jueves, 25 abril 2024
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“El militarismo y el mesianismo son las grandes enfermedades de Venezuela”

Su feminismo y la disertación histórica fueron las herramientas utilizadas por la escritora Michelle Roche para crear Malasangre, una historia a la que dedicó 15 años de su vida y por la que fue finalista del premio Celsius. | Foto Emilio Kabchi

@francescadiazm

¿Un plan B para la vida? Ninguno. La determinación de ser escritora fue siempre el plan A de Michelle Roche Rodríguez. Y el único. “Mi papá me leía por las noches cuando era niña y mi mamá, que es profesora de arte, nos llevaba a los museos y se detenía en los cuadros para enseñarnos a apreciarlos y darnos contexto histórico”.

Nacida en Caracas y egresada en 2002 como periodista de la Universidad Católica Andrés Bello, incursionó en el género novelístico durante 2020 al publicar su novela Malasangre. El libro se explaya en un estilo gótico, que ha fascinado a la escritora desde sus inicios como lectora, ya que desde su adolescencia se sintió atrapada por historias como El retrato de Dorian Gray y Frankenstein. “Cuando mis padres querían premiarme por algo, me obsequiaban un libro”, recuerda.

Roche emigró a Madrid en 2015. Allí, para ella, todo gira en torno de libros: o los escribe ella o los escudriña como crítica literaria de las revistas españolas Letras Libres, Barcelona Review, Buensalvaje, Quimera, Cuadernos Hispanoamericanos y Zenda. Roche, quien no escatima en otras críticas, las que dispendia sobre el Gobierno venezolano, mantiene su pluma viva en su país natal a través de su colaboración con los portales Qué Leer, Prodavinci y Papel Literario, publicación complementaria de El Nacional, diario en el que trabajó durante 5 años. Asimismo dirige la revista literaria Colofón. Y, por si fuera poco, fue finalista del Premio Celsius, otorgado el pasado julio en la Semana Negra de Gijón, en Asturias, España. Es así como sigue cumpliendo su plan A para la vida: ser escritora. Y nada más.

De vuelta al gomecismo 

Malasangre está ubicada temporalmente en la dictadura de Juan Vicente Gómez. Este período histórico venezolano estuvo marcado por el militarismo, corriente de pensamiento que Roche critica con agudeza. Gómez y sus sucesores representaron un esquema de pensamiento conservador en el país que llegaría a su fin tras el inicio del trienio adeco (1945-1948).

La autora cuestiona el machismo cultural característico de la época que dejaba a la mujer con un papel meramente decorativo a través de Diana Gutiérrez, una adolescente que decide rebelarse ante sus padres y, a la vez, representa la rebelión en tiempos de autoritarismo; muy al estilo de Teresa de la Parra en su novela Ifigenia. Además busca extrapolar nociones de la dictadura gomecista hacia otros regímenes latinoamericanos. Ya en otras entrevistas ha expresado su desagrado ante la concepción del gobernante salvador que resolverá todos los problemas, fantasía que le ha costado muchas dictaduras al continente. 

– Tardaste 15 años en publicar Malasangre, en parte por el estudio del contexto histórico. ¿Por qué enfocarte en 1921 y la idiosincrasia de este período de la historia venezolana? ¿Esto fue lo más complejo de escribir esta historia? 

“Desconfío de la llamada ‘inspiración’. En realidad, lo que pasa conmigo es que trabajo como una loca durante mucho tiempo” | Fotos Emilio Kabchi

– Mis obras comienzan con una imagen que se inclina a la escena. En este caso fue la imagen de una chica que se rebela contra sus padres (sintiéndose monstruosa por eso) y, como retaliación, ellos deciden sacarla del colegio. Incluso antes de llamarse Malasangre, la novela establecía la relación entre educación y libertad. La última generación de mujeres de clase media que podían sacar de la escuela sin que eso generara mayores problemas o estuviera mal visto fueron las de los años veinte. Con esa idea apareció la dictadura de Juan Vicente Gómez y, con él, la génesis del rentismo petrolero venezolano, los militares y los enchufados al poder. Lo más complejo de escribir Malasangre fue crear su lenguaje propio en donde se conjugan la historia del país, la simbología vampírica y la crítica al poder. A estas alturas he descubierto que es justo la “creación” de lenguajes lo que más me interesa de escribir. A ver cómo me sale la próxima.

– En 1921 el machismo imperaba en Venezuela, decidiste situar a Diana, protagonista de tu novela, en esta época que es la misma en la que vivió María Eugenia Alonso, protagonista de Ifigenia de Teresa de la Parra ¿qué tienen en común estos personajes?

– Sí, Diana Gutiérrez toma mucho de María Eugenia Alonso. Ifigenia es una inspiración evidente para Malasangre: hay un montón de “aburrimientos” de chicas caraqueñas de la época que comparten las dos protagonistas. Sin embargo, en la protagonista que propone De la Parra hay más que notas sobre la condición femenina en una época: está el retrato de un grupo social capaz de hacer cualquier cosa (incluso vender a una mujer) por dinero. Esto, me temo, no ha cambiado mucho. 

