lunes, 17 marzo 2025
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“Las cosas no han cambiado mucho, esto es como comenzar de nuevo”

Jorge Ramírez enfrentó un cuadro crítico por COVID-19 en julio de 2020. Su contagio fue el comienzo de iniciativas como Alivia su Carga y Ayúdanos, intentos de la sociedad civil por amortiguar la crisis de insumos para el personal de salud.

@mlclisanchez 

Hace un año, el 17 de marzo de 2020, el estado Bolívar entró en cuarentena por la pandemia de la COVID-19. Fue un día después de que el mandatario Nicolás Maduro decretara el estado de confinamiento en siete estados del país en principio: Apure, Cojedes, Vargas, Miranda, Zulia, Táchira y Distrito Capital. 

Hasta el 5 de marzo, Bolívar acumula 4.384 contagios, de acuerdo con las cifras oficiales, en un contexto de colapso hospitalario y, más recientemente, la llegada de la variante brasileña.

 

Desde el momento en el que una mujer entró por las puertas de la clínica con un cuadro de neumonía que desarrolló en tan solo tres días, Jorge Ramírez -médico residente de 32 años- supo que estaba en riesgo inminente de contagio por COVID-19. Ella era familiar de un paciente de los primeros casos altamente sospechosos, hospitalizado en uno de los recintos privados donde trabaja Ramírez.

La última paciente que Jorge atendió, antes de contagiarse, ingresó a la clínica el 2 de julio de 2020. Hasta ese mes, el estado Bolívar registraba 710 pacientes infectados por el virus SARS-Cov-2 y Caroní tenía la mayor cantidad de casos, de acuerdo con el balance oficial. Como residente de la emergencia de la clínica -que no forma parte del área COVID-19-, Ramírez atendía a los pacientes con síntomas respiratorios solo con guantes, mascarilla y alcohol a la mano.

Esto, aunque los médicos y enfermeras llevaban dos semanas solicitando todos los equipos de protección necesarios para enfrentar la pandemia, pues la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, pronosticaba que Venezuela podría experimentar 4 mil casos diarios, a partir de junio de ese año.

En ese momento solo se entregaban equipos de bioseguridad a personal sanitario que trabajaba con pacientes hospitalizados, por lo que él no entraba en la cuenta.

Jorge vio fiebre, dolor de cabeza, sudoración, agitación, dificultad para respirar en la paciente. El protocolo era más que claro: todo es COVID hasta que se demuestre lo contrario. A la paciente se le aplicó la Prueba de Diagnóstico Rápido (PDR) que, aunque no puede detectar la presencia del virus en el organismo, es la única forma de acceder a una Prueba de Reacción en Cadena de Polimerasa (PCR) en Venezuela.

Hasta la fecha, Alivia su Carga, encabezada por Alicia Villegas, ha entregado 82 kits de bioseguridad y comida para personal sanitario de las áreas Covid | Fotos cortesía

La prueba dio negativo y su familia confió en ello, pero a la semana siguiente la señora ingresó con fiebre y dolor torácico. Desarrolló una neumonía bilateral en cuestión de tres días. Su familia se negó a llevarla al Hospital Dr. Raúl Leoni por temor a que muriera por falta de insumos.

Ya Jorge sentía fatiga y debilidad que, en principio, atribuyó al cansancio de las guardias médicas. Pero el 7 de julio su esposa, Ysyelith Pietrantoni, le dice que desde el domingo tenía fiebre. Ambos estaban febriles. El hombre pasó la noche de ese martes tomando acetaminofén y dipirona que parecían no hacer efecto.

Al día siguiente, Jorge acudió a su lugar de trabajo con dos soluciones, un yelco y una dipirona en el bolsillo para ser tratado por sus colegas. Ese día, su paciente ingresó en brazos de sus familiares al recinto, sin signos vitales. El diagnóstico: fallo cardiorrespiratorio. Fue entonces cuando Jorge confirmó la fuente del contagio y le fue imposible no reflejarse a sí mismo con el mismo final funesto. Sintió miedo.

