Carlos (nombre que usaremos para resguardar su identidad) estuvo trabajando en las minas de Tumeremo y El Dorado, en el municipio Sifontes del estado Bolívar. Pero él afirma que “las cosas se pusieron rudas, no nos dejaban trabajar”, se regresó a Puerto Ordaz y desde noviembre del año pasado subsiste trabajando directamente en un botadero de basura en la avenida Guarapiche, en Unare, sector en el que vive.
Tiene 39 años y cuatro hijos de 3, 6, 8 y 12 años a los que mantener. “No hay empleo y aquí por lo menos uno ayuda a bajar la basura de los carros que vienen para acá, y para trabajar por 3 o 4 dólares, prefiero estar acá”, afirma.
De los desechos saca material de hierro, plástico, aluminio o bronce para llevarlo a una recuperadora en Unare o San Félix. Pero también consigue electrodomésticos desechados o son las mismas personas que antes de botarlos se lo entregan directamente.
“Aquí a uno le regalan que si una licuadora, un DVD. Uno lo repara y después lo vende en el mercado como usado. Hay gente que bota cosas que están buenas”, agregó.
De la basura, o más bien de lo que la gente lleva con intenciones de deshacerse, ha obtenido ropa y calzado que, aunque desgastado, hay quienes lo compran por bajo precio.
Ese es el día a día de Carlos. Llega a primera hora y se va en la tarde, como cualquier otro trabajo. Según lo que venda, en un día puede ganarse 30 dólares, a veces ese es el monto de toda la semana.
“Ayer vendí una licuadora y un tostiarepa. La misma gente llega con las bolsas y nos dice: ‘Allí hay algo bueno’, y uno busca lo que ellos traen”.
Aunque este es un modo de subsistencia, quizás menos riesgoso que el trabajo en las minas del sur de Bolívar, no lo tiene del todo descartado. Evalúa pronto irse de nuevo a trabajar la minería, pero en Guasipati, municipio Roscio.
En el lugar comparte con José Ramón Acosta, de 37 años de edad, y quien ya tiene 15 años en la zona. Anteriormente trabajaba en una urbanización sacando la basura en una carrucha.
José Ramón hace en promedio 20 dólares semanales con lo que vende. “Eso depende de lo que consiga para vender. A veces me encuentro prendas de oro. Hay días que no llega nada”.
Aunque tienen sus detractores, la mayoría de los comercios de enfrente les colabora con algo de comida, incluso las mismas personas que suelen llegar al lugar para deshacerse de la basura que debería recoger el aseo urbano municipal en sus residencias.
De hecho, durante la entrevista llegó un señor que caminaba por el lugar y entregó a uno de ellos un paquete de granos. De acuerdo con lo que ven diariamente, con suerte las compactadoras de Supraguayana pasan dos veces por semana, o no lo hacen.
“Estoy aquí por la falta de empleo. ¿Qué hace uno? ¿Irse a la casa a dormir todo el día? Gracias a Dios no le falta comida a uno”, sostuvo.
Ellos no son los únicos que subsisten de la basura en Ciudad Guayana. Carlos comentó que, al lugar, donde los desechos taparon por completo un contenedor de Supraguayana puesto por el alcalde Tito Oviedo, en campaña electoral, también acuden desde la vía El Pao un señor junto con su hijo.
En la avenida principal de Unare abunda la basura en la isla central, y entre la pila de desechos, personas -que no aparentan ser indigentes- hurgan entre ella. Incluso, se ha visto a personas con camisas de alguna de las empresas básicas de Guayana, quizás propias o regaladas, pero tanto en la ciudad como en el vertedero de Cañaveral, esto ha sido un punto común en algunas de las visitas hechas por Correo del Caroní.
Hasta el año pasado la ONG Contraloría de lo Público y lo Urbano estimó que en Ciudad Guayana se producen 14 mil toneladas de basura, pero la ciudad está lejos de tener un relleno sanitario acorde y planes de reciclaje y aprovechamiento de la basura, basados en experiencias de otras urbes del mundo como Medellín, en Colombia.
Una promesa electorera del alcalde de Caroní fue un proyecto de reciclaje. Sin embargo, lo que proliferan son pequeños vertederos a cielo abierto por todo el municipio que, junto con la crisis social y económica del país, sirven de sustento a un grupo vulnerable, pero no con las condiciones en que debe manejarse.