– Comentaste que para crear la voz de Diana buscaste en tus propios resentimientos. ¿El resentimiento fue lo que inspiró la escritura?

– Desconfío de la llamada “inspiración”. En realidad, lo que pasa conmigo es que trabajo como una loca durante mucho tiempo. Un día, cuando ya he probado de todo, las imágenes comienzan a juntarse en universo que me interesa. El resentimiento de Diana era necesario para hacer creíble su voz de narradora. Como es una voz en primera persona y todos estamos resentidos por algo yo hice el ejercicio de buscar en mí qué cosas me han hecho resentirme. Cuando tenía un rato escribiendo en ese humor, intenté hacerlo desde el personaje y así me construí la hoja de ruta. 

– Hay una dictadura en Venezuela, al igual que en el tiempo de Gómez y con la coincidencia de que ambas han promovido el militarismo; asimismo, hay machismo. ¿Hay una fascinación en ti por escribir sobre estos temas?

– ¿Fascinación? La palabra sugiere que me parece irresistible y me inclino por el machismo o el militarismo, como en una especie de enamoramiento. Zape. Me interesa comprender nuestra realidad y, por desgracia, vivimos en una cultura donde para eternizar el poder del género masculino a las mujeres se las margina, cuando no se las somete a distintas formas de violencia física o psicológica. 

– ¿Por qué decides incursionar en el estilo gótico? ¿Tienes un escritor gótico favorito?

– Soy lectora de literatura fantástica desde pequeña. Tengo un montón de autores favoritos en este género, pero diría que siempre me acompañan Mary Shelley y Edgar Allan Poe. Cuando decidí que Malasangre tendría un registro mítico asociado con el vampirismo pensaba menos en la literatura fantástica anglosajona que en el uso que han dado a la herramienta de lo insólito escritores latinoamericanos como Gabriel García Márquez, Silvina Ocampo o Miguel Ángel Asturias. A partir de lo inverosímil, ellos y otros autores -autoras, también, por supuesto- han intentado dar cuenta de las realidades violentas y tristes de nuestras sociedades. La primera línea de Malasangre es un homenaje al Gabo y el tejido orgánico con que construyo el ambiente tiene menos del Londres victoriano que de Comala y apunta menos a los artículos de los penny dreadfuls que al Cojo Ilustrado.

Redimensionar la figura femenina

El feminismo parece ser un tema excluido en la agenda de los políticos venezolanos. Más allá de utilizar cierta cháchara feminista para llamar adeptos: en el país no se ha logrado erradicar la cultura patriarcal ni la violencia basada en género.

Desde su posición feminista, la venezolana ha cuestionado el accionar de la Iglesia Católica, considerando que existen muchos dogmas religiosos que refuerzan el machismo cultural. En sus textos ha apostado por visibilizar la esencia de la mujer como un personaje activo en su propia historia, trasgrediendo la imagen dócil que acompañaba a los personajes femeninos en la literatura moderna salvo algunas excepciones como la célebre protagonista de Flaubert, Emma Bovary. 

– ¿Qué tan excluida crees que ha estado la imagen de la mujer en la historia de la literatura? ¿Buscas reivindicar los personajes femeninos?

– La imagen de la mujer no ha estado excluida de la historia de la literatura, es la mujer escritora la que ha estado marginada. Hasta bien entrado el siglo XX, la mujer aparecía en los libros como metonimia de la belleza, la verdad, la pureza, la abnegación o la justicia, pero no como autora. Se la consideraba musa, pero no sujeto pensante, capaz de proponer ideas o de crear mundos de ficción. Más que reivindicarlos, con los personajes femeninos me interesa mostrar una dimensión de la experiencia que conozco muy bien: los cuestionamientos y los desafíos que implican haber nacido mujer y ver la realidad desde la perspectiva femenina. 

 

Nacida en Caracas y egresada en 2002 como periodista de la Universidad Católica Andrés Bello, incursionó en el género novelístico durante 2020 al publicar su novela Malasangre

 

– En tu ensayo Madre mía que estás en el mito, analizas la responsabilidad de la Iglesia en la cultura patriarcal y el estereotipo femenino. ¿El mundo necesita menos creyentes y más feministas?

– Lo que necesitamos es quitar poder a las religiones, ya no solo político, sino el cultural o simbólico. Y con esto me refiero a la religión católica o a cualquier otra confesión. En Madre mía que estás en el mito me referí al mito mariano [de la Virgen María] como centro de un entramado de símbolos que desde la Edad Media hasta ahora han contribuido a mantener a la mujer al margen de la sociedad. Me interesa analizar cómo el simbolismo cristiano se encuentra aún en la fibra más íntima de las sociedades iberoamericanas y contribuye a perpetuar la inequidad.

– En 2015 te mudaste a España. ¿Qué tan diferente es la percepción de la mujer en Venezuela y España?