Tanto él como su esposa entraron en cuarentena en su casa, lejos de sus dos hijos. El lunes 13 de julio fue un día crítico, aunque los rayos X de su esposa anunciaban una neumonía más grave que la suya, fue él quien entró en falla respiratoria, con una saturación de oxígeno en 84.

Con 40 de fiebre, 115 de frecuencia cardíaca y 84 de saturación, Jorge ingresó a la clínica después de ser trasladado de emergencia por su familia. La PDR salió negativa, mientras él recibía terapia de oxígeno. El neumólogo Carlos Albornoz -ahora fallecido por COVID- fue quien lo atendió.

El residente iba empeorando, tanto que aún con aplicación de oxígeno a 10 litros seguía desaturando. No era un buen pronóstico, y como médico él lo sabía. A mediados de julio, Jorge estaba acostado en la cama de Terapia Intensiva sin poder moverse. Entró en fallo respiratorio. Esa misma noche tuvo que ser trasladado a otra clínica.

Consigo solo se llevó la cédula, sabía que el pronóstico era malo. “Le dejé mi teléfono a mi esposa, por si fallecía”, contó el médico. Sabía que probablemente lo intubarían y eso empeoraría su estado.

 

Los equipos de bioseguridad siempre serán precarios y más en nuestro contexto, en el que tenemos que reutilizarlos incontables veces… pero la mayor falla es la falta de educación para la salud, en esta segunda ola, estamos como al comienzo, no aprendimos”.

Al ser un método invasivo, la ventilación mecánica puede empeorar el pronóstico de un paciente respiratorio porque, como no pertenece al cuerpo humano, puede hacer que el organismo desarrolle infecciones secundarias o nosocomiales (las que se adquieren dentro del hospital o clínica). Ese era el mayor temor de Jorge.

“Yo no voy a intubar porque tienes chance de salir de eso”, le escuchó decir a su médico tratante. La frase lo reconfortó. En Bolívar es poco probable que los pacientes intubados en Terapia Intensiva sobrevivan, entre otras cosas por el déficit de personal sanitario que afecta tanto al sector público como al sector privado de la salud.

El paciente en esa área depende 100% de los cuidados de enfermería. Por esto la situación es crítica si no hay personal suficiente. Hoy solo dos enfermeras deben atender entre 12 y 15 pacientes, cuando debería haber una enfermera por cada tres pacientes.

El déficit de personal se debe a varios motivos: falta de salarios dignos, transporte público, falta de insumos de protección, entre otros. Muchos profesionales optan por no trabajar más en el campo de la salud porque están exponiendo su vida y la vida de sus familiares. “La persona debe resguardar primero su salud y su vida, yo no puedo resguardar a otro si no me cuido yo”, explicó el médico.

En su momento más crítico, su familia decidió solicitar -vía redes sociales- medicinas, insumos de bioseguridad para el personal sanitario de Terapia Intensiva que atendía a Jorge y oxígeno. De ese momento crítico surgieron la iniciativa Alivia su Carga, encabezada por la doctora Alicia Villegas y Ayúdanos.

Ambas oenegés tenían el objetivo de conseguir insumos para Jorge, y luego, para todo el personal sanitario que lo necesitara durante la pandemia. “Yo recibí mucha ayuda de la sociedad civil, del gremio médico, y estoy sumamente agradecido por eso, en este momento tan difícil la clave está en unirnos”, expresó el médico.

El 24 de julio, luego de que Jorge salió del cuadro crítico, aún no habían llegado los resultados de la prueba PCR, por lo que no podían darle aún el alta médica. Una semana después, salió del recinto.

Una mano tendida para ayudar es el símbolo que la doctora Alicia Villegas escogió para representar la organización Alivia su Carga que tiempo después se convertiría en apoyo clave para personal sanitario, especialmente del sector público de la salud en Caroní.

“Queríamos que en medio de todo esto se sintieran apoyados y se sintieran valiosos, era como un: ¡Gracias por estar allí, gracias por recibir a los pacientes, la sociedad civil está contigo, gracias por cuidarnos! Ese es el sentido, expresó Villegas.

