Una camisa negra con las siluetas de varios jóvenes saltando desde el puente Angosturita hacia el río Caroní bajo las luces del atardecer, es la primera imagen que se viene a la mente cuando se piensa en José Miguel Zamora, un productor y cineasta guayanés que tiene más de una década poniéndose la franela alusiva a su primera película: El Salto de los Ángeles.
Pese al desgaste de la prenda, el cansancio físico y el agotador trayecto que Zamora ha tenido que recorrer, hoy -14 años después- está a punto de ver materializado su sueño: estrenar un filme pensado, producido y ambientado en la tierra del calipso, su amado estado Bolívar.
Si bien se dice fácil, el proyecto lo ha llevado a trastabillar más de una vez, pero también lo ha conectado con lo que considera la parte más importante de su reto audiovisual: la identidad, la raíz, la casa.
Insatisfacción universitaria: inicios de un creador independiente
Para José Miguel el cine fue una serendipia. Reconoce que no tuvo familiares artistas ni le fueron inculcados estos dotes desde niño. Más bien, asevera que, de manera casi instintiva, encontró en la producción una forma de satisfacer sus ganas de contar historias.
Si bien intentó estudiar, los contenidos ofrecidos en la carrera de comunicación social, la única que estaba más cerca a sus preferencias, no le llenaron y entonces, orientó sus esfuerzos en otras direcciones. En 2009 tomó un bolso, una gorra y lo poco que tenía, y logró emprender un recorrido como mochilero por diferentes ciudades del país.
Este viaje lo dejó pletórico de añoranza. La inmensidad, los paisajes y las dinámicas de la región apenas logran arropar la multiplicidad de historias, vivencias y tradiciones de los bolivarenses. Fue entonces cuando, en sus palabras, descubrió su propósito: crear la primera película filmada y ambientada en Guayana.
– ¿Cómo inició tu interés por el cine?
– Desde los 13 años me gustaba escribir y contar historias. Recuerdo que estudiando tercer año de bachillerato ya había escrito sinopsis, historias y películas de acción. Me imaginaba ese tipo de proyectos y actividades. Desde adolescente disfrutaba las obras de teatro y las películas. A los 18 años trabajé en el Hotel Intercontinental (hoy Venetur), yo era de mantenimiento. Cada vez que estaba trabajando allí, en ese ambiente de hotel y casino, me empezaba a imaginar historias y escenografías. A partir de allí, con esas ideas, escribí una primera novela que se llama Ambición de Poder, tiene que ver con el tema político y religioso. Es de acción.
– ¿Cómo fue tu proceso de formación? ¿Estudiaste cine?
– Puedo decir que esto que hago ha sido parte de un propósito de Dios. Parte de mi vida interna. Me gusta viajar, vivir y contar historias: algún propósito hay en eso. Me he formado a través de cursos y talleres con otros profesionales del área cinematográfica. Yo estudié comunicación social en la Universidad Bicentenaria de Aragua, pero no terminé. Me fui a viajar por Sudamérica en el segundo semestre, cuando regresé intenté retomar, pero cuando fui a la universidad sentía un vacío. Ya yo había trabajado en muchos proyectos, producía y no me llenaban las clases o los profesores de ese momento.
– ¿Qué vino antes de El Salto de los Ángeles? ¿Cuáles fueron tus primeros trabajos?
– Me llamaron la atención los cursos de cine que hacían en Caracas, así empecé a aprender cómo narrar historias. Hice muchos talleres y fui fogueándome. ¿Cómo sobreviví antes? Vivía de bodas, bautizos, eventos. Yo fui el camarógrafo y el fotógrafo de muchas bodas. Eso es parte del camino, del querer vivir de la cámara y el arte. De la fotografía. Algo muy interesante, a partir de allí me enserié un poco, fue haberles grabado a mis excompañeros de clases -que ya estaban en el sexto semestre- muchos proyectos. Yo no estaba estudiando, pero ellos me pagaban para hacerles sus trabajos. Llegué a hacer como 6 proyectos audiovisuales a otros compañeros. En un momento, me provocó hacer mi propia historia. Producía para otros y me preguntaba, cuándo haré yo mi propio cortometraje y mi propia historia. Mi primer corto se llamó De la fe al miedo. Ese es mi primer proyecto.
