jueves, 13 febrero 2025
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Verborragia e hipoacusia

La dictadura la gozan los cogollos, mientras el proletariado está obligado a conformarse con todas las privaciones y precariedades, que traen consigo los regímenes con la marca de fábrica del marxismo.

La dictadura del proletariado es otra de esas mojigangas del socialcomunismo para naricear a la clase obrera. En la Roma antigua los pobres sólo podían servir al Estado con su prole, por lo que infiero que allí está la etimología de la palabra proletariado. Sector mayoritario de la sociedad que nunca ha tenido el poder, pero que en su nombre y sobre sus espaldas los sátrapas del social comunismo sí han imperado en todos los continentes de este planeta. La cosa queda así: la dictadura la gozan los cogollos, mientras el proletariado está obligado a conformarse con todas las privaciones y precariedades, que traen consigo los regímenes con la marca de fábrica del marxismo.

Uno de los placeres sensoriales de estos tiranos ñangarosos es ser escuchados, hasta excitar las más recónditas sensibilidades de su audiencia proletaria. Buscan el punto G del sentido de la audición, para masajearlo con un caudal de palabras que tienen el efecto de una caricia deseada en la epidermis de quien escucha. Quieren seducir, hechizar, embobar, conquistar, inducir, tentar. Buscan provocar un enamoramiento colectivo de hombres, mujeres, no binarios, transexuales, bisexuales y toda la diversidad impuesta por el feminismo de izquierda que reina en estos tiempos.

Cuando el tirano se monta en la tarima y agarra su micrófono sólo espera una entrega absoluta e incondicional de los que están abajo. Que su voz sea el único alimento de las masas. Que su hálito humedezca aquellas bocas secas, que han coreado su nombre hasta la extenuación. Que no sientan hambre ni sed mientras un volcán de palabra erupciona -a través de costosas y punteras tecnologías- que exacerban los efectos del discurso de aquel pastor histriónico y lenguaraz. El proletariado complacerá al déspota con su silencio reverencial, el grito solicitado y el aplauso fanático del devoto.

El de abajo -descoyuntado por una sobredosis de agitación y rodilla en tierra- no tiene ningún interés en encontrar o seguir el hilo del verborrágico orador -que en un estricto cálamo currente- deja escapar su caudalosa e incoherente trápala. El proletariado solo quiere escuchar el grito atronador, que le llega como ruido a sus narcotizados oídos. Allí se queda el sonido, paseándose entre el oído externo y el interno, sin llegar al cerebro. Porque, imagino, que este no hace sinapsis cuando lo que recibe son ensordecedores estruendos.

Bajo el control del tirano -aquel amasijo de carne, huesos, sangre y emociones primarias- se deja llevar como los ratones por la flauta de Hamelin. Sin voluntad, caen embelesados en el abismo del socialcomunismo “con hambre y sin empleo”, resteados hasta el último suspiro. Tal como hemos quedado después de 22 años de socialismo del siglo XXI.

La vanilocuencia, la cháchara y el pajonal -tan alto y voluminoso como un dinosaurio y un mamut juntos- contrasta con la sordera profunda que exhiben los tiranos, dictadores y déspotas rojos. Viven un onanismo auditivo, pues sólo se oyen a sí mismos. No escuchan el llanto lastimero de miles de madres que gritan porque les asesinaron a sus hijos en cualquier calle de este ex país. Son totalmente sordos cuando niños y adolescentes mueren en los hospitales, mientras esperan un trasplante que saben que nunca se realizará.

Su hipoacusia selectiva rechaza el grito de la pobreza, proveniente del 96% de la población nacional. Esa que huye todos los días por las trochas y caminos verdes, porque el hambre lacera su existencia de manera irremediable. Esos millones de compatriotas expulsados por la miseria incluyen, esencialmente, muchachos y muchachas que se convierten en presas fáciles de los traficantes de personas, que realizan su trabajo sin ninguna limitación. De esta manera los venezolanos, también, son arreados hacia sus otros verdugos.

La dictadura no oye los clamores del proletariado hambreado, que es traficado, esclavizado, vendido, prostituido, subyugado, aherrojado y oprimido por mafias, narcoguerrillas, trenes, pranatos, et al. Organizaciones criminales que incrementan sus riquezas con la trata de venezolanos. Nacidos, valga recordarlo, en plena dictadura del proletariado en el marco del socialismo del siglo XXI.

Agridulces

La muerte anunciada de los niños y adolescentes en el J. M de los Ríos debe ser calificado como lo que es: un crimen de lesa humanidad. Pudieron salvarse con un trasplante, pero la élite dominante destina millones de dólares a defender a Alex Saab, mientras la vida de aquellos venezolanos que apenas despunta se ve truncada por la indolencia y la irresponsabilidad de quienes dilapidan el erario público defendiendo delincuentes.