lunes, 9 septiembre 2024
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Más Jorge Bergoglio que Francisco

Ha sido inmenso el poder del Vaticano a lo largo de la historia, al punto de ser comparable con países que han tolerado o cometido crímenes, por eso no es casual el secretismo de sus paredes. 

Durante estos años, algunas declaraciones infelices del actual papa, Jorge Bergoglio, nos han perturbado en diversas ocasiones. Justamente porque el Papa ha respondido a las peticiones de transparencia y ha servido de puente entre pueblos, uno espera que el sucesor de San Pedro actúe de igual manera a la hora de pruebas de fuego, pero no. Dos pasos para adelante, tres para atrás. En el tablero del Vaticano seguimos perdiendo y para rematar, una de cualquiera de esas decisiones miserables es tan contraria a las enseñanzas de la Iglesia que se lleva por delante a las otras anotaciones de triunfo. En ese vaivén, el Vaticano está usando la prestidigitación. El truco consiste en utilizar la popularidad de algunos actos de gobierno para ganar terreno en la opinión pública y fomentar una imagen tan extendida, que cuando les toque traicionar, la infamia pase por debajo de la mesa.

Jorge Bergoglio ha quebrado la confianza que se ha depositado en él y no han sido pocas las respuestas de rechazo. Sobre su apoyo a dictaduras no respondí con anterioridad, porque tenía dudas de si se trataba de una neutralidad inherente a los estados que median en conflictos. Sin embargo, con las últimas declaraciones no tan “ambiguas” al periódico Corriere della Sera el pasado 3 de mayo, el Papa culpó “parcialmente” a la OTAN. Desde su óptica, Ucrania tenía que sufrir la agresión del Ejército ruso y sin derecho a pedir armas. Bergoglio repite, le sigue el juego a Vladimir Putin, y omite el hecho de cuán confiados han estado los europeos y los gringos con este neo-zar ruso en las últimas décadas. Por ejemplo, antes de la invasión de Putin a Ucrania, la OTAN era considerada como innecesaria pues ya no existía el peligro de una agresión desde el Kremlin. Prueba de ello es la disminución de presupuestos militares en Europa. No dice nada Bergoglio sobre Siria, Crimea, la propia Ucrania. ¿De verdad cree que Putin iba a parar? Este apoyo se suma a una cadena de respaldos intragables a dictadores acusados de crímenes. Hay quienes opinan que es a causa de esas sensibilidades rusas que en Venezuela no se ha apalancado el cese a la usurpación. Asociado a Vladimir Putin, hay un hedor a lobby, chantaje, corrupción y amenazas que recorre los palacios de gobierno de varios países del mundo y del que no se escapa la ciudad del Vaticano. No en balde el ajedrecista ruso Garry Kasparov ha dicho que Putin ha logrado comprar a occidente, gracias a sus habilidades de lobista.

Hay un detalle, la Iglesia requiere de poder, sencillamente porque este es un mundo terrenal. En los inicios del cristianismo, los feligreses fueron perseguidos, y aún lo son, por tal razón era vital obtener el poder político. Ha sido inmenso el poder del Vaticano a lo largo de la historia, al punto de ser comparable con países que han tolerado o cometido crímenes, por eso no es casual el secretismo de sus paredes.  Aunque su poder ha disminuido durante la era moderna, uno revisa los sucesos de la segunda guerra mundial, y queda el mal sabor de que el papa Pío XII pudo haber obrado con más destreza y tesón para proteger a las víctimas. La historia no lo ha absuelto. Por fortuna, hubo religiosos, sacerdotes y monjas, que bajo esa circunstancia entendieron la esencia de las palabras de Jesús o Yeshúa: “Mi reino no es el reino de este mundo”. La frase nos remite a la absurdez del mundo y de igual manera invita a obrar como correspondería para construir ese reino, el poder divino es ese, y tal anhelo ha sido contado en numerosas historias. Un ejemplo son las andanzas del hidalgo Don Quijote. Leer su historia es acompañar al personaje en esa aventura humana.

El mundo sigue como es. Unas veces Francisco, otras Bergoglio, este es el Papa que hay, pero no todo está perdido: la fe le pertenece es a uno. En mi memoria permanecerán los domingos de ramos, las convivencias, peregrinaciones, las lecturas del evangelio según San Marcos frente a la chimenea; las hermosas conversaciones con dos sacerdotes mujeres, una anglicana y la otra luterana, y de su admiración y amor por María; el lenguaje cristiano-margariteño del padre Jaime Villarroel, su trabajo de asistir a los waraos; los sermones encantadores que escuché en mi infancia en la iglesia de San Juan. Nadie le quita eso a uno. Iglesia es saber que ellos han estado allí para escuchar, aclarar, enseñar. A todos ellos mis respetos.

El Vaticano es otra cosa.

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