Una juventud resiliente: un aspecto no contado
La manera en que la crisis y la pobreza arropa a los jóvenes y los acerca a la delincuencia, fue una de las dinámicas que más impactó al productor en sus visitas a comunidades vulnerables y mineras.
Cuenta que, si bien le sobrecogió cómo la mayoría de los adolescentes terminan delinquiendo, consideró que la historia de adolescentes en malos pasos se ha vuelto un cliché en el cine venezolano. Contrario a lo que impacta a la mayoría de los escritores, para Zamora fue aún más interesante cómo un porcentaje ínfimo logra salir adelante ante todo pronóstico.
Fue entonces cuando conoció a una mujer de la comunidad de Campo Rojo, en San Félix, quien salía a trabajar diariamente dejando 9 hijos encerrados en casa en un intento de alejarlos del crimen y las drogas. Nueve hijos que, hoy por hoy, son profesionales. Jóvenes que, pese a la adversidad, salen adelante y logran superarse. “¿Por qué este lado nadie lo cuenta?”, se preguntó.
– ¿Cómo surge la idea de El Salto de los Ángeles?
– Esa idea fue naciendo con la idea de hacer mi primera película. Era mi objetivo. Hacer mi película y que fuera en Guayana. Esa era la intención. Aquí. Ya había hecho documentales, cine… Y se me metió la idea de hacer una película. Ya yo había viajado de mochilero acá en Bolívar. Una vez pasé por el puente y vi a esos chamos lanzándose al río Caroní. Pensé que era algo perfecto para inspirarme y contar una historia de Guayana.
Aposté todo mi dinero a la película y hubo un momento cuando nos quedamos sin comida. Paramos el rodaje por meses, por eso te repito que hay que tener fe. Orar. Pedir a Dios” |
– ¿De qué se trata exactamente la historia?
– Un chico que vive en Campo Rojo y va a buscar a su padre que se fue a las minas. Esa es la historia. Se me dio la oportunidad de participar en un taller de cine internacional en Caracas. Y allí te enseñan a tratar de hacer historias propias con identidad. Empecé a conocer varias áreas del cine y a descubrir el proceso de escribir. En un tiempo de un mes, logré escribir un guión.
– ¿En qué se diferencia este proyecto del cine venezolano en general?
– En ese momento había demasiado cliché en el cine venezolano de cine de violencia, malandros, chamos delincuentes. No había una historia de chamos que querían salir adelante. Traté de hacer algo distinto, explorar en esas vivencias de personas reales con las que conviví. Cómo unir todo este tema en una sola historia.
– ¿Por qué decidiste ahondar en el tema del abandono familiar y la migración?
– Por retratar nuestra realidad. Siempre me ha impactado la situación de los niños de la calle y quise sensibilizar sobre este tema. En mi película, el protagonista es un niño. Estos chamos también tienen sueños, estudiar, salir adelante. Pero su contexto les hace vivir cosas que no desean. A través de este chamo, busco retratar a esta generación que ahora ha tenido que trabajar para ayudar a sus padres. Chamos que luchan para sacar a su familia adelante. También hay que contar ese lado. Contemos la historia de los chamos que luchan y salen a trabajar. Que la juventud se vea reflejada en el chamo que sale adelante.
Un Charles Chaplin guayanés
Si bien el concepto de guión existe desde 2010, los años fueron pasando y ante las complicaciones de vivir en Venezuela, Zamora emigró a Brasil.
¿La disyuntiva? Continuar con su vida como migrante y olvidar la producción o seguir intentando. Pese al miedo, consideró que la opción de engavetar su sueño no era viable. Sin embargo, su estadía en Brasil le permitía obtener recursos a través del arte.
Como toda buena oportunidad se reviste de humor y pocas palabras, el productor se atrevió a desempolvar su sombrero de copa y personificar al humorista Charles Chaplin en las calles de Brasil. Un show que le permitía divertir a los transeúntes y, de una forma u otra, seguir viviendo del arte.
En 2019, Zamora creó su propia productora cinematográfica: La Chispa Film. El grupo desarrolló un proyecto comunitario y social, con el fin de documentar las vivencias de la comunidad de Campo Rojo, ubicada en San Félix.
– ¿Cuáles fueron los primeros retos que se te presentaron para emprender este proyecto?
