La Venezuela de los años 50 era ambivalente: aunque la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez imperaba, entre el convulso panorama político hubo una era dorada de la música venezolana. El nacionalismo característico del dictador dio lugar a un gran auge de músicos talentosos, entre ellos Edith Salcedo, inmortalizada como la Negrita cariñosa.
Salcedo nació en Ciudad Bolívar el 8 de febrero de 1937; no obstante, los primeros años de su infancia trascurrieron en Caracas. Su chispa y vocación artística la acompañaron desde su niñez hasta su muerte; debido a ello, los reflectores la iluminaron desde que tenía apenas cuatro años, participando en El país de los niños, Voces Inéditas y El carrusel de la alegría.
La Negrita cariñosa tiene en su haber una carrera de más de 50 años en la música tradicional venezolana, pero además de tener gran éxito en el ámbito nacional, es reconocida por ser la primera artista venezolana en presentarse en Japón. Su carisma y presencia escénica logró conquistar el corazón del continente asiático llevando a cabo giras en Japón, Corea, Finlandia, entre otros países. Asimismo, su canción más popular Moliendo café, escrita por Hugo Blanco, fue grabada en japonés debido al hito que marcó este país en la trayectoria de la bolivarense.
“Donde iba, avasallaba. Ella no era solo una cantante, ella era una intérprete”, asegura Mariel Jaime Maza, actriz y amiga íntima de Salcedo, con quien vivió durante 7 años. Jaime Maza vio en Salcedo una vocación artística indetenible, así como una sensibilidad capaz de dar sentido a cualquier partitura. “Sus shows no eran algo improvisado: ella cuidaba de cada detalle”.
Edith Salcedo, una mujer que, hasta su último día, pensó en cómo seguir usando su voz para honrar su vocación musical. Más allá del reconocimiento y la fama, se debía a los aplausos. A la voz que la presentaba siempre evocando a Venezuela |
La humildad que acompañó a su familia durante su niñez se vio superada tras el éxito y el reconocimiento internacional. Sus allegados no la recuerdan como alguien familiar, pero si alguien era capaz de hacerla sonreír con tan solo una mención, era su madre, quien le acompañó desde sus primeras notas y percibió sus actitudes vocales. Se describía a sí misma como una muchachita que pasaba todo el día cantando. Entre cantares y radio fue descubierta por el cantante Benito Quirós, quien, de pura curiosidad, un día tocó la puerta de su casa para preguntarle a su madre quién era esa niña que cantaba.
Quirós la invitó a participar en El país de los niños, conducido por Carmen Zurita Sánchez: su debut en el mundo artístico.
“Edith fue una dependiente de su mamá durante mucho tiempo. Desde sus inicios como artista hasta la adultez. Yo diría que fue su amor hacia su madre la base de ese espíritu de superación. El deseo de darle una mejor vida. Ella siempre recordaba a su mamá y hasta el timbre de voz le cambiaba: se volvía niña”, recuerda Jaime Maza, quien además fue profesora de interpretación y dicción de Salcedo.
Para 1950 ya era parte del programa Voces Inéditas que transmitía por la emisora Radio Libertador presentado por Eduardo Antonio Vásquez. En este contexto, Salcedo da sus primeros pasos como artista, destacando su picardía y buen oído musical y saliendo vencedora de las dinámicas del programa.
La Negrita cariñosa: cúspide del éxito
A los 13 años, la artista ya contaba con 9 años de experiencia en radio. “Tú cantas bien, ¿por qué no te haces profesional?”, fueron las palabras de un Jesús Ángel Molero que escuchaba cantar a la adolescente en medio de las locuciones radiales. Molero la exhortó a presentarse en un casting en una asociación musical y la invitó a participar en El carrusel de la alegría, donde debuta como cantante de orquesta.
Rosa Sánchez, quien conocería a Edith cuando regresó a Guayana desde Asia, manifiesta que lo que más destacaba de ella era su jovialidad y su poder de convocatoria. Capaz de llenar, por sí sola, un gran escenario. Donde se paraba, Edith Salcedo era artista capaz de conectar con el público.
Magdalena Sánchez, en las palabras de la intérprete, fue su inspiración. Compartieron en el programa Buenos Días de Radio Continente. Salcedo apenas estaba en primer año de bachillerato cuando ya cantaba boleros en el mismo espacio de artistas de la talla de Sánchez. Fue en este período de su vida, con 13 años y cobrando 30 bolívares por presentación en la radio, cuando lanza Alma Cumanesa, una canción escrita especialmente para ella por José Antonio López y que fue éxito en la radio caraqueña.
“Actualmente hay muchos cantantes y músicos, pero artistas como ella, que tuvieran esa vocación y entendieran la música como arte, son muy pocos”, asevera Jaime Maza, quien define el hogar de Edith Salcedo como un espacio amplio, donde los numerosos discos eran el elemento central. “Al armario no le cabía un vestido más”, asegura entre risas. “Ella amaba la ropa, el maquillaje y los vestuarios. Tenía vestidos de los 50 y 60 muy bien cuidados. Todo en su habitación, donde leía por las noches. Era una gran lectora. En siete años que compartí con ella, no hubo un día en el que no leyera”.
En 1953 se inauguró oficialmente la televisión venezolana. Radio Caracas Televisión, fundado el 18 de noviembre del mismo año, acogió a muchos de los artistas radiales: Edith Salcedo fue una de las elegidas. Su primera aparición televisiva fue en El show de Víctor Saume. “Les envío un abrazo muy apretadito de esta, su negrita de siempre”. Esta frase despedía a la cantante de la pantalla en cada aparición, a raíz de esta simpática despedida Saume la bautiza como la Negrita cariñosa.
