El papa Francisco deseó este miércoles que se redacte lo antes posible un documento con “posibles itinerarios de acompañamiento”, dedicados específicamente a las parejas separadas, los divorciados y a los que se volvieron a casar para que no se sientan abandonados por la Iglesia.
Así se lee en el prefacio escrito por Francisco del documento publicado por el dicasterio (ministerio vaticano) de los Laicos, Familia y Vida. El texto se dedica a dar algunas pautas a los matrimonios, en su preparación y para evitar su fracaso.
Francisco valora la publicación de ese escrito. Sin embargo, añade que es su “ferviente deseo que a este primer documento le siga cuanto antes otro, en el que se indiquen métodos pastorales concretos y posibles itinerarios de acompañamiento, dedicados específicamente a aquellas parejas que experimentaron el fracaso de su matrimonio y viven en una nueva unión o se volvieron a casar civilmente”.
Fraternos de acogida
“La Iglesia, en efecto, quiere estar cerca de estas parejas y caminar también con ellas para que no se sientan abandonadas y puedan encontrar en las comunidades lugares accesibles y fraternos de acogida, de ayuda al discernimiento y de participación”, escribe Francisco.
En el documento se dice que “hay que acoger y valorar especialmente el dolor de quienes sufrieron injustamente la separación, el divorcio o el abandono. O bien se vieron obligados a romper la convivencia por los maltratos del cónyuge”.
El documento del Papa no contempla el tema de dar la eucaristía para aquellos católicos divorciados que se volvieron a casar. Esto es algo que dividió a la Iglesia durante los últimos años.
Remedio extremo
Sólo indica que “hay que alentar a las personas divorciadas que no se volvieron a casar -que a menudo son testigos de la fidelidad matrimonial- a encontrar en la eucaristía el alimento que las sostenga en su estado”.
Por otra parte, el documento indica que “a pesar de todo el apoyo que la Iglesia puede ofrecer a las parejas cristianas hay, sin embargo, situaciones en las que la separación es inevitable”.
“A veces puede llegar a ser incluso moralmente necesaria”, dice. En concreto, cuando “se trata de sustraer al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de las heridas más graves causadas por la prepotencia y la violencia, el desaliento y la explotación, la ajenidad y la indiferencia”, añade.
Pero subraya que “debe considerarse como un remedio extremo”, es decir, “después de que cualquier intento razonable haya sido inútil”.