domingo, 12 mayo 2024
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De los magaven, Vladimir Putin y Boris Johnson

A través de Trump, tenía Putin la mesa servida para menoscabar el consenso alrededor de la OTAN y resquebrajar la alianza política de los Estados Unidos con Europa.

Los magaven

Cada vez que escucho o leo un tuit de algún magaven o magazolano (es decir, venezolanos fanatizados con la figura de Donald Trump) no puedo evitar recordar un episodio de La Isla de la Fantasía. En esa serie que fuera protagonizada por el actor mexicano Ricardo Montalbán, su personaje, Mr. Roarke, era el enigmático anfitrión de una isla donde los turistas pagaban por hacer cumplir sus deseos. En un episodio excepcional, un hombre desea poder revivir las escenas de amor con su esposa fallecida. El personaje interpretado por el actor Bill Bixby entra a su habitación ambientada en los años 40, coloca una canción que lo hace evocar a su esposa, y es allí cuando aparece una mujer idéntica a ella. Como un enamorado irremediable se entrega a un tórrido romance, pero después de algunos percances, termina matando a aquella amante de fantasía. No la mata realmente, porque de eso se trata la isla, pero Mr. Roarke le recuerda: “No importa cuántas veces la revivas, siempre volverás a matarla”.

Hay lecciones difíciles de aprender. Si hubiésemos regresado a nuestra modesta y atribulada democracia, y hubiese regresado algún bocón con ínfulas de macho por cuenta de estos magazolanos, ya la democracia se hubiese perdido una segunda vez. Y la razón es sencilla, pasa que se desconoce la causa del mal. Si se parte de la premisa de que “Chávez impuso un autoritarismo de izquierda que acabó con la economía” y que toda izquierda es mala, por ese camino se puede caer en una alternativa aún más equivocada. No ha habido un debate profundo y serio en el país sobre la raíz del desmadre que nos ha aquejado por más de veinte años.

Simple como pudiera parecer, la quintaesencia de una nación es esto: Una relación cercana y sentida con las leyes sabias de la manada, como diría el poeta Álvaro Mutis. Lo opuesto a ello es entonces previsible, la negación. Si hay un común denominador entre todos estos autócratas es un total desprecio por las leyes que buscan el bien de una nación. Desconocen una constitución y crean otras para luego desconocerlas, porque ni los trajes a la medida les satisfacen.

Por eso muchos venezolanos de la diáspora, aun cuando estén en las mecas de la democracia, o en Hong Kong, Auckland, o en Toronto, a donde van se llevan ese tufo en el equipaje mental. Y si a eso le sumamos que en esas mecas los lugareños pueden estar tan o más perdidos que ellos y no apreciar en justa medida su régimen de libertades, pues no mejora el enfermo.

Putin, el patrón

Lo ha dicho el afamado ajedrecista ruso Garry Kasparov, el plan de Putin fue comunicado por él a cielo abierto y por la calle del medio. El plan ha sido aún más visible desde que Vladimir Putin se asoció con Trump, quien le hizo el mandado completo durante su presidencia. Como hombre de negocios, Trump se ha venido burlando de las instituciones de su país desde el siglo pasado. Desde que en el 2015 recibiera el apoyo de Putin para su campaña presidencial ha puesto sobre la mesa el plan de desestabilizar la Constitución, el sistema electoral, la institucionalidad y la transferencia pacífica del poder, es decir, acabar con el país mismo. A través de Trump tenía Putin la mesa servida para menoscabar el consenso alrededor de la OTAN y resquebrajar la alianza política de los Estados Unidos con Europa. Por otra parte, el ataque inmisericorde de Trump contra Hillary Clinton, más allá de que ya ella era un blanco del partido Republicano, era una cabeza requerida por Putin, quien no le perdona su apoyo a Ucrania durante sus tiempos como secretaria de Estado.

De haber Trump permanecido como presidente de los Estados Unidos, legalmente o por un golpe de Estado, esta invasión de Rusia a Ucrania hubiese salido mucho menos costosa. Con un partido Republicano secuestrado por Trump, hubiésemos visto lo indecible.

Y las asociaciones de Putin continúan. ¿A quién le extraña que los financiados por el presidente ruso estén en fila dándole un espaldarazo a su patrón? Tanto Trump como Fox News siguen haciéndole el trabajo a este autócrata, quien no cesa en amenazar a Occidente.

Bo Jo

Hace años, en esta columna, comenté sobre la falta de garra en los actuales líderes democráticos del mundo, y de cómo los candidatos a tiranos hacían la pantalla machista para venderse como poderosos. Es un tema para ser desarrollado aparte, porque más allá de las estrategias políticas y acuerdos, el poder, sea democrático o no, es en sí mismo una bestia.

Es fascinante cómo Boris Johnson, quien hasta hace poco estaba pendiendo de un hilo como primer ministro de la Gran Bretaña, ha resucitado en estos días recientes gracias a su respuesta feroz, clara y contundente sobre la amenaza de Putin. Pero que nadie se equivoque, no se trata de una treta oportunista del inquilino de Downing street, si hay alguien que ha cultivado la tradición política de su predecesor Winston Churchill, ese es él. Talentoso en el manejo del idioma, brillante para insultar en el verbo más elegante y ácido, Boris es eficiente en su comunicación política. Va al grano, sin dobleces, sin caer en ingenuidades, se adelanta a sus adversarios para colocarse él y los suyos a la vanguardia.

Y en estos tiempos en que Putin se retrata como un ruso de montaña, lo varonil de Boris debe ser ese pocotón de hijos que tiene, y tener además que mantenerlos, por eso pide que le aumenten el sueldo. Aunque su familia es pudiente, lo de los muchachos va por cuenta de su mismísimo bolsillo. Al Putin de las mansiones y de los yates le deben parecer denigrantes las debilidades financieras de Bo Jo, pero sucede que, para enfrentarse con ese parlamento de fieras mejor es tener las cuentas claras. Tener dientes en la democracia es y seguirá siendo el reto de los retos.

Después de todo, no es tan mala esa imagen de virilidad, siempre y cuando mantenga a todos esos muchachos.