miércoles, 23 abril 2025
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1917: su mensaje ha sido enviado

La galardonada película de Sam Mendes hace que los espectadores vivan y acompañen a los soldados en tiempo real en una majestuosa obra de plano secuencia sobre la guerra.

En Twitter: @karollyon

A nosotros los cinéfilos nos vuelve locos un plano secuencia. Si bien es un recurso que en la teoría es sencillo: una toma sin cortes que dura mucho más tiempo de lo normal; en la práctica un plano de secuencia de tan solo 2 minutos puede llevar muchísimas horas/días de preparación.

Se trata de un movimiento coreografiado. Cámara, sonido, luz y personajes se compenetran de tal manera que cada uno, en paralelo, va desarrollando su propio tiempo para ejecutar una misma acción.

Recuerdo que la primera vez que fui consciente de estar viendo un plano secuencia. Se trataba de La vie en rose (La mome, 2007), película francesa que hizo a Marion Cotillard merecedora de su Oscar. Sin ahondar mucho, la película muestra la vida de la cantante Edith Piaf. Pero el plano secuencia se centra únicamente el momento en que la cantante conoce la noticia de que su novio falleció en un accidente aéreo.

   

A partir de aquí, ya sabe, estimado lector, que en este espacio de letras sobre cine, por la técnica del plano secuencia se tiene un profundo respeto y una gran admiración. Por eso no es de sorprender cuando en 2014 celebramos a la ganadora del Oscar Birdman, de Alejandro González Iñárritu. La película es enteramente un plano secuencia, aunque a nivel técnico realmente no lo sea. Es decir, ante nuestros ojos se maneja un plano secuencia con cortes técnicos muy bien elaborados que pasan por desapercibido. El trabajo es muy destacable.

Pero este año tenemos una película aún más arriesgada en la carrera al Oscar: 1917.

La angustia de la guerra

Son dos horas de tensión. Dos horas en el que nuestro único objetivo es ver a dos soldados británicos, durante la Primera Guerra Mundial, entregar un mensaje a la tropa británica más cercana para detener un ataque que, al tratarse de una trampa de los alemanes, acabaría con la vida de 1.600 soldados británicos.

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Sam Mendes, el director que ya conocíamos por películas como Skyfall, American Beauty y Revolutionary Road (estas dos últimas nominadas al Oscar), se adentra en el reto de filmar una película en plano secuencia. ¿El resultado? Una pieza única, preciosa y extremadamente bien ejecutada.

Claro, no hay nada bonito en la guerra, y eso no los recuerda Sam Mendes desde el minuto uno de 1917. Los cabos Schofield y Blake, con un bocado de pan en el estómago, son llamados por un capitán del alto mando para encomendarles la tarea de caminar hasta la ubicación de una tropa que se encuentra en peligro sin saberlo, pasando por una trinchera alemana abandonada, después de conocer la noticia de que los alemanes se estaban retirando. Para el alto mando británico eso significaba dos cosas: o de verdad se estaban rindiendo, o querían tenderles una trampa para atacarlos desprevenidos. Tratándose de una guerra que ya llevaba varios años andando, sonaba más probable lo segundo.

Y así arranca 1917, una travesía llena de tensión que muestra la crueldad de la guerra, la desolación que se vive en ella y, una capacidad técnica tan precisa, meticulosa e impresionante que echa por tierra aquel odioso pensamiento de “¿otra película sobre la guerra, en serio?”.

Lo que más me gusta de 1917 es que no busca ser pretenciosa, ni mucho menos exaltar sus cualidades técnicas, al contrario, se centra en dos buenos actores jóvenes como Dean-Charles Chapman y George MacKay para mostrar la cara más idealista y cruda de la guerra. Dos jóvenes soldados que creen fielmente estar defendiendo a su país, con la esperanza de que la guerra acabe pronto aunque no tengan idea del futuro. No es difícil empatizar con ellos, son buenos y queremos que lo logren. Y es el arma de 1917 para enganchar: dos horas de miedo, angustia y concentración en un viaje en tiempos de guerra.

El mensajero

Para Sam Mendes, no había otra manera de hacer la película. Tenía que ser un plano secuencia. Las historias que le contaba su abuelo sobre la guerra no podían ser contadas con simpleza: los espectadores debían ser parte de ella y acompañar a los soldados en tiempo real.

 
1917, con una capacidad técnica tan precisa, meticulosa e impresionante, echa por tierra aquel odioso pensamiento de “¿otra película sobre la guerra, en serio?”
 

El abuelo de Sam fue a la guerra con solo 17 años, era pequeño pero rápido, por lo que en muchas ocasiones contaban con él como mensajero. Parece simple, pero la idea se convierte en el escenario perfecto para mostrar los estragos de la guerra sin tener que filmar grandes batallas, pues es en la calma en donde 1917 nos muestra las atrocidades y nos permite experimentar la intensidad del relato a través de ese grandioso plano secuencia que nos sostiene toda la duración de la película.

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