Engranando apoyo con otras organizaciones, comercios, abastos y demás emprendedores particulares, sumaron más de 20 voluntarios que hacen posible que hasta hoy la organización continúe repartiendo 15 comidas en el Uyapar para personal de las áreas COVID-19, y 25 para el Hospital Dr. Raúl Leoni, además de coordinar otros insumos. Jorge forma parte del voluntariado.

Durante 2020, Alivia su Carga entregó 82 kits de equipos de protección personal a trabajadores sanitarios de las áreas COVID-19 de ambos hospitales. De hecho, por dos meses consecutivos entregó una caja de insumos de bioseguridad semanalmente.

“Quisimos apoyar no solamente a los médicos, sino a todos los que trabajan directamente con pacientes con COVID-19”, manifestó Villegas. “Comenzamos ayudando a Jorge y después nos dimos cuenta de que podíamos ayudar a más personas”, dijo.

Trabajar con el conocimiento 

Obtener los equipos de bioseguridad necesarios ha sido una lucha constante del gremio de la salud en instituciones públicas y privadas, por la escasez de insumos y por lo costoso de las indumentarias. A un año de la pandemia, lo sigue siendo, pero todavía más para personal que está fuera del área COVID-19 que, por el colapso de los recintos, también corren riesgo de contagio.

El déficit de insumos de bioseguridad hace que el poco personal que hay trabaje en condiciones inseguras, reutilizando equipos que, aunque son bien higienizados, no es lo que establece el protocolo sanitario de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y esto no sucede solo en los hospitales, sino también en el sector privado.

“Los equipos de bioseguridad siempre serán precarios y más en nuestro contexto, en el que tenemos que reutilizarlos incontables veces… pero la mayor falla es la falta de educación para la salud, en esta segunda ola, estamos como al comienzo, no aprendimos”, expresó el médico.

Alivia su Carga entrega diariamente 15 comidas en el Uyapar para personal de las áreas COVID-19 y 25 para el Hospital Dr. Raúl Leoni

Aunque el personal sanitario tenga la mejor disposición de trabajar, su accionar depende de las instancias gubernamentales para la dotación de insumos, de lo contrario, el personal trabaja solo con su conocimiento, que no puede aplicar sin medicinas, equipos, laboratorio y demás elementos de la infraestructura sanitaria. “Si no tenemos eso, todo se queda en teoría, pero se hace lo que se puede con lo que se tiene”.

Hasta el 15 de marzo de este año, la organización Médicos Unidos Venezuela contabilizó 354 médicos fallecidos por COVID-19 en el país, sin contar a otros trabajadores de la salud como personal de enfermería, camilleros y camareros.

A partir de la semana de contagio de Jorge, los casos de COVID-19 fueron aumentando, al punto que la mayoría de los pacientes que llegaban a su lugar de trabajo tenían síntomas respiratorios. En ese momento, el país enfrentaba primera ola de contagios por el virus, que desde entonces se ha cobrado la vida de más de mil personas en el país y en el estado Bolívar.

Solo en julio de 2020 se llegaron a detectar en Bolívar 20 casos de COVID-19 diarios en promedio y, hasta 80 casos diarios en algunas ocasiones. Solo entre julio y septiembre de 2020, en el estado habían muerto 16 trabajadores sanitarios.

Hoy, el país enfrenta la segunda ola de contagios y el estado Bolívar es una de las entidades con más casos detectados, incluyendo la nueva variante amazónica del virus SARS- Cov-2. El municipio Caroní sique siendo una de las entidades con más casos reportados de acuerdo con las autoridades sanitarias. “Las cosas no han cambiado mucho, incluso están peores, no hemos aprendido. Esto es como comenzar de nuevo”, señaló el médico.

Hace un mes inició la vacunación de personal sanitario que está en la primera línea de atención a pacientes con COVID-19 o sospecha de la enfermedad. Pero hasta la fecha, todavía el personal sanitario de las clínicas, como Jorge, no ha sido vacunado, aunque se espera que la vacunación de este sector inicie pronto.  

– ¿Qué lo hizo volver a trabajar en el sector salud pese a este contexto? 

–  La motivación es seguir ayudando, para eso estudiamos y para eso seguimos ejerciendo esta carrera, más allá de los riesgos que sabemos que conlleva.