Ante el fracaso del “cese de la usurpación”, el pueblo venezolano fue víctima de la desesperanza y la dirigencia opositora escogió un solo culpable: la presidencia interina. En la oposición no hubo un plan vertebrado para defenderla como el bastión por excelencia de la resistencia que era. El interinato, “joya de la corona” de la resistencia hace tres años, ahora no tiene dolientes y se pone en la picota su vigencia.
Lo que se pasa por alto es que con todo y las críticas internas que se la hacen a Guaidó, todos pagaremos la eliminación de la presidencia interina, porque la gente no distingue entre Guaidó y la plataforma política opositora que le ha dado sustento, incluida María Corina. Bueno, así somos, hace treinta años escogimos a otro chivo expiatorio: culpamos a Carlos Andrés Pérez (CAP) de los males que vivía Venezuela en esa oportunidad y luego en colectivo pagamos las consecuencias que las vivimos cotidianamente.
Ese acto insensato de romper, así haya sido a través de la legislación vigente, con el mandato que el pueblo le otorgó a CAP, trajo como consecuencia una involución política que nos hizo regresar a un sistema de mando en el país que creíamos superado luego de 1958: la impronta militarista volvió a hacerse del poder. Un hábil embaucador, con el poder y con el carisma que le daba la riqueza venezolana (según un expresidente colombiano, Chávez no tenía carisma, sino chequera), ante nuestra mirada irresponsablemente impasible, que no llegó a alterarse a pesar de los destrozos económico, institucionales y morales que le infringió a la república, contemplamos cómo devastó lo hecho durante los cuarenta años de democracia en el fortalecimiento del estatus cívico y de prosperidad que se vivía.
Ahora, de nuevo, irresponsablemente ponemos en riesgo al reducto institucional que nos queda a través de las riñas internas dentro de los bastiones de la oposición. Esa lucha permanente por el liderazgo sea como sea y cueste lo que cueste a Venezuela, es la que nos llevará por el despeñadero definitivo.
Los artículos 233 y 333 siguen vigente en la Constitución y es a partir de ellos y ante la írrita elección presidencial de 2018, que se erige el gobierno interino. Sigue vigente el hecho de que si bien Maduro detenta el poder, lo hace ilegítimamente y es el gobierno de transición en donde radica la legitimidad, eso no ha cambiado. Así mismo por la misma razón, la Asamblea Nacional elegida en 2015, es la que debe ejercer con legitimidad la función legislativa, pues la elegida en 2021 se hizo a través de un proceso violatorio de la Constitución y las leyes.
Darle la espalda a la institucionalidad interina, como lo advierte el procurador general especial, hará cesar todos los organismos creados para su funcionamiento y representación: todas las juntas administradoras ad hoc de organismos autónomos cesarán en sus funciones (Pdvsa, Banco Central, Corporación de Guayana, etc.); no habría ningún organismo de la institucionalidad interina que pudiera actuar como interlocutor de Estados extranjeros (el oro depositado en Inglaterra tendría un solo “doliente”: Maduro); las representaciones consulares y diplomáticas ante otros Estados y organismos internacionales como la OEA cesarán al extinguirse la institucionalidad interina; y el régimen de Nicolás Maduro podrá reclamar la propiedad de los activos de la República en los países que han reconocido a Guaidó en su condición de presidente interino. Lo que se logró rescatar de la bestial corrupción que asoló a Venezuela, volverá a las repugnantes arcas en donde se encontraban: será el oficialismo impúdico el que dispondrá de esos activos.
La extinción de la institucionalidad interina está en boca de la dirigencia partidista de la oposición, ¿pero qué dice la gente? Según el reconocido comunicador Ramón Muchacho, que realizó una encuesta: tan sólo 16% de los participantes apoyó la opción del cese del gobierno interino y en total 80% apoyó que su vigencia sea extendida más allá del 5 de enero. Se permite al comunicador dar un consejo a la dirigencia de oposición: “tengan cuidado con el (mal) trato que le den a Guaidó, por qué el gobierno interino pudiera tener más dolientes de lo que parece”.
Así como sucedió con CAP, ahora tenemos a Guaidó sobre la piedra de los sacrificios y ejecutada la sentencia, todos seremos parte del tributo a los dioses de la venganza. La verdadera unión está en dignificar logros colectivos y asumir en grupo los errores. La presidencia interina tiene logros y errores, toca a la unidad decidir su destino.
Aquí nadie cobra o paga por separado. Ojalá que el sentido común y la visión de una Venezuela con un futuro institucional y próspero nos ilumine.