– En los dos países la percepción de la mujer podría mejorar mucho. Nuestra crisis lo empeora todo. Las venezolanas son vendidas como prostitutas en las fronteras, en el Arco Minero o entre bufones adinerados; además, sobre ellas recae el mayor peso de la crisis porque la sociedad las ha convertido en el centro financiero del hogar. Las más jóvenes terminan llenándose de hijos porque no consiguen tratamientos de contracepción y la interrupción del embarazo está penalizado; como el cristianismo les ha vendido el espejismo de la abnegación, la obligación que sienten de cuidar a hijos, enfermos o mayores contribuye a retrasar o detener su educación. (A los hombres no se les cría para sentir este deber como un imperativo cultural). Pero me preguntas por “la percepción” y esto me lleva a referirme a un mito de nuestra cultura: la miss. Ante el panorama que te propongo, ¿no parece de una banalidad imperdonable el orgullo por la supuesta belleza de las mujeres venezolanas? El mito de la miss contribuye a ocultar los verdaderos problemas del género femenino en el país igual como el mesianismo en la política crea la percepción de que todo lo malo de Venezuela puede resolverlo un solo hombre, un solo proyecto y no la colaboración de los más diversos agentes (preferiblemente civiles). 

– Estás haciendo tu tesis doctoral sobre Teresa de la Parra. Si pudieras tener una conversación con ella sobre literatura, ¿qué le preguntarías?

– Me encantaría invitarle un vino. Le preguntaría sobre los escritores venezolanos y latinoamericanos de su época. Primero le preguntaría por los venezolanos: por muchas razones la encuentro más cerca de José Rafael Pocaterra o de Rufino Blanco Fombona que de Rómulo Gallegos. Me habría gustado saber también qué pensaba de las obras de Virginia Woolf, porque De la Parra leía en inglés y estoy segura de que tuvo acceso a la obra de Woolf (aunque todavía no tengo cómo probarlo).

La artimaña populista

La educación es una de las motivaciones para la sublevación del personaje principal de la novela; a través de esta referencia Roche ejemplariza las diferencias culturas que acompañaban la crianza de hombres y mujeres durante el siglo XX.

Además, la historia se desarrolla en un momento cumbre en la historia del país: la aparición del petróleo como fuente de ingreso principal y la corrupción que acompañó este fenómeno en tiempos de dictadura. Años más tarde, la bonanza petrolera daría lugar a mandatos populistas como el de Carlos Andrés Pérez y, por supuesto, el de Hugo Chávez. 

 

Malasangre está ubicada temporalmente en la dictadura de Juan Vicente Gómez. Este período histórico venezolano estuvo marcado por el militarismo, corriente de pensamiento que Roche critica con agudeza

 

– Los jóvenes venezolanos han vivido prácticamente toda su vida bajo el mandato de un gobierno que se hace llamar a sí mismo socialista. Por tanto, existe un rechazo hacia la izquierda política y una admiración, quizás poco profundizada, hacia la derecha. Sin embargo, tu pensamiento político es izquierdista y socialista. ¿En qué difieren la concepción del socialismo que apoyas y lo que se ha instalado en Venezuela?

– El socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez fue una estructura hueca, contradictoria y cursi que utilizó como herramienta de su populismo. Un país que vive del rentismo como Venezuela y monoproduce petróleo difícilmente puede ser muy radical hacia la izquierda. Pero del lado del gobierno siempre gritan más alto. Cuando Chávez ganó las elecciones en 1998 no lo hizo bajo la bandera de la izquierda, pues su mayor aliado de izquierdas en ese momento era Douglas Bravo, que le inculcó algunas ideas y lo abandonó menos de un lustro después. Chávez ganó con un discurso que apelaba al resentimiento de las masas populares y vendiéndose como un salvador del país, amparándose en figuras militares como el dictador Marcos Pérez Jiménez, que murió en 2001. El militarismo y el mesianismo son las grandes enfermedades de Venezuela, solo basta con ver hacia atrás en la historia, como hace Malasangre. A veces me parece que, en el fondo, quienes apoyan una solución hacia la derecha lo que les interesa es la vuelta de un gendarme necesario. Solo basta con ver la admiración que aún hoy despiertan Gómez y Pérez Jiménez. 

– Has comentado que en esta época cualquier bufón con dinero y poder puede abusar de las personas. ¿Crees que existe este tipo de persona en Venezuela? ¿Quiénes son y cuál es la consecuencia de este tipo de personas en la sociedad?

– Sí, claro. Los bufones con dinero son atemporales, como un vestido negro. Pero la cita a la que te refieres la dije en el contexto de la discusión sobre los enchufados al chavismo, ahora madurismo. Es evidente la conexión. Me descompone que una persona que ha crecido con privilegios o tiene dinero se vincule con ladrones, torturadores y asesinos para tener más dinero o poder. Luego comienzan a justificar lo injustificable y es cuando se vuelven bufones.

“La imagen de la mujer no ha estado excluida de la historia de la literatura, es la mujer escritora la que ha estado marginada”