Para María Cecilia Angarita la música es una constante. Como si de caminar se tratase, una de las habilidades que su madre deseaba inculcarle era el amor por las artes y, especialmente, por la música. Con cariño y melodía fue su progenitora quien le enseñó a tocar cuatro, la llenó de sonatas de piano y le ayudó a florecer en la cultura musical desde muy joven en su natal Caracas.
A pesar de que reconoce no venir de una familia de músicos, la introducción a la cultura y el arte era algo de gran preponderancia en su hogar y fue así como aprendió a tocar los instrumentos, a apreciar las melodías y, cómo no, a participar y liderar actividades desde que era una niña en las escuelas donde estudió.
¿Cómo fue su inicio en el mundo de la música?
– Desde niña, quien me introdujo en la música fue mi mamá. Mi mamá a todos en la casa nos puso a estudiar piano porque formaba parte de la formación que querían darnos nuestros padres. Además, yo toco cuatro porque mi mamá me enseñó a tocar cuatro y me dio un librito de canciones.
Con lo que me enseñó mi mamá, aprendí a tocar cuatro. Las clases de piano son el inicio de todo. Estudié piano y guitarra con el profesor Juan Bernal y guitarra con Luis Escalante. Mi profesor de guitarra pensó que yo tenía mucho talento y me hizo entrar en el Coro con Venezuela, era un coro de adultos y yo era una niña de 15 años. Él habló con mi mamá y le pidió permiso para que yo entrara a cantar en ese coro que dirigía el maestro Eduardo Plaza.
– ¿Viene de una familia musical?
– No son músicos, pero mi mamá nos puso en contacto con la música. Ese primer coro marcó mi vida. El que empieza a cantar en un coro es como una enfermedad, no se te quita, donde estés, en cualquier parte del mundo sientes que tienes que estar en un coro porque lo necesitas. En el colegio me metía en cuanto grupo había y dirigía cuanto grupo había. Tenía un liderazgo natural sin mucho estudio, después fue que lo hice en serio.
De coralista nobel a directora de coro: sinfonías entre campamentos mineros
Desde los 15 años, María Cecilia disfrutó de participar en múltiples actividades culturales, por supuesto, sin saber que más adelante ella jugaría el rol que tenían sus profesores con otros jóvenes. Culminó su educación en la Universidad Metropolitana de Caracas donde egresó como administradora, obteniendo su primera oportunidad de trabajo en Bauxiven, una empresa básica perteneciente a la Corporación Venezolana de Guayana.
Esta oportunidad de trabajo la llevó a Los Pijiguaos, una parroquia olvidada del municipio Cedeño, donde se encuentran los campamentos mineros de la extracción de bauxita.
Fue entonces, a finales de la década de 1980, cuando una joven María Cecilia se radica en el estado Bolívar, planteándose como primera interrogante: ¿dónde voy a cantar? Para resolver esta situación, propuso a la compañía que la había contratado formar un coro, un amanecer cultural para esta localidad que llevaría su dirección y sello.
Y así fue. Tal como en sus sueños, se formó Anakawón, vocablo que significa amanecer. Con vocación, un sueño y el apoyo de su tutor el maestro Eduardo Plaza, la coralista pasó a ser la directora de esta coral que trajo grandes esperanzas y buenos momentos para esta pequeña comunidad, alejada de las artes y relegada a la explotación minera.
La experiencia llevó vida a la población. Los obreros de Bauxiven trabajaban mejor con música y el gozo era grande cuando podían escuchar las notas de Anawakón. Además, Angarita buscaba hacer guiños con su música a los ritmos típicos de los pueblos de sus espectadores, creando un arte que se volvió otra de las riquezas que aquella tierra emanaba, llenándola de buena energía, trabajo en equipo y movimiento cultural.
– ¿Qué la llevó a trasladarse a Los Pijiguaos? ¿Cómo surge la idea de hacer un coro?
