantarse al suplicio que deberá padecer más adelante. Por eso su verdugo siempre va más allá, poniendo a prueba la tolerancia de sus víctimas: lo que realmente son los pueblos que se someten al imperio de un tirano.

¿Quién podía imaginar, a inicios de este siglo, el martirio que el socialismo le tenía reservado al 96% de los venezolanos? Muy pocos, realmente. Sólo aquellos que traspasaron la cortina de hierro hasta recalar en la Venezuela democrática, o los cubanos que huyeron de la isla y se avecindaron entre nosotros. El resto de los nacionales estaba arrodillado, reverenciando a su verdugo preferido.

Después de 22 años de un dolor que ha ido in crescendo en todas las áreas de nuestra vida, hoy este país es una ruina dominada por una mafia con padrino, esa que vive y disfruta como si fuera la realeza del principado de Mónaco. Mientras el 96% sufre los tormentos que impone el socialcomunismo en el cuerpo y en el alma. Además del raquitismo y la extrema delgadez las enfermedades mentales se han disparado, imagino que como mecanismo de evasión frente a la torturante realidad que nos agobia.

Espero que este viacrucis nos haya dejado alguna enseñanza, por lo que dudo que los venezolanos se coman el cuento chino propagado por le élite, que le achaca nuestro dolor al imperialismo norteamericano. No, señor. Este martirio se origina y ejecuta desde lo endógeno. Le sale de las entrañas a la macolla. Viene del interior de esos cascarones vacíos que antes fueron instituciones, y que hoy sólo le sirven a la corrupción y a la represión perpetrada por los amos del poder.

Agridulces

El colmo de la crueldad de este régimen se expresa en la persecución desatada contra los venezolanos que se ocupan de la Ayuda Humanitaria, dirigida a los sectores más vulnerables de este ruinoso expaís. La cúpula podrida y sanguinaria -como siempre- ni lava ni presta la batea.

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