Hace 12 años, como si de una profecía se tratara, el ingeniero agrícola (ULA Táchira) Rafael Contreras y la ingeniera civil Rosaida Montilla (Universidad de Carabobo) redactaron una propuesta para la preservación del humedal Wek Ku’ Pö, en pleno Santa Elena de Uairén. Allí advertían que, de continuar el desorden urbanístico, la consecuencia de la obstrucción de los cauces naturales de agua en la Gran Sabana serían inundaciones sin precedentes.
Más de una década después, no fue una profecía, confirma Contreras. Las inundaciones de los últimos años eran una catástrofe anunciada. “Uno ve una materia que se llama hidroclimatología en la que a uno le hablan del tiempo de retorno de la expulsión de agua y se habla de un periodo de retorno hasta de 100 años. Pero, yo le digo a la gente, ¿por qué esto no se había visto antes?, porque los espacios de los cursos de agua estaban libres y el agua corría”.
Rafael Contreras llegó desde Valera, Trujillo, a Santa Elena de Uairén en la frontera sur venezolana con Brasil, hace 28 años buscando hacer familia y estar en contacto con la naturaleza. Lo logró: se estableció, trabajaba para la antigua Edelca en el departamento ambiental, luego en Corpoelec, y estableció a su familia en el corazón de la Gran Sabana, el prístino territorio del pueblo pemón y uno de los lugares más antiguos del planeta.
Desde allí, ha visto en primera fila la destrucción de los humedales, reservorios de agua en la sabana donde suelen crecer los morichales y que, en época de sequía, son la reserva de agua natural para la flora y la fauna. Un sistema perfecto que permite el equilibrio de este ecosistema.
Contreras ha trabajado en las escuelas técnicas agrícolas de casi todo el municipio. Es vocero de la mesa de ambiente del consejo comunal de su comunidad. Estudió el diplomado en ambiente de la Universidad Bolivariana de Venezuela. Ahora como director encargado de la Universidad Experimental de Guayana (UNEG), sede Santa Elena de Uairén, y candidato doctor en Educación, Rafael Contreras, ofrece esta entrevista.
– Me puede explicar en qué consistía la propuesta para la ordenación territorial de humedales del área urbana de Santa Elena de Uairén, caso humedal Wek Ku’Pö.
– Cuando nosotros trabajamos esta propuesta fue con un diplomado que nos ofrecía la Universidad Bolivariana de Venezuela. Eso fue en el año 2012. Comenzamos una cantidad de profesionales que vivíamos aquí y queríamos continuar la parte ambiental que llevábamos desde Edelca. Yo también era facilitador en la Universidad Bolivariana de Venezuela, en el área de Gestión ambiental y, entonces, con un grupo de ingenieros civiles, en mi caso agrícola, docentes, de todos los niveles, comenzamos el diplomado.
Con la ingeniera Rosaida Montilla elaboramos una propuesta metodológica como herramienta de ordenamiento territorial para los humedales del área urbana de Santa Elena de Uairén, específicamente en el humedal Wek Ku’Pö, en el sector Akurima y comunidad indígena Manak- Krü. La propuesta es que no se continuara drenando las aguas servidas hacia el morichal, porque el morichal quedó encerrado por las construcciones de las áreas urbanas de la comunidad de Manak- Krü y la misma comunidad de Akurimá, lo cual hizo que no entraran ni salieran sus drenajes naturales. Por eso es que muchos morichales, muchas lagunas, comenzaron a sedimentarse, a llenarse de plantas y eso es lo que prácticamente está haciendo desaparecer los humedales. Ya la mayoría perdió las características de reservorios de agua. Hicimos mucho énfasis en las cloacas, porque yo creo que, solo el 60% de Santa Elena de Uairén tiene red de cloacas, las demás áreas están trabajando con pozos sépticos. Tenemos grandes áreas donde personas que venían buscando irse de Venezuela hacia Brasil, tras no conseguirlo, comenzaron a vivir en áreas aptas y no aptas. Eso ha traído como consecuencia que los morichales, como reservorios de aguas, se están secando. Los cursos de agua están siendo obstaculizados por desechos de basura. Además, aguas arriba de todos los cursos de agua aquí en Santa Elena, están haciendo minería o talando u ocupaciones espontáneas de personas. Eso ha traído como consecuencia en los dos últimos años unas grandes inundaciones aquí en este sector.