– Me gradúo y empiezo a trabajar en Bauxiven que es hoy en día es Bauxilum, se estaba desarrollando el proyecto minero en Los Pijiguaos y me voy a trabajar a Los Pijiguaos como administradora. Una vez que estoy allá, me pregunto: ¿dónde voy a cantar yo? Hablé con la Gerencia de Proyectos y los convencí de llevar al profesor Eduardo Plaza para que fuera a Los Pijiguaos. Entonces, él iba cada dos meses, formamos un coro y él me daba material para trabajar yo con las personas de esa zona. Creo que fue el primer coro hecho en selvas venezolanas. Él me daba el material y yo con la gente montaba las canciones, él venía cada dos meses, veía lo que yo trabajé y organizábamos presentaciones y conciertos. Fuimos a Puerto Ayacucho, cantamos en Puerto Ordaz, viajamos a Caracas. Así fue que realmente empecé a dirigir coros. En la selva de Los Pijiguaos.
– ¿Qué significó ese cambio de pasar de cantante a directora de coro?
– Yo siempre me involucraba en los montajes. Siempre tenía una participación especial, pero esta vez tuve que atreverme a dirigir de la mano de Eduardo Plaza, maestro de altísimo nivel. Me di cuenta de que me gustaba mucho. Tanto tanto que allá en Los Pijiguaos decido que me quiero dedicar a eso y que voy a terminar mis estudios de música para dedicarme a eso formalmente. Viví 7 años en Los Pijiguaos y después me voy para Puerto Ordaz, allá estudio en la Escuela de Música de la Alcaldía, Almacaroní, y soy la primera egresada de esa escuela de música, tenía más o menos 35 años.
– ¿Cuáles fueron las experiencias más resaltantes que vivió con la coral de Anawakón en Los Pijiguaos?
– Anawakón fue un nombre que le pusimos al coro. En lenguaje panare significa amanecer. Era el amanecer del canto coral en esa zona tan remota. Después yo paré porque salí embarazada de mi primer hijo, di a luz en Caracas y retomé formando el grupo Sarrapia que era de puras mujeres.
Todo esto en Los Pijiguaos. La experiencia más increíble que viví fue irnos a cantarles a los obreros, a los trabajadores hasta su puesto de trabajo. Nos íbamos al pie del cerro, al área de ferrocarril… Yo sabía que había gente de todas partes de Venezuela, gochos, gente de Cumaná, de Caracas…
Entonces yo juntaba canciones que fueran significativas para ellos y esos obreros se emocionaban. Una vez montamos una que hablaba de diferentes pueblos del estado Bolívar. Empezamos a cantar y hubo un obrero que se emocionó tanto porque habían nombrado el pueblito de donde él venía.
Aquel hombre era una felicidad. Fue una etapa de producir tanta felicidad y alegría. Fue transformador en mi vida y decidí dedicarme a eso.
– ¿Qué tan importante es para un cantante o músico pasar por una coral?
– Un coro para mí es importantísimo. Yo le digo a los padres: no saben lo importante que es que un niño cante en un coro. Tú no sabes si tienes un Pavarotti ahí. En el coro aprenden a reconocer su voz, reconocer la voz del otro, aprenden a manejar su voz en contacto con otros y da entrenamiento auditivo, que contribuye con el nivel de afinación. Hay personas que vienen con un chip y no necesitan eso, pero cualquier persona que quiera cantar y canta en un coro le permite afinar mejor.
Guayana: el último destino en Venezuela
Recordar Guayana para Angarita es un pasaje por grandes éxitos profesionales y logros, pero también sus últimos recuerdos en Venezuela, porque en el año 2018 emigró a Estados Unidos.
Desde 1995 llegó a Guayana, primera ciudad planificada del país, con el propósito de estudiar música y convertirse en una directora coral profesional, siendo la primera egresada de la Escuela de Música Almacaroní, en San Félix.
