jueves, 28 marzo 2024
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El mapa de Yoslady: sobrevivencia, impunidad y migración forzada

Este video forma parte de las seis piezas de diversas narrativas que buscan visibilizar casos de violencia contra la mujer, producidas por las participantes de la Mediatón Circular y que, comenzaron a ser compartidas el 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en redes sociales y grupos de chat.

Esta historia fue producida por el equipo conformado por Liz Gascón, Karina Peraza, Luna Henríquez, Joelnix Boada, Isis Torres, Abrahan Moncada y su mentora fue Laura Helena Castillo

El 8 de noviembre de 2020, Yoslady Franquis fue atacada por su exnovio, Humberto Díaz, a pocas cuadras de su casa, en el sector La Bandera de Caracas, cuando iba de salida a la tienda de lencería donde trabajaba.

Humberto le dio once puñaladas en la calle y escapó. Un año después del intento de femicidio, él continúa prófugo y Yoslady se fue de Venezuela para alejarse de su agresor.

“Tuve que huir inmerecidamente porque yo no hice nada”, cuenta la joven de 31 años que emigró por tierra junto a su hija de 11 años, con apenas dos bolsos tras despedirse de su madre, abuela, hermanos y su perro Pochoclo.

Yoslady mantuvo una relación con Humberto durante un año y medio. Ambos vivían en el mismo sector y solían escribirse por Messenger, hasta que dieron un paso más. Al cabo de varios meses se quedaron juntos en la casa materna de Humberto. Ella lo describía como un novio atento y llegó a abrirse a la posibilidad de tener un hijo con él. En un momento algunas personas le advirtieron que él le pegó a su expareja, a quien ella veía en la zona como una mujer callada, pero nunca creyó que eso fuera cierto.

Pero Humberto empezó a controlarla cuando convivían bajo el mismo techo. Le prohibía hablar por teléfono con su amiga más cercana, tampoco le gustaba que saliera con ellas, comenzó a tratar de controlar a quien le escribía y qué hacía con su teléfono, luego comenzó a recriminar su forma de vestir, y se molestaba cuando compartía mucho tiempo con su familia, al punto que ella dejó de asistir y se alejó un poco de su entorno familiar, aun cuando vivían en la misma zona.

Yoslady cortó con Humberto porque empezó a drogarse y tornarse agresivo durante la cuarentena por el COVID-19. La primera vez que intentó dejarlo, el hombre la tomó por la fuerza y la ahorcó al frente de su familia.

“Ellas empezaron a gritar hasta que me soltó. La mamá de Humberto no me dejaba ir y su abuela tampoco, entonces los tres me envolvieron y me quedé”, recuerda la joven. Un mes después, él volvió a atacarla.

Yoslady había empacado sus cosas para irse con su hija porque temía que Humberto abusara de ellas. Esa vez, le dio una cachetada y la volvería a ahorcar. “Le dije: ‘ni se te ocurra que aquí está mi hija’ y delante de su mamá le dije que tenía que cambiar, pero él seguía drogándose”, recordó.

Explicó que un día antes de ese segundo episodio ella había hablado con él pidiéndole cambiar su actitud y forma de ser, esa conversación fue delante de la madre, él se comprometió hacerlo y al día siguiente salió y llegó drogado y fue cuando decidió marcharse.

Yoslady asegura que siempre sintió el apoyo del Cicpc, pero la comunidad fue la que todo el tiempo resguardó a Humberto Díaz | Foto cortesía Crónica.Uno

Yoslady puso fin a la relación, pero Humberto le escribía y la llamaba constantemente para pedirle que volvieran. Un mes antes de atacarla con un cuchillo, él la interceptó, acompañado de su madre, en la estación del metro La Bandera y ambos la mantuvieron acorralada durante dos horas en la esquina de su casa.

La exsuegra le preguntaba que por qué había dejado a su hijo y no la dejaban irse; él le pedía que regresaran. Yoslady miraba a cada lado para buscar ayuda y al notar que dos policías estaban cerca, les pidió que le abrieran el paso o le diría a los funcionarios lo que estaba pasando. Humberto y su madre se fueron y le dijeron que “dejarían de humillarse” delante de ella.

“Le comenté a mi familia lo que pasó y mi mamá esa noche me dijo: ‘tienes que denunciarlo porque tú no sabes si un día él te busca, te lanza al metro o te cae a golpes’. Yo le respondí que no creía que lo hiciera otra vez porque le dije claramente y delante de su mamá que yo no quería tener más nada con él”.

El 7 de noviembre de 2020 había una fiesta en la zona donde vivían Yoslady y Humberto. Él la amenazó por mensaje que si iba a la celebración, la mataría. “A todas estas yo no le creí. Me fui con ellas y la mañana siguiente sucedió lo que sucedió”, sostuvo la joven.

Humberto estaba esperando a Yoslady a solo una cuadra de su casa. Él se le abalanzó con un cuchillo negro por unas escaleras y le dio una puñalada tras otra durante un minuto. Aunque Yoslady gritaba: “auxilio me está apuñalando, auxilio me está matando” y había dos hombres que fueron testigos cerca, ninguno la socorrió, al contrario, cuando terminó el ataque ellos se fueron del lugar. Una enfermera de la zona, un bombero y otra vecina la vieron desangrarse y la agarraron de inmediato. Luego acudió una tía.

