En la inmensidad del Bajo Caura, entre imponentes árboles y el canto de las aves, se encuentra un lugar místico: el Yadakadu kenü, conocido como Caño Mono. Para el pueblo yekwana, este no es un simple sitio, sino un portal hacia lo sagrado, un espacio impregnado de ancestralidad y conectado con la esencia misma de su ser.
Un refugio de paz y respeto
El abuelo Raimundo Flores, artesano y sabio yekwana, nos guía a través de la memoria oral hacia este lugar venerado. Sus palabras, cargadas de sabiduría y respeto, nos revelan las normas que rigen en este espacio sagrado: aquí no hay lugar para gritos ni maldiciones, pues el amo del Yadakadu kenü responde con furia ante tales faltas de respeto. Las lluvias torrenciales y la enfermedad son solo algunas de las consecuencias que podrían desatarse.
Armonía con la naturaleza
Las actividades como la siembra y la construcción de comunidades están prohibidas en este territorio sagrado. El amo del Yadakadu kenü vela por la preservación de su dominio, y cualquier alteración a su orden natural podría traer consigo desequilibrios y enfermedades.
Sin embargo, la pesca no está sujeta a estas restricciones. Siempre y cuando se realice con respeto y sin abusar de las especies, los yekwana pueden obtener alimento de este lugar sagrado. Esta relación armoniosa con la naturaleza es un pilar fundamental de su cosmovisión.
Flores nos invita a reflexionar sobre la profunda conexión que existe entre los sitios sagrados naturales y las culturas indígenas.
Estos espacios, fundados en montañas, bosques, ríos y cuevas, representan un legado ancestral, un sistema de conocimiento tradicional que ha perdurado a través del tiempo.
“Son espacios de defensa y protección espiritual”, afirma el sabio yekwana. “Son códigos de gobernanza territorial que reflejan la relación profunda que existe entre la naturaleza y el conocimiento indígena”.
Raimundo Flores recuerda que la lucha por el reconocimiento y la protección de los sitios sagrados naturales es una batalla por la preservación de la identidad yekwana. “Si yo no pude lograr el anhelo de mi pueblo”, nos dice con esperanza, “mis nietos seguirán luchando por el reconocimiento de nuestra historia, de nuestra cosmovisión”.