domingo, 28 abril 2024
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Cortos: Un manifiesto

Encontrar la voz de la nación no es únicamente leer a sus autores, sino hacerlo en una comunidad de amigos. En el silencio más íntimo se abren los ojos y se dan gracias. Agradecer es reconocer cuáles son los valores humanos que nos han hecho felices en el pasado y que en este instante nos están ayudando a construir camino.

En torno al equipaje cultural

Con anterioridad me he referido a cómo la cultura venezolana ha sido afectada por la falta de libertad artística y de expresión a través de los medios radioeléctricos. Porque cuando de difundir la cultura se trata, ésta es demasiado importante como para dejársela solamente a la escuela, pues requiere el concurso de la nación entera, desde de las mentes más cuidadosas y cultivadas hasta las que emergen para debatir o continuar su presencia entre nosotros. En un artículo mío El equipaje perdido (2018, 2023), me refiero a la cultura como una parte orgánica del ciudadano: “Es un equipaje cultural que se lleva en los tejidos, en el habla, en la imaginación, en los hábitos por los que se hacen evidentes. Es denso en vida y liviano en kilos. El equipaje se trata nada más y nada menos que de todo el trabajo colectivo de muchos venezolanos desde antes de la capitanía de Venezuela y después de ella, de la labrada en su vida republicana. Es el edificio de todo lo que hemos construido como nación a lo largo de los siglos”.

Sin embargo, debo ahora agregar que aun cuando hay una cultura de hechura local, el llamado equipaje no tiene fronteras. A ella se suman tejidos de otros tiempos y otras tierras, que transitan, dan perspectiva y se ajustan al temperamento de los connacionales.

Una propuesta

Por muy modesta que sea la tarea, para quien desee asumirla, el reto de difundir o reconstruir dicho equipaje se enfrenta al reto de poner una piedra encima de la otra en medio de un país con una profunda ruina institucional.

Me interesa acompañar a aquellos que se sienten descorazonados a causa del verbo destemplado de la plaza pública o de las redes sociales, desde donde se sentencia qué es o no el venezolano. Comprensiblemente, alguien con desarraigo o sin un sólido equipaje cultural, debe estar enloquecido con un ruido que lo señala sea como culpable o como víctima de la tragedia. Le pediría a esos venezolanos que se bajen de ese autobús y busquen su silencio para escuchar. Encontrar la voz de la nación no es únicamente leer a sus autores, sino hacerlo en una comunidad de amigos. En el silencio más íntimo se abren los ojos y se dan gracias. Agradecer es reconocer cuáles son los valores humanos que nos han hecho felices en el pasado y que en este instante nos están ayudando a construir camino. Un silencio real y un agradecimiento certero.

Una respuesta clave 

El mes pasado escribí la nota Un problema que NO tenemos, en el mejor ánimo de exaltar el rasgo pacifista vinculado a nuestros antepasados americanos y nuestra circunstancia multiétnica. Como respuesta a ese texto, la hispanista mexicana Rosana Zambrano contribuyó a dilucidar aun más un tema que pica y se extiende: 

En México, el descerebrado que tenemos como presidente es de los que «explota la roncha de las injusticias», como dices. Y efectivamente, es una forma barata y vulgar, completamente anacrónica, de manipular el pasado colonial, del que él mismo es parte, ya que sus antecesores son españoles, como lo son para la inmensa mayoría de la población. Le encanta la narrativa concerniente al robo, etc. pero sobre todo, la de víctima histórica, porque así no tiene que enfrentar y explicar su absoluta incapacidad para liderear un país complicado, terriblemente afectado por la corrupción. En cuanto a la mentalidad colonizadora, imagina que decidió que la casa presidencial de Los Pinos era demasiado poco para alguien como él. Esa tradición de habitar Los Pinos la inauguró el presidente Cárdenas, una figura preocupada por resarcir a las poblaciones indígenas del país y por acabar con las firmas extranjeras que manejaban el petróleo, durante la primera mitad del siglo XX. Cárdenas decidió que no quería seguir la tradición de vivir en el Castillo de Chapultepec, porque quería enfatizar un gobierno moderno de mexicanos y no una continuación de tradiciones coloniales y/o imperiales. El descerebrado presidente actual de México decidió que él iría a vivir al Palacio Nacional, cuya construcción inició en 1522 y se había planeado como la segunda casa de Hernán Cortés. Iniciada la colonia, fue sede de los virreyes de la nueva España. En Venezuela es el chavismo y en México es la retórica ridícula de AMLO; en ambos casos, es el manejo descarado de narrativas del odio y la división, que como bien dices, no llevan más que a más odio y división. 15 de noviembre del 2023.