– Mira, hay que tener la mente de soñador y creer en uno mismo. Fe en que tu película va a ser un éxito. Creer en cada letra que escribiste con tanto esfuerzo. Es un propósito en uno que te inspira y te hace creer. Primero que nada, hay que estar lleno de fe. Yo escribí esta historia para una convocatoria de cineastas de bajo presupuesto. Yo la escribí y pensé: guao, listo, escribí la historia. No. El proceso creativo no es así. No es como que escribo algo, la historia es buena, va al cine, me hice famoso. Eso lleva un proceso de corrección profundo. Yo mandé ese guión a La Villa del Cine, en ese momento, el guión no fue bien recibido. Dijeron que era una película de mucho presupuesto. Ellos buscaban algo de bajo presupuesto y decían que no tenían para grabar eso. Pero les gustó la historia, tuve consultoría de guión, me asesoraron. Me mandan al Centro Nacional Autónomo de Cinematografía. Me empecé a foguear, hice cortos, a producir. Ese guión quedó allí hasta que hice El Mejor Cacao del Mundo con el que gané el Festival de Cine Comunitario Nacional. Con ese premio solicité una lectura de guión para saber cómo iba mi proyecto y si tenía futuro. Profesionales en el área evaluaron el guión y dijeron que estaba bueno y en qué podía mejorar. El trabajo de guión es sumamente importante. Hay que trabajar muchísimo el guión. A veces guardarlo y volver a escribirlo. Ya con el guión seguro es más fácil. Puedes tener un mal director y un buen guión, y tendrás una buena película. Pero con un mal guión, así tengas un buen director: será una mala película.
– ¿En qué momento te planteaste seriamente empezar a trabajar para rodar la película?
– En 2019 iniciamos una fundación a través de La Chispa Film. Fue un año duro, la gente empezaba a irse del país. Pero yo quería hacer mi película en Venezuela. Yo me fui del país a Brasil. Pero tenía mi guión ahí. ¿Qué hacía? ¿Seguía mi vida y me olvidaba del sueño? Dije no. Vamos a volver a Venezuela y veremos cómo trabajar esto, pero eso implicó un plan. No es así de fácil. Un proyecto de familia con mi esposa. Organizarnos. Hicimos un proyecto juntos: cómo hacer una película en Venezuela desde el interior del país. En su momento nos dimos cuenta de que esta historia, aunque no fue inspirada en algo, se parecía a la vida de cualquiera. Fue algo que fluyó, pero después me di cuenta de que era algo real. Parecido a muchas familias.
– ¿Acudiste o intentaste ser financiado de forma gubernamental?
– Creamos un proyecto. El Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (Cenac) hace convocatorias para concursar y ver si tu película puede ser financiada, pero, debo decirlo, eso es un círculo muy cerrado. Son demasiados requisitos y para que te financien una película debes cumplir con varios requerimientos, por ejemplo, ser asistente de dirección comprobado en una película que ya haya sido financiada por el Cenac. Cuando tenías comprobado que habías hecho películas, era más fácil. Eso es una élite desde los directores. Todo se queda en Caracas, Mérida… Era curioso porque venía gente de la capital a hacer películas aquí, pero cuando uno quería hacer películas, no era aprobado. Hay miles de artistas cuyas películas quedaron ahí guardadas. Entonces, vimos más viable hacerlo a través de un proyecto social. Como ya yo conocía varias comunidades, aprendí a hacer cine en esos contextos. Entendí que nadie iba a venir a darme el dinero para hacer una película. Nadie me conoce. Soy un director regional, entonces decidí hacerla de forma independiente y cuidar cada detalle técnico.
– ¿Cómo obtuviste los recursos para iniciar el proyecto?
– Fui artista callejero. Empecé a hacer del personaje de Charles Chaplin. Decidí a través del arte hacer la película. Iba a juntar dinero, mover fibras. Me cree ese mundo y ese sueño. Para mí todos los días era pensar en la película y enfocarme en ese propósito. Eso te va abriendo puertas. Empecé a crear una campaña con este personaje y recaudar fondos para la película. Empecé a hacer la película en 2019. Empecé a ver cómo conectar con personas allegadas al mundo del cine para pedir apoyo. Ingenuamente traté de escribirle a artistas. Edgar Ramírez. Hacer networking. Nadie te contesta, nadie te ayuda, nadie ve los correos. Entonces, no podía depender de eso. Empecé a trabajar de artista en Brasil, a juntar dinero, todo lo que hacía era para la película. Pude recaudar fondos propios. Compré un carro para el rodaje de la película, obtuve dinero para pagar a un tutor para revisar nuevamente el guión. Todo eso haciendo de Chaplin.
