Théodore Géricault fue uno de los abanderados del romanticismo, y su obra La Balsa de la Medusa, de 1819, es una representación auténtica. Por sus tonalidades lúgubres y oscuras, refiere a la nocturnidad como uno de los escenarios secretos de la experiencia humana y la fuente de las fuerzas psíquicas más aterradoras.
Con su grito de guerra: “¡Larga vida a lo inmaterial!”, se convirtió en fundador del Nouveau Réalisme. Yves Klein recreó con su gran legado plástico una antigua y novedosa esencialidad del universo, la siempre recurrente espiritualidad y escenificó la inmaterialidad del espacio. El mejor retrato de este artista son sus “Zonas de Sensibilidad Pictórica e Inmaterial”.
Mondrian, el gran artista holandés de los cuadros negros y blancos, construyó una retícula que traduce el conocimiento de lo cósmico y de la naturaleza.
En el ámbito de la creación artística lo que se ha erigido como una de las demandas más favorables para la consolidación de un lenguaje plástico, de una obra artística es el nivel de originalidad, de autenticidad del arte ingenuo o naif.
El kitsch es un estilo artístico considerado vulgar, pretencioso y por lo tanto nada sencillo ni clásico, sino de mal gusto. Citando a Theodor Adorno (1903-1969) consiste en el “deseo de aparentar ser”.
El minimalismo es una corriente artística que sólo utiliza elementos nimios y básicos. Por extensión, se asocia a la reducción, a lo esencial, sin sobrantes o accesorios: generar sentido a partir de lo mínimo.