domingo, 28 abril 2024
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Acumuladores compulsivos

La historia está plagada de ejemplos para todos los gustos y necesidades de quienes se acercan al tema de la corrupción.

Hay programas de TV sobre acumuladores compulsivos que me han alertado sobre esta disfuncionalidad que afecta a gente mayor. Los casos me han alarmado, pues los presentan en situaciones extremas. Casas llenas de objetos que se apilan hasta abarcar todo el espacio disponible del techo al piso. Se autodesplaza el ser humano que prefiere amontonar lo que compra, lo que consigue, lo que rescata de la basura para conservarlo sin saber para qué. Como siempre la cultura griega aportó el nombre y el sentido para explicar este trastorno del comportamiento, conocido como síndrome de Diógenes. Quien, por cierto, no fue un acumulador, pero si un solitario y austero filósofo, que vivió de acuerdo con sus ideales de independencia con relación a los bienes materiales.

Hay varios filósofos llamados Diógenes, pero al que me refiero nació en Sínope en 413 a.C. y fue el más destacado representante de la escuela cínica, discípulo de Antístenes. Vivió en un barril para demostrar su desprecio por las convenciones sociales y fue un severo crítico de sofistas y platónicos.

En 1975 el síndrome de Diógenes aparece documentado como un trastorno del comportamiento, asociado a cuadros depresivos de personas mayores de 65 años, que viven solas porque han perdido su pareja u otro ser querido. Experimentan abandono personal y social, mientras acumulan dinero, desperdicios domésticos o cualquier otro objeto de su interés.

La verdad es que en los programas de televisión sólo he visto ancianos que almacenan cosas materiales con sorpresas incluidas. Además de la destrucción de las viviendas, la chatarrización de los electrodomésticos y del resto de los enseres, la suciedad reina en toda su plenitud. La cosa no se queda allí, cuando los limpiadores acceden al piso del inmueble encuentran cadáveres y esqueletos de perros y gatos. Ver aquello es un verdadero desafío para el televidente, quien pudiera hacer un aprendizaje vicario desde el impacto que produce esta escatológica experiencia. Les juro que cambié algunas de mis costumbres como acumuladora.

Los que almacenan dinero pertenecen a otros estratos de la sociedad. Uno de los más mediáticos y de última hora es el sudafricano Elon Musk. Multimillonario con su privilegiado lugar en la revista Forbes, que tiene una relación lúdica con la riqueza. Desde mi perspectiva como sobreviviente del socialcomunismo, aprecio que juega y se divierte mientras compra, vende e invierte en el complejo y variado mercado de estos tiempos. En los que las criptomonedas desplazan al dinero -contante y sonante- tan familiar para mi generación. Musk sabe que uno sólo de sus trinos hace subir o bajar el valor de activos digitales. ¿Será por eso que también compró Twitter?

Musk parece una rara avis en ese ecosistema de los más ricos, aunque las excentricidades de los multimillonarios están documentadas en cientos de libros. En la periferia de gente como Musk se encuentran aquellos que han acumulado por una incontrolable pulsión extractivista: que los impulsa a exprimir erarios públicos para engordar sus tesoros privados.

La historia está plagada de ejemplos para todos los gustos y necesidades de quienes se acercan al tema de la corrupción. Impepinablemente ligada al ejercicio del poder, espacio en el que es irrelevante si se trata de un país pobre o rico. El mandón de turno y su corte se convertirán -siempre- en potentados. Los Duvalier extrajeron del pueblo haitiano una gran riqueza para vivir a cuerpo de rey en Francia, como lo hizo Ferdinand Marcos en Filipinas, o lo hace el castrismo en Cuba o los Ortega-Murillo en Nicaragua, los Kirchner en Argentina, Pinochet en Chile, et al.

En Venezuela los acaudalados que salen de las entrañas de la corrupción socialcomunista son insaciables. Su ambición es un barril sin fondo, tal como hemos visto en cada caso que ha salido a la luz pública. Los que ascienden al poder tienen como única misión enriquecerse sin medida. Se convierten en obsesivos acumuladores compulsivos de cuanta riqueza le pongan por delante. Atesoran y lavan lujos, riquezas, bienes, descomunales cantidades de dólares, oro, euros en cuanto paraíso fiscal les reciba lo saqueado, lo robado, lo depredado. Ellos saben que el poder es el camino más corto para hacerse multimillonarios con y en un botín llamado Venezuela.

Agridulces 

La enfermera del difunto, Claudia Díaz, fue tesorera de la nación por dos años, tiempo suficiente para acumular lingotes de oro, autos e inmuebles de lujo, obras de arte, dólares y euros en grandes cantidades. Hoy amaneció vestida con su mono anaranjado en el imperio mismo.

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