Ha sido inmenso el poder del Vaticano a lo largo de la historia, al punto de ser comparable con países que han tolerado o cometido crímenes, por eso no es casual el secretismo de sus paredes.
Los colaboradores cercanos de Putin, sus apologistas, sus generales y oficiales inferiores deberían reflexionar. Es allí donde el inmediato decreto de detención preventiva de Putin cobra efectos prácticos.
El desarrollo de la guerra en Ucrania ha desnudado integralmente a Vladimir Putin y a sus inmediatos seguidores. Está construyendo su propia historia sobre la base de la destrucción material y humana de una nación que nos da ejemplo diario de dignidad.
Su discurso es inclusivo, sencillo e inspirador. Su posición, férrea. No sabemos qué le deparará el destino, pero en cualquier caso, Zelenski ya se ganó su lugar en la historia como uno de los grandes hombres del siglo XXI.
“Quiero volver a subrayar, y lo hemos dicho siempre, que no tenemos malas intenciones en relación con nuestros vecinos”, dijo este viernes el jefe del Kremlin.
El asesor presidencial ucraniano Myjailo Podoliak puntualizó que el cese de hostilidades no será “en todas partes” sino en “aquellos lugares donde se ubicarán los propios corredores humanitarios”.
A través de Trump, tenía Putin la mesa servida para menoscabar el consenso alrededor de la OTAN y resquebrajar la alianza política de los Estados Unidos con Europa.
“Estados Unidos y la OTAN han ignorado desde hace mucho tiempo nuestras preocupaciones de seguridad, las cuales eran razonables, desentendiéndose de sus compromisos”.
Moscú ha repetido en varias ocasiones que no quiere una guerra con Ucrania y que no amenaza a ese país.
Putin, fiel a sí mismo, como ruso ultranacionalista, y hombre de la KGB, quien nunca disimuló su disgusto por la disolución de la URSS, retomó la política más ortodoxa, la de que nadie sepa nada, ni pueda discutir nada ni pueda preguntar nada.