jueves, 2 mayo 2024
Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

Caso El Aissami: ¿Purga ideológica o paredón por mala repartición del botín?

Si en la llamada RoboLución, guisar fuera pecado, los camaradas locales, sin faltar ninguno, ya estarían achicharrándose, por los siglos de los siglos, en la mismísima Quinta Paila.

@omarestacio

El ciego resolvió que ese botín se repartiría de por mitad, entre él y su lazarillo (o fifty-fifty, como expresan los muy redomados corruptos roboLucionarios):

El hombre comería de aquel racimo una uva y el niño otra, y así sucesivamente hasta no tener nada más que distribuir. Sin embargo, casi de inmediato, el niño observó estupefacto que el ciego, en lugar de cumplir lo previamente acordado, comía de a dos en dos, no obstante, por temor a su irascible amo, en lugar de quejarse, se aprovechó de su invidencia para engullirse, a la vez, de a cuatro, cinco y hasta más de aquellos frutos.

De pronto, a la voz de ¡ladrón!, el ciego le asestó al muchacho unos buenos porrazos por la cabeza.

– No he comido más de lo acordado -le reclamó Lázaro-, ¿por qué sospecháis de mí?

– ¿Sabes en qué veo yo, aunque soy ciego de nacimiento, que las comiste de cinco o hasta más, quizás de vez en vez? En que tomaba yo, de dos en dos, y tú guardabas sospechoso silencio – dicho lo cual siguió castigando a aquel infortunado (Lazarillo de Tormes, Tratado I).

Vistas las anteriores lecciones de la picaresca castellana. ¿Quién se traga el cuento de la picaresca ramplona, según la cual, el camarada El Aissami se robó, se engulló o se atragantó, no con tres, ni cuatro, inocentes uvas, sino con la friolera de veintiún billones de dólares en los propias narices del bigote o del sedicente Súperbigote, quien sin ser ciego no solo no lo vio, ni oyó, olió, sintió, ni sospechó nada?

Menos todavía lo vio, oyó, olió, ni, tampoco sospechó el aparataje represivo “roboLucionario”, léase, el Sebin, las FAES (los chafarotes de este último han estado muy atareados, torturando disidentes o asesinándolos en sus ergástulas y en el extranjero), el Dgcim, el Cicpc, la PNB, las policías de rolito que pululan por las municipalidades para desgracia de los parroquianos; la Contraloría General de la República; el Consejo Nacional Electoral, tan diligentes, todos, en descubrir conspiraciones, supuestos magnicidios, con o sin drones, en general, tan prestos para conculcarles a los venezolanos sus derechos elementales.

Tampoco fue que del gran total de los US$ 27 mil millones, se embolsillaron un milloncejo, por ahí, como quien no quiere la cosa o quizás de cien milloncitos por allá. Tarek y su patota, según las pesquisas, de ese gran total, se apropiaron del 80% del presupuesto público, es decir, US$ 21 billones a lo largo de varios ejercicios fiscales. Ahora pretenden que les creamos que la referida horda represiva -incluidos los sapos del G2 castrocubano, del SVR de Vladimir Putín, los espías enviados por el gordito de Norcorea- vino a descubrir el arrase, cuando era muy tarde, quiere decir, cuando el monto de lo esquilmado ya estaba en las cuentas off shore de la banca internacional más proxeneta a disposición de los muy felices asaltantes. Durante los 14 meses que lo tuvieron escondido al camarada El Aissami le aplicaron “La Bolsita”, “El Submarino”, “El Trigito” para que “aflojara” las claves bancarias correspondientes. No habrá “aflojado” completo pero cuando el cochino está gordo, hasta el rabo es chicharrón.

Marco Tulio Cicerón, De Officis, II, 40, advertía: “Si un ladrón toma algo por la fuerza o por fraude a otro miembro de la banda -todo o parte del botín- peligra su posición en la pandilla de ladrones, su propio pellejo y hasta la existencia de la pandilla misma”.

Sancho Panza, por su parte, siempre muy atinado, le observó, alguna vez, a su amo: “Es tan buena la Justicia, que es necesaria, aún entre ladrones”.

Queda una vez más ratificado que no hay nada nuevo bajo el Sol en materia de asaltos, en particular en los perpetrados por los llamados roboLucionarios.

Lo que desmiente, por otra parte, a quienes han especulado que tras el affaire, El Aissami se agazapa una gran purga por discrepancias ideológicas o que el caído en desgracia anduvo conspirando para deponer el gobierno de su compinche o excompinche o que, con el saqueo de Pdvsa, el transgresor se proponía financiar la implantación de una república islámica en Venezuela.

¡Pamplinas! Ha sido un vulgar pleito entre rateros. Solo que fue mancillado por la inequitativa repartición del botín a cargo del hoy colocado en la picota pública.

El lisiado moral que usurpa la Presidencia ha amenazado, a raíz del incidente, con imponer cadena perpetua a los manoseadores del Erario Público.

Si en la llamada RoboLución, guisar fuera pecado, los camaradas locales, sin faltar ninguno, ya estarían achicharrándose, por los siglos de los siglos, en la mismísima Quinta Paila.

¡Más noticias!