Corren tiempos en que las mujeres son más bienvenidas en las alturas del poder político. Un tema para conversar de noche junto a una fogata o al calor de una chimenea, largo y corrido hasta el amanecer.
¿Qué las hace necesarias ahora? La educación y el acceso a recursos, la importancia del trabajo que realizan, o la oportunidad de estar en un círculo de poder son factores que propician su ascenso al poder, pero aun así no lo explica todo. Aunque basta un puñado modesto de mujeres bien posicionadas para tomar las riendas del Estado, la ocurrencia efectiva de que asciendan al poder es esporádica. Entonces, ¿por qué se da más en ciertos tiempos y no en otros? ¿qué las hace aún más necesarias ahora?
En lo general pienso que, en la Venezuela de hoy, se desea volver al origen del liderazgo, es decir, la casa (ver Cortos: en la víspera de las primarias, 20-10-23). Un liderazgo de hombre o mujer, no paternalista sino parental, es el que cuida y enseña a cuidar. Más allá aún, ante la destrucción, el saqueo sin precedentes y el abandono de este país, es incontestable que apostemos por la creación y la abundancia. El régimen se ha tragado los recursos y sólo han ofrecido la ruina y el descalabro moral. Comparado con ellos, los colonizadores quedan como unos señores que comieron aperitivos de pájaro. Desde esas cenizas nos toca ahora recuperar el país, gracias a una fuerza con precedentes históricos.
Al escoger una mujer gobernante se busca sanar las relaciones, restaurar la vida de la nación, y en ello radica la sed por la espiritualidad de lo femenino*. El simbolismo universal luminoso de la mujer se asocia con el origen de la vida en las profundidades del mar, con la nutrición, la belleza y sin duda, con la madre. En el aspecto más oscuro del símbolo, las mujeres son guerreras temibles con argucias y tentáculos invisibles que pueden ser muy útiles cuando el timón se dirige hacia los mejores fines.
La creación de la agricultura en la Creciente Fértil (Siria): Hablando de las circunstancias que han exigido la inteligencia y tesón de las mujeres, les presento una de ellas. Ocurrió en el período neolítico, cuando a causa de severos cambios ambientales las fuentes de alimento disminuyeron dramáticamente.
De acuerdo con los arqueólogos, todos los hallazgos apuntan a que fue la mujer quien inventó la agricultura, un avance tecnológico sin parangón en la historia. Como todos los inventos, surgió ante la necesidad de resolver problemas y las mujeres recurrieron a sus más acendradas habilidades. Cansadas de esperar a que los hombres trajeran la carne de caza, empezaron a sembrar de manera más sistemática. De antemano conocían las plantas y sus propiedades y supieron escoger las mejores semillas. Las imagino atesorando las raíces, tallos y las semillas en los tiestos de barro o en las cestas, pidiéndole al altísimo que éstas últimas germinaran al llegar la primavera. Y así, entre cantos y poemas soñarían con las delicias que cocinarían cuando regresase el alto sol.
Las mujeres nobles de Europa. Las naciones europeas se iniciaron de acuerdo con las tierras de las diferentes familias poderosas. En esos palacios se discutía de política como corresponde a un negocio familiar y desde temprano los menores eran entrenados en el oficio militar y en negociar alianzas. A las mujeres no les tocó fácil, puesto que eran obligadas a casarse para saciar las ambiciones de su escudo familiar, aunque en el interín, ganaron garra para la política.
Durante la edad media, con los hombres embarcados en las cruzadas rumbo a Tierra Santa, las mujeres se quedaron en casa y tomaron más poder de mando. Aunque las cruzadas fueron inútiles en sus propósitos, se mantuvieron por lo lucrativo que resultó para el bolsillo de los caballeros armados. Sin embargo, gracias al creciente liderazgo femenino, se produjeron cambios culturales y éticos que trajeron una cosecha de gobernantes brillantes. Desde joven, Isabel la Católica fue hábil al escoger a sus asesores para luego hacerse de la corona de Castilla. Estudiosa de lenguas e historia, aparentemente fue por ella que la pieza de la reina en ajedrez aumentó su poder de juego. Por otro lado, la reina Isabel I de Inglaterra fue sobresaliente en lenguas, y a su alta educación se suma el haber estado encarcelada a causa de la pugnacidad religiosa.
El impacto de las dos Isabeles sigue vivo. Una y otra le dieron forma a las empresas gigantescas que acometieron sus respectivas naciones. La firma femenina de sus mandatos es perceptible: Aun cuando los monarcas poseían licencia para la crueldad, la piedad de Isabel de Castilla se hizo paso en la búsqueda de un orden legal en el nuevo mundo, mientras que Isabel Tudor propulsó la libertad de las artes. No es casualidad que durante sus reinados haya tenido lugar los siglos de oro en sus respectivas naciones. El florecimiento cultural y científico germina en un suelo fértil para la imaginación y el pensamiento.
*El café. Sobre la espiritualidad de lo femenino o masculino, la simbología responde en parte la pregunta. La otra se refiere al bien y a la autenticidad de la persona. Contrario a esos valores está la sumisión, que es en sí misma una negación, lamentablemente asociada a la mujer. Distinta es la obediencia que otorga la conducción al otro, sin que ello implique autoflagelación.
En estas líneas quiero recuperar la imagen de llevar el café. Porque cuando se comparte en mesa redonda con los amigos, hombres y mujeres, nos ayudamos en el lleva y trae de las comidas, las bebidas, la música y así da gusto servirle a los panas. Distinto es cuando la mesa es jerárquica, donde reinan más las máscaras que la espontaneidad. Allí se trata no sólo de a quién se sirve, sino de cómo.
Digo esto porque en los círculos de poder, el entorno es un reflejo del líder. La presencia de mujeres sumisas o que apuestan a la venganza, la violencia y la destrucción, nos dice lo que tenemos que saber de su amado o temido gobernante. Con los hombres pasa exactamente lo mismo.
En las redes se puede percibir el rechazo de unos hombres a servirle a una mujer presidente. En cambio, hay hombres que saben lo que está en juego y no les da ni piquiña de complejo trabajar para ellas. Finalmente es el gobernante o príncipe quien pone el tono y desde allí se aprecia la fuerza espiritual del todo.