“Barquisimeto, única ciudad de Venezuela en la que se ubican fragmentos de la cruz en la que fue crucificado Jesucristo”: el impresionante titular es del medio de comunicación larense El Impulso, se publicó en plena Semana Santa de 2023, (específicamente el domingo de resurrección o 9 de abril). Refleja un hecho quizás infranqueable en el terreno de la religión, la espiritualidad y la fe, pero extremadamente improbable en las aceras de la historia, la ciencia y los hechos que podemos verificar a través de un método. ¿Cómo es eso?
La historia -quizás no tan conocida- aparece explicada con un poco más de detalle en otro medio de comunicación regional, Noticias Barquisimeto, en una nota publicada el 1 de abril de 2021.
En 1961, el merideño José Humberto Quintero (1902-1984) fue ordenado primer cardenal católico de la historia de Venezuela por el entonces papa italiano Juan XXIII.
En el Vaticano, Quintero recibió como obsequio un fragmento muy pequeño de las presuntas reliquias de la “cruz verdadera” de Jesucristo que reposan tanto en la llamada Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén (aunque el nombre puede ser confuso, este templo queda en Roma, no en Jerusalén) como en el Vaticano, a dónde se trasladó una porción de madera desde aquel templo en 1629.
A Quintero, al parecer, le unía una especial relación con Barquisimeto o con quien ejercía de obispo en la catedral larense, por lo que se decidió dejar en esa ciudad la reliquia, para la que se construyó un templo específico inaugurado en 1964, la iglesia de la Santa Cruz (en la avenida Libertador barquisimetana).
Según las informaciones de las que disponemos en la prensa larense, no queda claro de qué tamaño es la reliquia, que está encerrada en una cápsula. El Impulso habla de “un par de astillas” y Noticias Barquisimeto indica que es una sola astilla.
¿De verdad es un fragmento de la cruz en la que murió Cristo?
Aquí nos adentramos en dos territorios totalmente distintos, pero no necesariamente incompatibles: el de lo religioso y las creencias personales, por un lado, y el de la historia como ciencia social, la arqueología, el método científico y cualquier otra forma de verificar los hechos de manera sistemática.
El hecho de que la presunta reliquia de la “cruz verdadera” de Jesucristo sea un obsequio “certificado” por el Vaticano y entregado en las propias manos al cardenal Quintero no quiere decir que, en estricto sentido histórico, estemos ante un verdadero pedazo de la cruz de madera en la que -según los evangelios- expiró el personaje central del cristianismo.
La historia detrás de la “cruz verdadera” certificada por el Vaticano -también llamada “vera cruz”, de allí el nombre de ciudades como Veracruz, en México- es extremadamente incierta.
Presuntamente, Helena de Constantinopla (llamada luego en español Santa Elena o Santa Elena de la Cruz por los católicos), madre del emperador romano Constantino el Grande (el primero que se convierte al cristianismo) y una especie de emperatriz honorífica, hizo una peregrinación a Tierra Santa ya en la etapa postrera de su vida, entre los años 326 y 328. Allí se le atribuyen una serie de hallazgos de reliquias cristianas, entre ellas la “vera cruz”.
El “método” de comprobación de Helena fue el siguiente: los lugareños de Jerusalén la llevaron al supuesto Monte del Calvario donde habrían crucificado a Jesús. Allí se había edificado un templo de una deidad romana (Venus o Júpiter, según diferentes versiones), que Helena ordenó derribar. En la excavación posterior se habrían hallado los restos de tres “cruces”: la de Jesús y los dos ladrones que le flanquearon en el martirio. Helena “verificó” cuál era la de Jesús cuando supuestamente el contacto con la madera sanó milagrosamente a una mujer enferma.
Uno de los problemas es que todo esto fue escrito por historiadores que vivieron después de la muerte de Helena, es decir, no estuvieron en el lugar de los hechos durante esa peregrinación.
“Muy probablemente ese madero (hallado por Helena) no sea la cruz donde fue crucificado Jesús, porque pudieron pasar muchas cosas con ese pedazo de madera (el original). Por ejemplo, que los romanos la hayan reutilizado para otra crucifixión, en otro lugar y con otras personas”, señaló la historiadora Candida Moss en un reportaje publicado por BBC Mundo (2 de abril de 2021).
