Conocí a Milagros Mata Gil en la década de los años 80. Para aquellos tiempos estaba casada con mi hermano de oficio, el poeta Néstor Rojas.
Milagros era editora de uno de los medios de comunicación más emblemáticos para aquellos tiempos, Antorcha de El Tigre, que era dirigido por don Edmundo Barrios. Fue adjunta a don Barrios, por lo tanto el alma de ese medio en el espectro cultural, nada se imprimía si no llevaba el visto bueno de Milagros.
Alternaba el agotador trabajo periodístico con el oficio de escribir en serio en un país donde por lo general los escritores son ignorados adrede. Mata Gil fue siempre polémica y crítica al stabliment, no tenemos que hablar de incomodidad porque su obra novelística es un cuestionamiento con forma y forma a la sociedad venezolana.
Milagros empezó a ganar casi todos los premios de ensayo y narrativa del país, los años 80 y principio de los 90 fueron determinantes para la concreción de su obra.
Con la novela La casa en llamas, ambientada en Ciudad Bolívar, ganó el Premio Fundarte y un año después ganó el Premio Miguel Otero Silva con la novela Memorias de una antigua primavera, ambientada en El Tigre.
Dentro de su bibliografía hay un ensayo sobre el poeta portugués Fernando Pessoa, producto de este reconocimiento fue becada y vivió en Portugal y México, para luego ser nuevamente reconocida con una beca creación en Irlanda.
Mata Gil junto a Victoria de Stefano, Elisa Lerner, Antonia Palacios son nuestras narradoras más importantes del siglo XX e inicios del XXI.
Paz eterna a Milagros Mata Gil.