2023: año de estreno
Este 2023, tras más de 14 años de trabajo, Zamora estrenará su producción en las salas de cine venezolanas. El proyecto ya fue seleccionado por Venezuela Film Hub como uno de los nueve trabajos que representarán al país en el Festival de Cannes, específicamente, en la categoría de “trabajo en proceso”.
El Salto de los Ángeles fue grabada enteramente en el estado Bolívar y cuenta tanto con actores profesionales como noveles. Asimismo, la actriz guayanesa Ira Fronten, residenciada en Italia, forma parte del elenco.
Zamora evoca los primeros meses de grabación en 2019, cuando el protagonista del filme tenía apenas 13 años. “Grabó siendo un niño y ya a va cumplir 18 años. Habrá que hacerle una fiesta para el estreno”, manifestó entre risas.
En sus palabras, es una cinta familiar que no busca hacer críticas directas al Estado o algún ente de poder: “busca reflexionar en la realidad venezolana: es un niño haciendo lo posible para mantener unida a su familia”.
–¿Cómo llegaste a este punto? Ya estás a punto de estrenar la película.
– Compré mucha comida en Brasil y el 25% del rodaje se hizo en 2019 con esos recursos que traje de allá. 14 personas en una camioneta y mucha comida. Invité a Ira Fronten, una actriz guayanesa que vive en Italia. Hicimos casting, aunque ya tenía una referencia de las personas que quería. Me contacté con Miguel Siso, que ganó el Grammy Latino en 2018 y hoy en día es el musicalizador de la película. Empezamos con ese proyecto social, visitamos empresarios. Sinceramente conseguimos muy poco de empresas o capital público. De hecho, quedamos decepcionados de las instituciones públicas. Lo hicimos de forma autogestionada. Aposté todo mi dinero a la película y hubo un momento cuando nos quedamos sin comida. Paramos el rodaje por meses, por eso te repito que hay que tener fe. Orar. Pedir a Dios. Hasta que llegó el financiamiento de una empresa, planteamos la idea original de hacer la película a través de la responsabilidad social y fue que ellos pudieron darnos financiamiento. Un presupuesto bajo, pero acorde a lo que faltaba. Así logramos terminar de filmar la película. Un proceso de años.
¿Cómo se financió la postproducción?
– Mira, los costos de postproducción te hablo de un presupuesto de 40 mil dólares. Eso bajó a 27 mil dólares. Era imposible. Es más caro que lo que nos costó grabar la película. Son técnicos profesionales que permitirán que la película tenga el nivel de cine. Yo no puedo hacer la edición, la corrección de color… Sería sabotear el esfuerzo que hiciste en grabación porque no se verá en el resultado. Yo hice una primera versión de la película, que fue la que seleccionaron para Cannes. Envié 45 minutos de edición. Allí quedé seleccionado. Para costear la postproducción, en 2021, el Cenac vuelve a hacer la convocatoria para lo que es finalización de proyecto. Nosotros enviamos el proyecto y pasaron más de 6 meses. Yo estando en Cannes, el Cenac selecciona nuestro proyecto y fuimos seleccionados para el subsidio de obra cinematográfica. Aprobaron un presupuesto de 70% de la postproducción. El problema es que era un subsidio en bolívares. Cuando lo recibimos se devaluó a 40%. Quedamos muy cortos. Fue traumático. Eso pasó en 2022. Ha sido lamentable. Fueron finalmente, 16 mil dólares. Ha sido difícil, de hecho, estamos todavía cojeando de una pata. Hemos podido pagar a los técnicos, pero aún falta.
Aún a pesar de que en palabras del propio Zamora “aún falta”, asegura que para él, la fe ha sido lo más importante en el proceso de creación de este proyecto que, durante la última década ha sido el gran propósito de su vida. Es por ello que invita a toda la comunidad guayanesa a seguirlo: es de ustedes.