“En el instante en que nace el Estado, el lenguaje cambia de naturaleza: deja de ser el pacto verbal del principio y se convierte en expresión del poder. Los que combaten en una guerra pretenden, por una parte, imponer silencio al adversario, por la otra, luchan para que su palabra domine a las otras. La guerra nace de la incomunicación y busca substituir la comunicación plural por una comunicación única: la palabra del vencedor. Como todos sabemos, esos tiempos no duran mucho: la palabra imperial termina por quebrarse en fragmentos antagónicos. La comunicación vuelve a su origen: la pluralidad”, Pierre Clastress. Citado en el ensayo de Octavio Paz: El Pacto Verbal.
“Pierre Clastres (París, 17 de mayo de 1934 – 29 de julio de 1977) fue un antropólogo y etnólogo francés. Fue director de investigaciones en el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) de París, y miembro del Laboratoire d’Anthropologie sociale du Collège de France. Adherido a la ideología anarquista y tuvo una activa participación en los sucesos conocidos como el Mayo francés”. De la referencia de Wikipedia sobre el autor. El texto que encabeza estas líneas (usado de leyenda final en la exposición que mencionaremos más adelante) tiene relevancia en el tema de la organización social, que es por supuesto materia amplia y con derivaciones nada simples de acometer en elementales consideraciones sobre las ideologías, tal es la presente reflexión.
En febrero de 2021, tratando de salir del ahogo impuesto por las restricciones del COVID-19 y en intento personal desesperado (un error) de propiciar canales de participación no contaminadas en el cuadro político regional, organizamos una reflexión que denominamos: “Sobre significado de los partidos políticos en el estado Bolívar, hacia el rescate del orden constitucional en Venezuela”. Esta actividad, con un pequeño grupo de asistentes, la efectuamos en un aula de la sede de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello, extensión Guayana, a la que agradecemos el apoyo. El propósito era el intercambio de ideas que pudieran aclararnos como siendo las organizaciones partidistas el eje de la democracia, su descrédito, actuaciones y distorsiones del tiempo actual han impedido avances en la recuperación del orden constitucional secuestrado y han decapitado la relación con la sociedad que dicen representar, caso Venezuela y fundamentalmente en el estado Bolívar. La suerte de ponencia que presentamos de entrada a la discusión mencionaba sucintamente, de entre los juicios y observaciones a nivel global, lo expuesto por el filósofo Jurgen Habermas, en la que las ideologías, centrándose en la social democracia, vienen arrastrando debilidades e involuciones sobre sus preceptos y liderazgos (Europa, EE UU) que en rigor, niegan su doctrina, ropaje de ideas y en esencia surgen las interrogantes acerca de su vigencia, a la par de los partidos convertidos en franquicias, y en actuaciones de apenas roles electorales.
El debate de esa mañana de febrero cambió de dirección para tocar otras aristas de la situación venezolana (válido por demás) siempre, como acotamos atrás, más inmediatos. Dos años de aquella reunión vuelvo, desde la distancia, sobre algunas de esas premisas.
Representatividad, justicia, solidaridad, derechos
Habermas ha apuntado en sus observaciones a las debilidades de la democracia para hacer frente a las exigencias de sus electores y de la sociedad. No ha cumplido en muchas ocasiones, se ha quedado corta de propuestas, lo que ha permitido al populismo y al neototalitarismo encontrar espacio para el fortalecimiento y aceptación. Explicaba -en entrevista de 2018- las incapacidades del liderazgo (caracterizado por la habilidad para la maniobra o la esgrima política. Y pensamos nosotros, con elasticidad en las actuales modas de pensamientos). Ponía, para ese momento, sus esperanzas en el presidente francés Macron, que venía de posiciones desmarcadas con el espectro ideológico tradicional, y se situaba en lo que podía llamarse el centro, más hacia un pensamiento de solidaridad que de atenerse a la social democracia conservadora y titubeante o a un social cristianismo, desde hace ratos reducido.
Estos elementos lo usamos en aquella exposición para enfocar las deficiencias de los partidos en Venezuela, que habituados a prácticas burocráticas y falta de conexión con las nuevas manifestaciones sociales desde los años 80, quedaron invalidados para caracterizar el proceso que se vivía en el país y que trajo al poder al proyecto chavista con el modelo dictatorial de control político y social, tal como se ha visto en estos 24 años. Las distorsiones de las organizaciones partidistas a nivel de las regiones se ha venido dando por añadidura, ya que simplemente la gangrena de los vicios se extendió hasta convertirlos, como dijimos anteriormente, en franquicias, espacios de negocios o cálculos, distanciados de la representatividad, el compromiso ciudadano; de la vocación de luchas, cada vez más disfrazada, y de asumir alguna expresión doctrinaria vinculada a los derechos, la libertad, la democracia y la justicia.
El drama de Venezuela obliga a puntualizar un plan nacional con prioridades en los índices de pobreza y destrucción institucional e infraestructura. Ahora esto tendrá que contar con una orientación que no estando encasillada, menos se inscriba a las cuestionadas, desfasadas o inexistentes ideologías que nada dicen a las generaciones de ayer o de hoy y que, por cierto, actualmente un cierto folklorismo político pretende usarlas como razón de apoyo o rechazo.