Como en muchos otros ámbitos de la vida nacional, no existen cifras confiables sobre el volumen total de médicos que emigró de Venezuela, especialmente a partir de 2015, cuando se hizo masiva la salida de venezolanos.
La Federación Médica Venezolana sostiene que 50 mil médicos han salido del país. Pero siendo francos no hay manera de saber si esa cifra muestra una fotografía real. Por su parte, la ONG Médicos Unidos de Venezuela estimaba el éxodo en 32 mil el año pasado.
Sin embargo, seguramente cada uno de nosotros tiene historias directas de médicos de confianza que salieron el país. En mi caso tuve la experiencia de quedarme sin urólogo, diría que de cabecera, en 2019. Poco después logré hacer buenas migas con otro especialista y luego éste también se fue del país. El primero salió a Colombia, el segundo a Chile.
En una reciente reunión de análisis, en la que participé, se discutía sobre el hueco generacional que se registra en el sector salud. En el país permanece un grupo etario de adultos mayores, mientras que el grueso de la emigración ha estado formada por galenos en edad mediana con especializaciones y años de experiencia.
Venezuela perdió un capital humano de envergadura en el sector salud. La formación mínima de un médico en el país está en 7 años, y la medicina sólo se puede estudiar en universidades públicas. Ha sido el país, todos nosotros, quienes hemos sufragado la formación de médicos.
En algún momento, las noticias de que los concursos para especialidades médicas estaban completamente vacíos daban cuenta de que también se estaban yendo del país los recién graduados.
Este año hemos visto noticias, aún tímidas por el número de postgrados abiertos, de que se ha reactivado la formación de cuarto nivel para los médicos. En sí es una buena noticia. Migratoriamente también nos dice que hay recién graduados que apostarán a seguir formándose en el país. La sociedad venezolana tiene el desafío de captar a ese recurso humano especializado.
Decíamos que no tenemos certeza de si efectivamente se han ido 50 mil médicos del país, pero eso no significa que no ha ocurrido un grave éxodo de profesionales de la salud.
El Servicio de Jesuitas a Migrantes en Chile nos ofrece este dato, a partir de cifras oficiales. En el registro de profesionales de la salud de ese país figuraban hasta 2021 casi 5 mil venezolanos, ligeramente por debajo de colombianos.
El pico de médicos venezolanos llegando a Chile y haciendo los trámites para ejercer legalmente tuvo lugar entre 2018 y 2019, justamente el período en el cual viví de cerca la migración de dos profesionales con los que me trataba.
En Chile, seis de cada diez venezolanos se han registrado como médicos cirujanos. Tuvimos conocimiento de varios casos de médicos que en el contexto de la pandemia por la COVID-19 se aceleró su proceso de ingreso y la posibilidad de realizar especializaciones en hospitales de lugares distantes, dentro de territorio chileno.
En Argentina, entretanto, a mediados del año pasado se estimaba que unos 2 mil profesionales venezolana estaban allí ejerciendo, igualmente destinados a zonas rurales o lugares apartados, principalmente.
En otros países, es el caso de Perú, el camino hacia la colegiación para poder ejercer profesionalmente la han sorteado muy pocos venezolanos. Otros países, en años recientes, como Panamá, decidieron abrir por concurso internacional puestos en su sistema de salud, pero no hay cifras oficiales aún sobre las nacionalidades.
En España, entre tanto, pese al complicado camino burocrático, alrededor de 2 mil médicos venezolanos ejercen, y según medios de prensa más de 1.000 estaban en trámites.
Hace tres años, mientras estaba por algún tiempo residiendo en las afueras de Madrid, me tocó ir al médico en dos ocasiones. A través de un sistema privado de salud, en esas dos ocasiones -y por azar- me tocaron médicos venezolanos. Esta es la otra cara, los médicos venezolanos atendiendo a connacionales en otros países.