– ¿Usted puede identificar un antes y un después de la pandemia en la agravación de esos depósitos de aguas negras y en la construcción de viviendas irregulares allí?
– En realidad sería antes y después de la salida de venezolanos para Brasil. Esto es lo que más ha afectado. Cuando la pandemia de covid no se pudo observar ningún impacto negativo sobre la naturaleza porque había muy pocas actividades antrópicas y la minería también bajó un poco. Fue más por la cantidad de personas que pasan por allí. Muchas de esas personas fueron rechazadas en Brasil. Hace como dos años hubo un rechazo grande de venezolanos allá en Brasil y fueron deportados hacia Santa Elena, con la condición que ellos iban a regresar a su sitio de origen aquí en Venezuela. Pero eso no se dio. Entonces, quedaron como población flotante. Algunos comenzaron un negocio de revender gasolina o trabajar en economía informal, de venta de cigarrillo, de café, de torta en la calle. La gente podía obtener una ganancia diaria que le daba para comer. Al no poderse ir para Brasil, y al tener que quedarse aquí, tenían que vivir en alguna parte y no buscaron las partes zonificadas para eso. Por eso, cuando aquí llueve se inunda muy rápido porque están en la cota de los morichales. Antes, hace seis años, uno iba para este sector y uno no podía entrar porque los morichales estaban full de agua, ahorita hay hasta una carretera de tierra.
– ¿Cuál es la importancia de preservar esos humedales?
– La importancia de los humedales es que ellos retienen o son esponjas que retienen humedad. Cuando comienzan las épocas de verano, el morichal mantiene el agua. En invierno, se inunda. Por eso es que el moriche vive en estos humedales, porque son plantas que pueden vivir en agua y además de eso son suelos muy arcillosos. En la temporada de verano los morichales siempre mantenían su agua, porque son una esponja, si los morichales desaparecen, estamos secando toda el agua que podría haber a nivel superficial. Allí no se pueden hacer pozos sépticos porque el nivel freático está a ras de piso, pero los hay, y cuando llueve todo se inunda. Estamos viendo que las infecciones gastrointestinales son muy altas porque no se está tratando el agua, porque no se está tratando los desechos sólidos, la basura. Aquí no hay sensibilidad ambiental, hay días en que a las 11:00 de la noche la gente está quemando basura. ¿En dónde uno reclama? Porque también está la parte institucional que no está acorde a lo que estamos viviendo o no tienen dotación, o no tienen equipos. Entonces uno quedó de manos atadas. Los consejos comunales tienen vocería de ambiente, pero uno no tiene un respaldo.
– La propuesta de usted y la ingeniera Montilla fue hace 12 años. ¿Sigue vigente?
– Claro. Aquí la idea era trabajar con los consejos comunales y las vocerías de ambiente. Hacer un grupo municipal que en su momento se llamó una mancomunidad de vocerías ambientales para trabajar educación ambiental que debería llegar a todos los niveles. También reubicar a las construcciones que estaban allí o en ese momento. La propuesta era que, por ejemplo, si a uno legalmente le dicen que uno no puede demoler esas construcciones, la idea era que esas construcciones se adecúen de manera sustentable a lo que tenemos y no permitir que sigan expandiéndose. Pero, ¿qué es lo que hace la gente? Agarra su permiso de construcción y construyen donde deben y donde no. Así tenemos bloqueras, otras comerciales, hoteles que no respetaron su límite, sino que fueron echando relleno para seguir creciendo. Va a llegar el momento en el que morichal va a ser dividido en dos.
