A la vieja conseja que “en la oscuridad solo trabaja el crimen” se pudiera parafrasear que, en el manto generalizado del silencio que impone el autoritarismo, funcionan con precisión los hechos vandálicos. No es tan simple, es verdad, el juego de palabras en las realidades guayanesas. Pero aquí ante las tragedias cotidianas que produce la orfandad para las mayorías, la ausencia de condiciones materiales y la entronizada pobreza; todo ello en ausencia de derechos en rigor, de ley y autoridades, la atención deliberada o no, se pierde en otros menesteres y los trúhanes se mueven a sus anchas: no es fácil determinar en muchos casos los rostros de los malhechores.
Cuando hace unos días las periodistas Alicia Estaba y Jhoalys Siverio denunciaron a través de sus cuentas en twitter el atropello de convertir en basurero el estacionamiento de Correo del Caroní, en Villa Colombia; la percepción personal fue que habían tocado un nervio importante (como siempre, solo que no hubo tiempo para la justificación) de la dejadez, la indolencia y la corrupción con la que se mueven los intereses oficialistas. Acción premeditada que además perjudica a una institución educativa aledaña a la sede del periódico, que visualiza con más claridad aún, la falta de escrúpulos al intentar humillar la crítica y el quehacer periodístico. En silencio inhalamos aires complacidos al notar el fuelle del señalamiento cívico, sabiendo que nada harían los responsables de la basura por cumplir, en el estacionamiento y en la ciudad, con la recolección y las funciones que les impone la normativa municipal.
No pasaron demasiados días para que el ataque a las sombras del vandalismo anónimo o de la supuesta vulgar delincuencia, desmantelaran la torre de trasmisión de Pentagrama 107.3 FM (parte de esta plataforma comunicacional) de manera definitiva, ya que en los últimos años, numerosos han sido los robos y destrucción de equipos u otros dañados por los constantes y sospechosos apagones en ese sector donde se ubicaba el potente trasmisor. El nuevo episodio guayanés contra la libertad de expresión y el derecho a la información, que es la percepción que tenemos, ha caído en la rápida evasión de factores que les tocaría hacer valer la solidaridad y la protesta en trances importantes para reivindicar la lucha democrática, las convicciones por la posibilidad de una sociedad civilizada (lejana del pragmatismo ramplón) donde el papel de los medios de comunicación sea palanca esencial del desarrollo y de esos elementos de la modernidad, que hoy se hunden en las cárcavas de la pobreza de espíritu, más grande que las propagadas en el suelo de la región. Sin embargo no es así, no hay ecos fuertes en la defensa cívica, una cierta clase esconde el cuello como el avestruz y el camino empedrado del periodismo local, que se quiere de calidad y dignidad; ese que se nutre de los hechos comprobados, se hace lacerante para quienes lo ejercen con compromiso en la vivencia diaria.
Y el sol de San Félix…
Estos ataques, la tarea del hostigamiento y la saña, no son nuevos. Igualmente siempre ha existido el parecer de algunos de quitarle importancia o razones: justificación a la ceguera ante la historia o las complicidades. El guión se repite con idéntica factura de décadas, de allí que inferir los trasfondos, autores e implicados, no es una hazaña; el retrato hablado emerge con soltura. Lo que queda en un país arrinconado, vuelto un engrudo interno, e internacionalmente observado con énfasis distante y burocrático, son las preguntas y estas brotan solo por el uso del método de cuestionar la realidad. Porque de antemano se presiente que tendremos todavía un trecho largo para encontrar la normalidad y los equilibrios de una Venezuela democrática. Preguntas que quedan porque si hay algo seguro es que del mismo modo que la pasión por la verdad no podrá ser aniquilada, pese a los máximos intentos de los enemigos de la libertad; de la misma manera la sociedad venezolana en su conjunto encontrará los resquicios para abrirse paso, y edificar las nuevas bases en una complejo panorama donde hoy es casi imposible tropezar con la grandeza o la calificación en los actores del escenario nacional y regional; sean estos del modelo revolucionario o de la denominada oposición.
El estado Bolívar, y Ciudad Guayana, esa enorme locomotora del desaparecido proyecto industrial, tal como se le conoció; contra la inercia de lo gris y lo insulso, ha contado con La Casa de las Ideas como escuela e impulsora de esa visión, a la que se refirió el periodista e historiador Ryszard Kapuscinki : “(…) En el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, tenéis también la explicación de por qué ha sucedido; en el mal periodismo, en cambio, encontramos sólo la descripción, sin ninguna conexión o referencia al contexto histórico”. Diría que semillas a partir de allí han brotado desde las particularidades de los sectores de la nueva Guayana que se abre paso por sobre la crisis integral, los escombros de las ciudades y la agonía moral. Por supuesto que duele en el alma el vandalismo, tal como lo escribió la licenciada Alicia Estaba al ver los equipos destruidos de Pentagrama FM. Duele, pero la conexión con los guayaneses sigue su curso; la comunicación y la información no dejará de estar presente, pese a los garrotazos de la barbarie, el colaboracionismo y el cinismo de estos tiempos. El sol brillará, la historia rendirá cuentas.