Su paso por Guayana la llevó a dirigir tres grupos corales, en el Colegio Los Próceres, donde estudiaron sus hijos. Dirigió durante 10 años la Coral Institucional de la UCAB Guayana y fue profesora de la Escuela de Educación de esta casa de estudios.
En este sentido, María Cecilia consideró que en la ciudad el arte se vio afectado por la politización de los apoyos gubernamentales, ya que era imposible acceder a algún tipo de financiamiento si no se respaldaba al partido de gobierno.
– ¿Qué fue lo más relevante de tu trayectoria en Guayana además como profesora universitaria?
– Llegué y comencé a trabajar como ayudante de la profesora Irma Iorio en el coro infantil de Bauxilum. Trabajé también como asistente en la Escuela de Música de la Alcaldía. Yo tenía una base y estaba estudiando para completar mi carrera. Ayudé en el coro infantil de la Alcaldía. Después, empiezo a trabajar con el Colegio Los Próceres, estuve 15 años trabajando y desarrollé un movimiento coral muy grande: formé el coro infantil I, niños entre 6 a 10 años; juvenil de 10 hasta 16 años; y formé el coro de padres y representantes. Con el coro de niños grabamos discos, hicimos conciertos maravillosos. Con el coro juvenil fuimos a Boa Vista y cantamos en el Teresa Carreño. Fuimos a cantar a Ecuador. Tuvimos un movimiento grande. Yo dejé de trabajar porque mis hijos se graduaron. El coro de adultos quise seguir trabajándolo, fuimos por nuestra cuenta y se creó un coro femenino que se llamó Jácara, adscrito a la asociación Mujer, Voz y Vida.
– ¿Qué tan empoderante es para la mujer pertenecer a este tipo de actividades?
– Nosotras pensamos que las mujeres tenemos derecho al arte. Tenemos derecho a sentir placer cantando. No solo trabajando y siendo amas de casa. Tenemos derecho a divertirnos y disfrutar del arte. Del canto. Tener la oportunidad de expresarse a través del canto, y éramos mujeres que compartíamos una visión de vida, eso producía un bienestar inmenso en estas mujeres.
– ¿Cómo ves las políticas públicas para promover el arte en Guayana y Venezuela?
– La situación política afectó culturalmente al estado. Todas aquellas agrupaciones que estaban de acuerdo con el proceso político gobernante tienen ventaja y siempre las tuvieron. Una vez una alumna me comentó que inscribiera la agrupación en el Ministerio del Poder Popular de la Cultura para recibir beneficios. Para inscribirme tenía que decir que estaba de acuerdo con el socialismo del siglo XXI, un poco de cosas. En Venezuela, para existir culturalmente, tienes que estar de acuerdo con el gobernante.
No. Yo tenía limitaciones para presentarnos. Siempre tuve el apoyo de la Sala de Arte Sidor, pero después la situación se puso más complicada y no eran tan generosos. Otorgaban beneficios a quienes estaban de acuerdo con ellos y firmaban sus papeles y sus cosas. Es totalmente una politización de la cultura.
Directora coral y profesora de música en Estados Unidos: profundización en técnicas de enseñanza
Ante la crisis del país, la coralista decidió emigrar a Estados Unidos durante el año 2018, dejando atrás grandes logros como Jácara, Sarrapia y Anawakón. Pero con un solo objetivo: pulirse como educadora musical y seguir motivando a las personas a cantar.
Comenta entre risas que estaba en los Estados Unidos de vacaciones, pero ante la reconversión monetaria prefirió quedarse, ya que desconocía hacia dónde iba la política económica del país.
Como su cuestionamiento típico se preguntó: ¿Dónde voy a cantar? La vida la llevó a la iglesia Saint Joseph of the Palisades, donde trabajó dando clases de piano. Ascendió a directora de coro infantil y fundó el coro femenino.