Este primer apodo sería desplazado por el de Embajadora musical de Venezuela, ya que en 1964 Edith Salcedo se convirtió en la primera venezolana en arribar a los escenarios de Japón. Jaime Maza recuerda que, para Edith, Japón fue una época maravillosa y de gran intercambio cultural. “En su casa tenía sus kimonos, cantaba muy bien en japonés. Ella conquistó con su espíritu a ese continente. Tuvo una gran trayectoria”, recordó.
Los escenarios del país asiático no le quedaron grandes: sus conciertos fueron a casa llena y el reconocimiento internacional no se hizo esperar, e incluso grabó la canción en japonés. Sin embargo, Salcedo aseguraba que, para ella, el mejor pago para un artista son los aplausos: estos jamás le faltaron. Esta etapa de su vida la llevó a conocer a quien sería su primer esposo, japonés, con quien se casó a los 39 años de edad y se mudó a Hawaii. Así también llevó su voz a los Estados Unidos, donde vivió los casi dos años que duró el matrimonio.
Además de proteger con celo sus discos, en el hogar de la cantante los premios y reconocimientos también eran una de las paradas con más valor: discos de oro, cuatro Guaicaipuro de Oro, el Mara de Oro, un Ángel de México y, por supuesto, un Ishii por su trayectoria musical en Japón, país que presenció la cúspide de su éxito y le brindó el reconocimiento internacional.
De artista internacional a patrimonio cultural
De regreso en Venezuela, Edith Salcedo comienza una nueva etapa de su vida. Sus años de gloria la convirtieron en una maestra en cuanto a técnica musical; asimismo, según su amiga de años, siempre deseó culminar una carrera universitaria. Su primer intento fue en la Universidad Central de Venezuela, donde cursó Administración, pero no culminó.
“Ella decide estudiar Educación. Lo hace con Misión Cultura. Estudiaba con la persona que fue su última pareja, quien murió hace años ya. Ella escoge esta carrera porque a los artistas eso es lo que nos queda como proyecto de vida. Sin embargo, a ella nunca le gustó dedicarse a la enseñanza. Aceptar un puesto para trabajar en una universidad no era algo que le interesara”, explica Jaime Maza.
Posteriormente fue directora de la Casa de la Cultura y presidenta del Instituto Municipal de Cultura. Salcedo era una líder natural que se complacía con llevar la música a todas partes, además, todos los que la conocieron aseguran que amaba Guayana, así que no dudó en acercarse a los proyectos culturales auspiciados por el gobierno de Hugo Chávez, con quien simpatizaba.
Miguel Marcano, miembro de la Junta Directiva del Instituto Municipal de la Cultura Caroní (IMCC), conoció y trabajó con Salcedo durante 2004. La propuesta de Edith Salcedo como presidenta de la organización surgió un día en medio de una discusión con la junta directiva. “Hubo que debatir fuertemente para escoger al líder de la organización, Edith obtuvo la mayoría de los votos. En ese entonces la gerencia municipal estaba a cargo del alcalde Clemente Scotto”, puntualiza.
Los proyectos liderados por la Negrita cariñosa se identificaron por la búsqueda del desarrollo cultural. Encuentros de teatro, danza, música, ferias y, por supuesto, el reconocimiento a los patrimonios culturales de la región. Cuatro años más tarde, estos patrimonios a los que Salcedo tanto ensalzaba y buscó enaltecer, la recibieron como uno más, ya que fue nombrada patrimonio cultural viviente de Caroní.
Fue en estos años cuando Mariel Jaime Maza comenzó a vivir con ella. Recuerda que la invitó debido a su gran afinidad. Edith se casó nuevamente con un empresario guayanés, pero la relación no prosperó. Para 2005 vivía con su amiga Mariel y su última pareja, a quien conoció en la universidad.
“A muchas mujeres les pasa que cuando hacen familia frustran su vocación verdadera. Se enamoran y viven eso como prioridad uno. Tal vez eso fue un grave error de Edith que nunca le dije. Esta última pareja que tuvo no la merecía. No merecía que ella abandonara Caracas. Hizo su vocación a medias para dedicarse a él”.
El cierre de telón
Edith Salcedo regresó a Caracas tras la muerte de su última pareja. Decidió vender su casa en Guayana. De esta manera, pretendía recoger sus pasos en la capital, donde empezó todo y vivió sus mejores años.
“Los últimos años de Edith los pasó viviendo en Caracas, en la fundación de una amiga. Su proyecto era comprar un apartamento en la capital con el dinero de la venta de la casa, este dinero debía ser administrado por su sobrina, pero eso nunca se cumplió”.
Así fue como, pese a haber tenido tanto éxito, Salcedo pasó sus últimos años en la itinerancia, viviendo con amigas y en instituciones porque, eso sí, amistades no le faltaron nunca. No obstante, Jaime Maza está convencida de que su carácter se vio abatido por esta situación.
En cuanto a sus proyectos, el último en el que estaba trabajando era un tributo a Hugo Blanco que no pudo ser. Salcedo sufría de hipertensión y artritis; murió de un paro respiratorio en el Hospital José Gregorio Hernández, de San José, Caracas.
Cantante infantil, música, artista internacional, primera intérprete en llevar la música venezolana y patrimonio cultural: estas son algunos de los títulos que llevó en vida Edith Salcedo, una mujer que, hasta su último día, pensó en cómo seguir usando su voz para honrar su vocación musical. Más allá del reconocimiento y la fama, se debía a los aplausos. A la voz que la presentaba siempre evocando a Venezuela. Hasta el último día, la Negrita cariñosa de debía al público.