Se juega mucho con las libertades. A la ciudadanía le corresponde ser vigilante de la fragilidad de la democracia como sistema de derechos. Todas las instituciones deben aprender a escuchar; allí está el meollo de su ejemplaridad.
Quiero que le vaya bien al gobierno de Milei. Por los argentinos y a la vez porque sería nefasto que fracasara y más en nombre del liberalismo.
Los venezolanos, muy lejos de la excelencia y muy cerca de la sima más profunda, agonizamos entre la desdeñosa arrogancia gubernamental y la petulancia destemplada de sus funcionarios. De resto, navegamos en las procelosas aguas del embuste, las ilusiones y la ignorancia.
Qué va a pasar el próximo 19 de noviembre. Massa es el favorito, dicen. Manejando el dinero del Estado como lo ha venido haciendo, continuará en ello.
Habermas ha apuntado a debilidades de la democracia frente a las exigencias de la sociedad. No ha cumplido en muchas ocasiones, se ha quedado corta de propuestas y ha permitido al neototalitarismo encontrar espacio.
A lo largo de este tiempo se hacen máximas de la experiencia la destitución de jueces sin fórmula de juicio y su sustitución por abogados próximos al “autoritarismo electivo” de turno.
El superior general de la Compañía de Jesús afirma que “el peligro del populismo es que utiliza un lenguaje de pueblo, es una trampa lingüística y tiene antecedentes lejanos”.
Los guayaneses se hastían de pedirle a Hidrobolívar que resuelva los problemas del servicio de agua y la respuesta es un rito repetido de “explicaciones” que la comunidad percibe sin verdades.
Los acuerdos Putin-Jinping sobre el Nuevo Orden Global, suscritos hace un mes, son el gran paraguas de las dictaduras del siglo XXI moldeadas hasta ayer. El “tour de force” en Ucrania es un bautizo de sangre, para dejar atrás al orden mundial que fenece.
Esta condición estructural del alma venezolana es el mecanismo de fuerza y creatividad para alcanzar la derrota de los antivalores, a pesar de los incontables recursos y el desdén por la racionalidad. | Foto William Urdaneta