Esto ha sido un círculo vicioso que uno entiende que si hubiera autoridad eso no debería pasar, porque tú tienes una estructura de una vivienda, pero con la necesidad de una vivienda de una persona no vamos a arriesgar el futuro de todos. Y ahorita lo estamos viviendo: aquí hace dos años, cuando hubo la inundación, se inundó todo el pueblo y hubo sectores que tuvimos, como nosotros, que no tenemos nada que ver con esos sitios, tuvimos dos días prácticamente sin salir de la urbanización porque todo estaba inundado de agua. Esto no es cuento de comer flores, no, es realidad, lo estamos viviendo. Ayer hablaba con una señora de aquí que es docente, que la consigo en su casa, en la sala, con un ventilador y me dice: Rafael, voy a cumplir 62 años en Santa Elena de Uairén y nunca había sentido tanto calor como estos días. El cambio climático sí existe, sí hay que estudiarlo y están los espacios, están las universidades que hay aquí, ya tenemos casi siete universidades haciendo vida, tenemos los consejos comunales, tenemos las comunidades indígenas, tenemos todo para estudiarlo.
– Después que vinieron estas inundaciones. ¿Cuánto se ha agravado el deterioro ambiental?
– Ha sido una catástrofe. Científicamente, hay una ley que dice que todo cauce de agua tiene una vía de retorno de 100 años. Científicamente, de hecho, uno ve una materia que se llamaba hidroclimatología en la que a uno le hablaban del tiempo de retorno de la expulsión de agua y se habla de un periodo de retorno hasta de 100 años. Pero, yo le digo a la gente, ¿por qué aquí esto ante no se había visto?, porque los cursos de agua estaban libres y el agua corría, a lo mejor se inundaba igual que ahorita, pero no había daños ni materiales ni humanos porque eran muy pocas personas. Esos espacios, que ahorita están habitados, uno no iba para allá porque eso eran humedades, no podía pasar a menos que fuera algo específico. Las comunidades indígenas iban a buscar los moriches o a buscar algún tipo de pez autóctono que se ve allí, uno no pasaba para allá si no era necesario. Ahora todo eso fue bloqueado y el agua tiene que correr por algún lado. Usted suelta una gota de agua y la gota va a correr para donde esté el declive. Y el agua corre. Nosotros estando en Edelca hicimos un mapa de riesgo. Y todas esas zonas, que ahorita están ocupadas, todas estaban marcadas como rojo porque eran zonas altamente inundables, con máximo peligro. Primero se agravó, en los primeros años, con la parte política para que viniera gente a votar. Poco a poco esa gente se fue quedando. Y con el pasar de los años la situación se fue agravando por la situación de inmigración.
– ¿Esta tendencia de aumento de las temperaturas sigue como aparecía en la Unidad de Pronósticos de Gestión Ambiental de Edelca en los años 90? ¿Qué otras evidencias del calentamiento global están percibiendo en este momento en Santa Elena de Uairén?
– Desde el punto de vista científico, tendríamos que ver qué fuentes tenemos, no sé si la estación climática está registrando eso porque hace tiempo que veo que la estación climática está cerrada. Lo percibimos, la cantidad de calor, los que vivimos aquí. Cuando yo llegué a esta casa, hace 28 años, uno no necesitaba aire acondicionado, no necesitabas ventiladores porque, en la tarde, después de las seis, hacía bastante frío. En la noche después de las 8:00 de la noche bajaría a 17, 18 grados, pero actualmente no, actualmente de día y de noche está siendo sumamente altas temperaturas. También lo vemos por una cuestión cultural: los indígenas salen a buscar los bachacos, que uno se come, y la temporada de buscar bachacos es a comienzo de las lluvias. ¿Por qué? Porque primero sale un insecto que vuela, que es la termita, ella vuela y así uno espera la primera lluvia. La segunda lluvia, ya ellos como indígenas saben que van a bachaquear porque los veían volar. Uno compartía comer bachacos en las comunidades. Se había hecho tan popular que en el mercado municipal comprabas los bachacos. Ahora nos dicen: es que no vimos cuando volaron, no sabemos si volaron o volaron muy pocos, porque ya no llueve constante como antes. El año pasado estuve haciendo un trabajo con una agencia humanitaria, visité los conucos y ellos me dijeron que del 2022 al 2023 no se había podido hacer conuco porque en las comunidades había llovido tanto que no les dio tiempo de tumbar y quemar. O sea, ellos dicen que del 2022 al 2023, el agua que cayó fue de una cantidad anormal que no se pudo tumbar conuco. Entonces uno ve algo como cultural, algo empírico, de que está pasando algo con el clima.
