La decisión de la organización Panam Sports de retirar a la ciudad colombiana originó una serie de repercusiones en el país cafetero donde todos los ataques van dirigidos al gobierno de Gustavo Petro.
El exembajador Benedetti publicó una carta de renuncia en la que agradece la confianza que Petro depositó en él para el cargo que desempeñó y restablecer las relaciones con Venezuela.
Venezuela, al término, ya no existe. Petro se mira en ese espejo y le anima verse como caudillo perpetuo, sobre tierra arrasada.
El presidente colombiano Gustavo Petro los midió sus pequeñeces y celebró, pues el último eslabón de la legitimidad democrática termina expulsado de tierra propia, que la es también la del Virreinato de Nueva Granada, vientre que nos da entidad política y el carácter nacional que se nos ha disuelto.
Ingrid Betancourt advierte que Petro está allanando el camino para instaurar en Colombia un régimen como el de Venezuela. Culpa, amenaza, acusa, insulta y califica de mentirosos a quienes disienten con él.
Es la enésima vez que se inicia un diálogo con semejantes bribones. Elecciones creíbles y con garantías que las urnas de votación no reciban el patadón del tirano cuando pierda por paliza. Eso es lo que demanda el más elemental anhelo de decencia.
La agenda del líder opositor también contempla un encuentro con venezolanos radicados en Colombia. No obstante, no precisó qué temas tratará con la diáspora venezolana.
Blyde afirmó que habían sostenido una “muy buena reunión con el presidente Petro” y aseguró que había sido “muy productiva”.
Hasta el momento Petro vendrá con la jefa de su gabinete, Laura Sarabia, junto a otros integrantes de su gobierno.
Miraflores “quiere demostrarle al mundo” que goza de reconocimiento y legitimidad, “pero no quiere avanzar en temas concretos”, aseguró el internacionalista Félix Arellano sobre las relaciones diplomáticas con Brasil y Colombia.