En Noruega se realiza otro intento para retomar el diálogo y las “negociaciones”. Poca gente sabe cuál es el verdadero propósito de esta nueva iniciativa ni la verdadera situación de un esquema bastante agotado por inútil.
Debemos defender principios y valores mediante el ejercicio pleno de nuestros derechos, a pesar del clima de miedo y represión que mantiene el régimen y las acciones concretas para estimular la división entre nosotros.
Hay alrededor de quinientos compatriotas, entre civiles y militares, privados arbitrariamente de sus derechos fundamentales. Muchos de ellos han sido detenidos violando normas constitucionales y legales sin cuidar ni siquiera las formas procesales mínimas.
Un extraño silencio rodea todo lo relativo a las actuaciones del crimen organizado vinculadas al narcotráfico y al terrorismo. Parece mentira, pero el electoralismo y las ambiciones personales y de grupo, abiertas y encubiertas, concentran la atención de esa gente.
Lo sucedido en poco más de dos décadas tiene que servir de ejemplo para países que, como Colombia, pudieran repetir la experiencia en circunstancias peores por su propia realidad y los factores influyentes que la condicionan negativamente.
Políticos, empresarios, profesionales de todas las disciplinas, trabajadores sindicalistas o no, sentimos que el país se desmorona y que no son verdaderos los datos de una especie de repunte en lo económico y laboral a pesar de apariencias en esa dirección.
Colombia tiene un rol protagónico con relación al continente y al mundo entero. Lo que allí suceda en estos días electorales es importantísimo para Venezuela.
Quienes combatimos al régimen actual de Venezuela tenemos la obligación de plantear con claridad alternativas válidas, posibles, para salir de la situación descrita y superar los males ya demasiado diagnosticados.
Lo electoral tendrá su momento en la Venezuela que necesitamos refundar. Ahora el juego en este campo ayuda al régimen y a su estrategia divisionista para mantener el poder. Lo estimula y hasta financia.