– Si alguien del centro norte del país está leyendo esto, ¿con qué mensaje a usted le gustaría que se quedara? ¿Qué le gustaría que el resto del país entendiera sobre la importancia de preservación de este humedal y de la comunidad?
– Yo sé que hay muchas personas preocupadas y ocupadas y hay otras que a lo mejor no están al tanto. Mi mensaje es que tenemos que asumir nuestra responsabilidad de lo que estamos haciendo. Uno puede decir: no, esto no me afecta a mí, pero no es así porque ya sabemos que estamos en la globalización. Todo lo que se haga aguas arriba aquí del río Caroní va a afectar aguas abajo, porque si no hay agua, no va a haber electricidad. Entonces aguas abajo deberían saber que tienen que ayudar con la preservación, tienen que saber que donde él vive hay curso de agua, que esos cursos de agua están allí porque es algo importante de la naturaleza y el que vaya entorpecer el curso del agua se va a enfrentar al agua. Creo que, lo que podemos hacer todos, es ocuparnos del ambiente y asumirlo como un reto. Hay gente que piensa que esto es algo bohemio, algo romántico, pero el cambio climático es real, está dando golpes duros. La educación ambiental no es ninguna competencia blanda. Tenemos que hacer mayor énfasis en conservar el ambiente porque 70% de la energía de Venezuela sale de aquí, porque se supone que tenemos de electricidad para el resto del país. Entonces, más allá de la importancia social, de la importancia natural, es la importancia económica que eso representa para el Estado. Hay que asumir la paz ambiental y la conservación del ambiente como algo tan real, como un terremoto, como un tsunami.
– ¿Cómo se interconecta la preservación de este humedal con las con los saltos de agua y los reservorios de aguas de la Gran Sabana?
– Los morichales están en la sabana porque su nivel agrológico, donde ellos se desarrollan. Y como ya hemos hablado, ellos son las esponjas que van a recoger todas esas aguas, para que, cuando estemos en verano, esos saltos sigan viéndose, y esos cursos de agua donde está el tobogán de Soroape o donde está la cascada de Pacheco, se mantengan. Si nosotros seguimos desapareciendo los humedales, todos esos saltos de agua, todas esas bellezas naturales van a desaparecer, como muchas están desapareciendo ahorita. Yo quedo extrañado cuando voy caminando, porque la sede de la universidad me queda cerca, y hay partes del río Uairén que se están secando, que nada más se ve el agua de las cloacas que están cayendo allí. Eso para mí es algo novedoso porque nunca lo había vivido. Y así hay muchos cursos de agua, muchos saltos, que están desapareciendo porque los morichales en la Gran Sabana están siendo afectados por las actividades mineras. Esa actividad minera genera mucho sedimento, ese sedimento llega a los morichales y los va, como uno dice, sedimentando. Los va llenando de sustrato y llega un momento en que el sustrato elimina el espacio del agua y el morichal no va a tener su ambiente natural para vivir. Entonces, esos morichales comienzan a secarse porque el agua no está presente. Si los morichales viven en unos suelos, que son de arcilla y son suelos inundados, y de repente esos suelos no se inundan porque están llenos de sedimento, las raíces del morichal van a morir y por eso se están secando gran cantidad de esos morichales en la Gran Sabana. Están siendo sedimentados todos los fondos de esos morichales y al cabo de los años el morichal desaparece.
– El parque como lo conocemos, ¿está de alguna manera en extinción?
– Claro, porque aunque el parque nacional fue declarado un monumento natural de la humanidad, eso tenía unas características y un protocolo. Parte del trabajo que tenía que hacerse en ese protocolo era cuidarlo, evitar la minería, evitar la construcción de estructuras civiles, evitar la sedimentación (…) Parte del trabajo de Corpoelec era mantener el agua en cantidad y calidad. Puedes mantener la cantidad de agua, pero si esa cantidad de agua va llena de sedimentos, esos sedimentos te van a dañar las turbinas, esos sedimentos te van a terminar por matar los lechos de agua y entonces las inundaciones se van a dar como se están dando. ¿Por qué? Porque los pozos de agua, esos canales por donde corre el agua, se están llenando de sedimentos. Y cuando el agua venga, como no tiene por donde agarrar, el agua corre por donde le parezca y por donde le parezca es esa cantidad de construcciones que están hechas ahí.