La experiencia le ha permitido mejorar sus conocimientos para impartir educación musical, considerando actualmente que trabaja de forma holística, yendo más allá de la teoría musical y volviendo la enseñanza más pragmática. Comentó que, hasta la fecha, nunca ha estado sin alumnos, ya que ha logrado hacerse reconocida como profesora de piano.
“Decidí quedarme aquí y empecé trabajando como voluntaria en una iglesia. Aquí las iglesias tienen directores de música, a quienes les pagan un sueldo y tienen que crear música determinada para cada misa…Es complejo.
Empecé a trabajar en esta iglesia dirigiendo el coro infantil. Había coro de niños de habla hispana y coro de niños de habla inglesa. Yo hablo inglés y empecé dirigir el coro de niños que hablaban inglés. Fundé el coro de mujeres de esa iglesia. Empecé como empecé en Puerto Ordaz. Puse un cartel que decía: se dan clases de piano. La iglesia me permitía dar clases con el piano de la iglesia y yo le daba un aporte a la iglesia. Así fue como comencé. He estado durante estos 7 años dando clases de piano que era lo mismo que hacía allá. Poco a poco vino otro y otro y siempre estoy así que no tengo cupos. He tenido muchísimos alumnos. Siempre he estado full”, expresó Angarita.
Como el entorno académico siempre le ha dado buenas oportunidades, la caraqueña empezó a dar clases de artes escénicas en un high school de la ciudad. Desde 2022, labora como ministro de música en la iglesia Sacred Heart.
“Actualmente estoy en Nueva Jersey. Adicionalmente de trabajar con iglesias, empecé a trabajar como profesora sustituta en un high school de aquí. Trabajaba en el área de teatro musical y ahí aprendí muchísimo sobre musicales de Broadway. Porque, así como nosotros nuestros actos culturales en los colegios se monta la Burriquita, el Sebucán… Aquí los colegios lo que montan son musicales de Broadway. Aprendí muchísimo durante esos 7 años. Empecé también a trabajar en colegios católicos dando clases de español. Actualmente estoy en dos colegios de la comunidad”, manifestó.
– ¿Cómo consideras que has evolucionado en la docencia? Has trabajado con obreros, personas de localidades alejadas, profesionales de la comunicación… ¿cómo has logrado unir toda esta experiencia y profundizar en tu técnica de enseñanza?
– Fíjate, el método que yo desarrollé para enseñar piano es el mismo que usaba allá. Es perfecto porque se aplica a cualquier cultura. Tuve que aprender modismos y temas específicos. Yo hablo inglés, pero hay que adaptarse a ciertas expresiones para que los niños me entendieran. Pero, básicamente, mi método es el que aplico aquí. Y les encanta a los muchachos. Siempre tengo gente esperando para recibir clases. Mi metodología se basa en ajustarme al ritmo de cada estudiante. Hay un curriculum que hay que tener, pero no todo el mundo aprende a la misma velocidad. Yo le planteo al alumno metas en función a lo que él puede hacer. Si el alumno es un avión, a ese le saco jugo; pero si es un alumno promedio que estudia música como algo complementario, a ese lo llevo a su velocidad. Pero tanto al que va a millón como al que va despacio, le aplico el mismo método. Pero me adapto a la velocidad de cada quien. Yo en clase desarrollo técnicas, lectura musical y repertorio. Entonces tocan desde el primer día.
– ¿Cuál es tu mensaje para aquellas personas que creen que no se puede vivir de la música?
– Dedícate a hacer lo que te gusta hacer. Si tú logras identificar qué es lo que te gusta hacer y lo haces con pasión, estés donde estés, se van a dar las cosas para que lo hagas. Pero tienes que hacerlo con pasión y convicción. Creyendo en ti mismo. Mira cómo yo empecé aquí, desde cero. Pero yo creo en esto. Es lo que me gusta. Si me mandan a la China, voy a hacer lo mismo. Es mi pasión.