Los venezolanos estamos sometidos a una encarnizada e implacable venganza cupular que no deja espacio para la paz y la tranquilidad, requeridas para alcanzar algún tipo de sosiego, que haga más llevadera una vida marcada por duras estrecheces. Hacia donde miremos sólo encontramos las dolorosas consecuencias de lo que se hace o deja de hacerse para convertirnos en víctimas. Condición conveniente para la élite dominante, pues nuestra minusvalía es ganancia para quienes somos sus enemigos, contra los que se enfila el más feroz resentimiento en forma de revancha, retaliación y ajuste de cuentas.
La venganza forma parte de la conducta humana desde la noche de los tiempos, por lo mismo fue tema de tragedias griegas, como Medea. La misma que llevó la venganza a extremos, al matar a sus propios hijos, como retaliación contra Jasón, el padre de las criaturas. Medea es arquetipal -como Edipo- y forma parte de cierta conducta humana, que castiga al otro con la muerte de aquellos que son objeto de su amor. A diario vemos cómo en algún lugar de este planeta, una Medea asesina a sus hijos para vengarse de la pareja. De suyo, la venganza potencia el crimen y está asociada al 20% de los homicidios y al 60% de los tiroteos en las escuelas, tan frecuentes en esta violenta y hostil aldea global.
De los trágicos griegos a los cineastas, la venganza, está en el origen, desenlace y final de las películas. ¡Qué sería de la meca del cine sin la sal de la venganza! Lo mismo ocurre con la literatura, el teatro, las telenovelas y cualquier serie que se respete. Pero la venganza también ha sido objeto de estudio por parte de investigadores como David Chester de la Universidad de Virginia, quien confirmó que la venganza da placer y la gente la busca anticipando eso mismo. Pero, advierte, “quien busca venganza sólo obtiene un sentimiento de placer momentáneo. Se siente bien en el momento y luego comienza a parecerse a una adicción. Después te sientes peor”.
Se repite mucho que venganza no es justicia, pero a los vengadores también se les llama justicieros. Y metidos en el papel que han decidido representar, alimentados con sobredosis de resentimiento algunos vengadores han asaltado el poder, para desgracia de millones de seres humanos en muchos países del mundo.
Como los que vivieron desde 1917 en la URSS, a quienes les prometieron el paraíso en la tierra, gracias al comunismo que sustituyó al odiado imperio de los zares. Todos serían felices de la cuna a la tumba. La dolorosa realidad detrás de la cortina de hierro todavía no se ha mostrado en su verdadera dimensión, pero la hambruna, la represión y las torturas mataron a millones de personas en aquel edén estalinista. En la China maoísta la historia es muy parecida, como lo fue en Camboya y en Vietnam. En Corea del Norte -parque temático del comunismo más criminal- sus habitantes sufren en carne viva lo peor de estos regímenes a cuya cabeza está una dinastía de izquierdópatas vengativos y desalmados.
La venganza no descansa en estos zurdos regímenes, como es evidente en Cuba, que después de 65 años de castrocomunismo, la gente que no ha sido expulsada de la isla, sigue pidiendo lo mismo: comida y libertad. Tanto una como la otra han sido instrumentalizadas por esta oprobiosa tiranía parasitaria para controlar a la población. Con acciones que sólo se justifican en la revancha de la élite contra los hambreados habitantes de una cárcel llamada Cuba. La dupla Ortega-Murillo en Nicaragua ha calcado el modelo de la isla caribeña en represión, retaliación, torturas, encarcelamientos y exclusión. La parejita se regodea en una venganza gratuita contra los nacionales del país de Rubén Darío.
Lo cierto es que mientras el poder es más autoritario es también más arbitrario. Lo que condena a las mayorías a ser víctimas de un arsenal de venganzas, que la élite dominante administra aviesamente. En Venezuela el revanchismo cupular ha cercenado lo más elemental como el derecho a la alimentación, a la salud, a la educación, al trabajo. Destruyó el sistema medial, colonizó la justicia y acabó con las instituciones. Todo enmarcado dentro de la pérdida absoluta de la libertad y exacerbado por un ensañamiento feroz y brutal contra el pueblo venezolano.
Quiero finalizar con una conocida frase del gran escritor húngaro Sandor Máraí: “Nunca son tan peligrosos los hombres como cuando se vengan de los crímenes que ellos mismos cometieron”.
Agridulces
La arremetida contra María Corina Machado y su equipo es una demostración de la ausencia de límites cuando se trata de aterrajarse en el poder. El poeta-fiscal escribe en cálamo currente la prosa de sus ucases, para justificar el secuestro de opositores. Pero son tantos que no hay zulos pa’ tanta gente.