“Yo pedía que llamaran a mi mamá y ella vino corriendo. Cuando mi mamá me vio, dijo: Dios mío, se murió”. Un vecino prestó su carro y sacaron a Yoslady de inmediato al Hospital Clínico Universitario. En el trayecto, Yoslady sentía frío y se estaba quedando dormida. Su mamá y acompañantes le pedían que no muriera.

Yoslady entró al hospital, subió por su cuenta a una silla de ruedas y a la camilla, empezaron a prestarle primeros auxilios y la subieron hasta un quirófano. En todo momento repetía que su exnovio la atacó con un cuchillo.

“Yo decía que Humberto me apuñaleó. Me fueron poniendo el oxígeno y un doctor me dijo: ‘cuenta hasta diez”. En ese momento le pedí perdón a Dios y otra oportunidad, le dije: “yo necesito vivir por mi hija. Creo que por eso estoy viva”.

Después de la cirugía, Yoslady pasó tres días en coma y tres semanas hospitalizada. Tenía un tubo de oxígeno hasta la garganta, con heridas en la cabeza, cuello y brazos cubiertas con gasas. Para despertarla, las enfermeras no llamaron a Yoslady por su nombre sino por otro que solía decir en medio de su convalecencia: Ashley, su hija.

“Tenía todo el cuerpo dormido. Las enfermeras me dijeron que afuera tenía a toda mi familia. Pasaron a mi mamá y lo primero que le pregunté fue por mi gorda. Mi mamá me decía: ‘vive, vive por tu hija”, contó la sobreviviente.

Fue después de ese ataque que la familia de Yoslady supo lo que pasó la joven en la casa de Humberto, su madre no sabía que él había intentado ahorcarla.

La familia de Yoslady denunció a Humberto en el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc). El victimario no fue capturado después del ataque a su expareja. Yoslady advirtió que en la propia comunidad encubrieron el paradero de Humberto. Comisiones policiales lo buscaron en varias oportunidades sin encontrarlo. Yoslady sentía miedo y dejó de salir de su casa o andar sola.

Yoslady asegura que siempre sintió el apoyo del Cicpc, pero la comunidad fue la que siempre resguardó a Humberto, muchos conocidos de ambos compartieron y hasta tomaban con él y cuando sabían de la presencia policial le advertían. La joven manifiesta que esas personas veían lo que había hecho Humberto como una hazaña y la cuestionaron preguntando ¿qué habrás hecho tú para que él hiciera eso? La abuela, la tía y la madre fueron las principales cómplices de Humberto.

Dos meses después de que le propinaran once puñaladas, Yoslady se mantenía resguardada en su casa, con miedo de salir a la calle y de que Humberto volviera a agredirla. Estando fugitivo, seguía enviándole amenazas de muerte por mensaje a Yoslady. La joven que se desempeñaba como coordinadora de una franquicia de ropa íntima quedó desempleada a comienzos de 2021. La empresa le informó que no podría seguir pagándole y que les preocupaba que Humberto pudiera aparecer en la tienda y hacerle daño a Yoslady o al resto de las empleadas.

Siete meses luego del ataque, Yoslady se fue de Venezuela. Sus allegados le habían alertado que Humberto estaba de nuevo en la zona donde vivía. La casa materna del agresor está a pocas cuadras del hogar que compartía Yoslady con su familia. El hecho de que Humberto siguiera libre y al acecho, y la falta de oportunidades laborales, obligó a Yoslady a salir de Venezuela junto a su hija.

“Pasé por la frontera, fueron muchos días sin dormir, pero necesitaba apartarme de esa angustia de que Humberto estaba cerca porque no se sabe cuándo se hará justicia. Fue una experiencia dura que ahora solo es un recuerdo”, afirma la joven que espera que Humberto sea capturado por las autoridades porque su familia continúa expuesta. “No hace mucho me escribió por Messenger y me amenazó con que iba a matar a toda mi familia y me iba a dejar de última. Me dijo que lo único de lo que se arrepiente es de no haberme matado aquel día”, señaló.

Yoslady busca rehacer su vida aunque todavía quedan secuelas: no solo las cicatrices en su cuerpo sino la ansiedad de pensar que Humberto puede perseguirla. “Sufro de dolores de cabeza horribles, se me nubla la vista, tengo taquicardia. Los médicos me dicen que si sigo así, antes de los 45 años voy a necesitar un marcapasos”, indicó.

Ella en su mente revive el ataque, ahora con menos frecuencia, pero recuerda que la miró fijamente a los ojos y le dijo: “ahora si vas a morir maldita”. Sabe que en el momento que la atacó no estaba bajo los efectos de las drogas y tenía muy claro lo que quería hacer.

Con su historia, Yoslady espera alentar a otras mujeres a denunciar, contar lo que sucede y exigir justicia y actuaciones oportunas a las autoridades. “Cada vez somos las mujeres que somos agredidas de forma brutal, somos pocas las sobrevivientes y las que damos testimonio. Ya basta de lo mismo”.