– Usted habla de la crisis y de las instituciones. ¿Qué instituciones con responsabilidad ambiental deberían intervenir en todo esto?
– El ente rector en todo esto es el Ministerio del Ambiente. De allí baja la cascada. Las gobernaciones deberían tener su departamento de ambiente, las alcaldías tienen su departamento ambiental. Esa es la parte legal, porque a nivel de educación tenemos las universidades, los liceos, una cantidad de institutos y tenemos espacio creado como los consejos comunales, pero acá hace falta primero formar y segundo, dotar.
– ¿Hay algún diagnóstico reciente sobre los humedales en Gran Sabana?
– No lo conozco porque yo ahorita estoy con la Universidad Experimental de Guayana. Estamos por abrir la licenciatura en Gestión de Alojamientos Turísticos. Yo espero que por allí sí podamos trabajar más la parte ambiental, porque aunque yo no tengo todo el peso en la mano, ¿cómo hacer una gestión de alojamiento turístico de un sitio donde ya no hay turismo, donde no hay bellezas que ver? Me imagino que por ahí sí podríamos trabajar. La Universidad Bolivariana de Venezuela lastimosamente desapareció. Es algo un poco triste para mí o para los que trabajamos en ambiental porque se egresa una cantidad de licenciados en ambiente y ninguno trabaja en su área porque ninguno fue absorbido por las instituciones que han tenido que ver con eso. Entonces eso también es una parte que hay que revisar. Estamos formando gestores ambientales. Pero, ¿dónde ellos van a conseguir su presupuesto para aplicar todo eso que están aprendiendo?
– ¿Qué es lo mejor de vivir en la Gran Sabana?
– Lo mejor de la Gran Sabana es que somos frontera. Eso para nosotros ha significado mucha ayuda. Ahora, cuando vinimos a vivir a Santa Elena veníamos buscando esa tranquilidad de vivir en un ambiente natural, tanto del parque nacional como de las comunidades indígenas.
– Algo que haya aprendido en Santa Elena de Uairén y Gran Sabana en general.
– En 28 años que tengo aquí lo que he aprendido es que todo puede pasar.
– Algo que todos los venezolanos deberían saber de Santa Elena de Uairén y de esta frontera.
– Deberían saber que los tepuyes representan algo místico para todas las personas que en algún momento habitamos en Santa Elena. En esos tepuyes está el origen de la vida.
– ¿Cuál es su sitio preferido en Gran Sabana?
– Mi sitio preferido en la Gran Sabana una comunidad que se llama Kavanayén. Hay un sitio que se llama Alto Parí. Es espectacular cuando funcionaba como un sitio turístico. Lastimosamente, después de la pandemia todos los sitios turísticos de la Gran Sabana pertenecientes a las comunidades indígenas están en el piso.
– ¿Qué extraña de la Santa Elena de hace 28 años?
– El clima, sobre todo. Uno tenía que tener un abrigo cerca para después de las 7:00 de la noche que hacía un clima frío, fresco. Yo soy de los Andes. Entonces yo amo el frío.
– ¿Qué no extraña?
– Conversar con las personas en la calle. Todos nos conocíamos. Eso está desapareciendo.
– Una comida típica que recomendar.
– Aquí se come el váquiro ahumado, con el picante que es el kumachí, acompañado de un poquito de kachirí, que es una bebida fermentada que te refresca. Cuando tú has hecho una actividad física que te agota, te tomas tu vaso de kachirí y se repone esa energía. Y si tomó más de la cuenta, bueno, no te digo lo que puede sentir.
– Una palabra típica.
– Waküperö, que significa o cómo estás o estoy bien.
– Y su animal favorito de la fauna de Gran Sabana.
– El danto. Aquí en la sabana uno siempre podía observarlo. El danto es un animal que tiene un rol muy importante, igual que los osos hormigueros. Uno veía eso por el camino temprano en la mañana. Era muy, muy reconfortante.