El espacio de tiempo de la presunta peregrinación de Helena, “casi tres siglos después de la muerte de Jesús, es lo que hace improbable que esos objetos que fueron encontrados en Jerusalén, como la cruz donde murió o la corona de espinas, sean los verdaderos”, indicó otro historiador (Mark Goodacre) también a BBC Mundo, y agregó: “Las reliquias cristianas son más un deseo que algo verídico”.
Es decir, trabajamos sobre una serie de presunciones cada una más difícil de comprobar que la otra: que los restos de una cruz de madera hayan sobrevivido tres siglos, que el sitio de la crucifixión de Jesús fuera el señalado, que la visita de Helena (hace unos 18 siglos) haya transcurrido tal como es registrada por cronistas posteriores a su vida, que lo que llegó a Roma unos siglos después como trozos de la “cruz verdadera” tuviera el mismo origen anterior, etc.
¿Qué dicen las fuentes católicas?
Incluso entre fuentes católicas oficiales, es difícil conseguir información que “valide” los restos de madera en Jerusalén (actual Israel), Roma y otras ciudades de Europa. Hay otras ramas antiguas del cristianismo, aparte de la Iglesia Católica, y las autoridades de varias de ellas aseguran tener sus propios restos “verdaderos” de la cruz de Cristo.
Un arquitecto francés del siglo XIX, Charles Rohault de Fleury (1801-1875), fue el primero que hizo un arqueo más o menos metódico de los presuntos restos de la cruz regados por Europa (las reliquias de Jesucristo y de santos eran el equivalente a las atracciones turísticas de la Edad Media). En total, según su investigación, ocupaban juntos apenas unos 4 mil centímetros cúbicos de material, algo así el espacio equivalente a cuatro botellas de un litro. Muchos de estos pequeños pedazos de madera, según se examinó luego, eran del árbol de olivo, del que la mayoría de los historiadores descartan que fuera la usada para las crucifixiones.
“La madera (de olivo) tiene muchos huecos, haciendo muy difícil que los clavos aguanten el peso de la víctima”, señala otra investigación de CNN en Español (27 de marzo de 2015).
Parte de la “cruz verdadera” que reposa en Roma, presuntamente, corresponde al Titulus Crucis, es decir, el título dispuesto sobre la cabeza de Cristo donde se leían las siglas Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum en latín (INRI), es decir, “Jesús de Nazaret, rey de los judíos”.
“La Universidad Roma III llevó a cabo la datación por radiocarbono del Titulus Crucius, lo que mostró que la reliquia correspondía a algún momento entre los años 980 y 1146 después de Cristo. Esto obviamente arroja dudas sobre la creencia de que el título es el original de la Cruz de Cristo. En ausencia de cualquier explicación de por qué la datación por carbono podría estar equivocada, lo más probable es que el título sea al menos una copia del original, o muy similar al mismo”: esto lo indicó en 2021 una medio católico que podemos considerar como oficial, el Catholic Leader de la arquidiócesis de Brisbane (Australia).
La página oficial de la Santa Sede no contiene ningún documento que haga alusión a la “veracidad” de los supuestos trozos de madera de la cruz de Cristo alojados en templos de Roma. De hecho, el tema de la “vera cruz” (la creencia en una reliquia real de la cruz) prácticamente es omitido allí.
“Hay evidencia que confirma la existencia histórica de Jesús de Nazaret. Otra cosa son aquellos objetos de los que hizo uso y que han podido llegar hasta nuestros días, cuya autenticidad en la gran mayoría de los casos no puede certificarse sino por la tradición que acompaña a la piedad”: esto se lee en Omnes (2021), que es uno de los portales noticiosos más importantes del catolicismo, aunque no lo podamos considerar un órgano oficial del Vaticano o la Iglesia.
El resultado
Incluso aunque la astilla (o astillas) de la “cruz verdadera” de Cristo que están en Barquisimeto sean una reliquia oficial donada y “certificada” por el Vaticano, esto no implica que el origen previo de esos trozos de madera traídos de Roma hayan sido verificados con métodos históricos o arqueológicos como restos de la cruz donde murió Jesucristo (el personaje histórico) hace un par de milenios.
Creer o no creer que esos sean fragmentos de la “cruz verdadera” es un asunto de fe, de creencias personales y de simbolismo espiritual, no de pruebas históricas reales, que en este caso son extremadamente inciertas.