jueves, 12 septiembre 2024
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Una carta a la izquierda británica

El chavismo difundió falsedades y medias verdades con el objeto de retratar la democracia venezolana como un monstruo insensible.

 Un mensaje en la botella para:
The Guardian, Channel 4 U.K., Labor, Jeremy Corbyn, Owen Jones…

Una mentalidad de izquierda puede equivocarse y mucho respecto a los procesos políticos en Venezuela. Los izquierdistas venezolanos han comprado y propagado la lectura marxista sobre la colonización y la lucha de clases, y también han querido aplicarle a Venezuela los mismos principios por igual a México, Perú, el cono sur, Colombia y Cuba, como si se tratara de lo mismo. Porque ocurre que como toda teoría, el marxismo es un lente que tiende a disminuir las diferencias para alimentar similitudes algunas veces artificiales.

Este es un tema que exigiría un mayor rigor pero, en principio, no es lo mismo un país que haya sido centro del virreinato español, a uno como Venezuela que era una capitanía. No fue Venezuela el centro de las atenciones y privilegios de la corona española, sino un territorio de menor importancia. En consecuencia, hubo un poco de dejar-hacer: su población pasó por un mayor mestizaje lo que llevó a atenuar (no a eliminar) el racismo y las divisiones de clase. Además, la Iglesia, la gran controladora social, no era tampoco muy fuerte. No hubo aquí la llamada “Santa” Inquisición. Toda esa situación posiblemente originó algunas patas cojas institucionales, pero al mismo tiempo sentó las bases auténticas para lo que en el presente se entiende como una democracia real. No hay muchos venezolanos conscientes de esa herencia roca madre que los hace ser intolerantes o impermeables con los prejuicios raciales y de clase.

Ya allí hay una ruptura con la narrativa marxista, que supone una realidad de poder imperial más invasivo en la gente y su autonomía. Por eso Venezuela, como nación, rompe esquemas. Es decir, que cuando se habla de las víctimas del imperio, las características del venezolano varían en comparación con los ciudadanos de otros territorios colonizados por España.

Sin embargo, la narrativa chavista se fabricó apelando más a los lugares comunes de la sociedad descrita por Marx. Además, a través de una costosa campaña internacional, el chavismo difundió falsedades y medias verdades con el objeto de retratar la democracia venezolana como un monstruo insensible. Sus más espantosas falsedades, propagadas por sus cónsules y agentes, fue la de que ellos habían nacionalizado la industria petrolera o de que gracias a ellos había educación gratuita e inclusiva. Mentiras del tamaño del planeta, que persiguen distorsionar la realidad de un país con tendencia igualitaria como lo es Venezuela. Como ahora también cuando el régimen de Maduro sostiene el palabrerío hueco de que en Venezuela no hay hambre ni crisis humanitaria. Gobiernan a través de la propaganda con un total desprecio por los hechos.

En comparación con una sociedad de clases e imperial como la británica, la de Venezuela es inversa, y no sólo con el asunto de las estrictas divisiones de clase, sino por la sólida estructura institucional del Reino Unido.

En días recientes Ken Livingstone fue entrevistado por la BBC en relación a Venezuela y, para defender al régimen, el exalcalde de Londres esgrime los mismos lugares comunes del llamado bloqueo de los Estados Unidos a Cuba. Debió saber que se estaba repitiendo durante la entrevista porque no encontraba alguna conexión con los hechos presentados por su entrevistador. No es la primera vez que ocurren estos episodios. Al parecer, los esquemas castristas están incrustados como cal marina en la mentalidad de algunos fervientes izquierdistas del Reino Unido y otros países. Sin embargo, a juzgar por las declaraciones de Jeremy Corbyn sobre el tema, pareciera una estrategia para proteger su ideología en casa. Y es por esa circunstancia que estoy escribiendo esta carta que desde hoy empieza a navegar por el océano de la red.

Lo que le propondría a la izquierda del partido Laborista y los que defienden la existencia de un Estado sensible y justo, es abandonar por un rato los rígidos esquemas del marxismo autoritario o del castrismo. Considerar un diálogo con una mentalidad tan preocupada por la equidad social como están ellos, pero que ya está verdaderamente harta de caudillos y hombres fuertes. Porque si piensan que los venezolanos somos unos conservadores de derecha que nos disgusta el chavismo por su origen y color de piel, están muy equivocados. No nos apliquen el contexto británico ni de países similares.

Por cierto, Chávez llegó al poder de mano de empresarios, y su color de piel no distaba ni del mío ni de los de mis vecinos. Y lo de la igualdad social, olvídenlo. Maduro, el heredero preferido del chavismo, se mantiene gracias a una corrupción descomunal aún sin cuantificar, que delata toda esta crisis como un fraude y fiasco que empezó en 1999, y todo en nombre de los pobres.

Los invitamos a virar su mirada de izquierda hacia ese detalle extraordinario de los inicios de Venezuela como nación, a esa prometedora roca madre. Al igual que ustedes, queremos una sociedad más justa, con libertades políticas y económicas, sin tantos prejuicios de clase, raza, condición social. Allí tenemos un sólido interés común. Y al igual que ustedes, deseamos que las instituciones se fortalezcan y le sirvan al bienestar ciudadano.

Los exhorto a repensar su discurso, ¡vienen tocando el mismo disco por años! Prefiero conversar con ustedes desde William Blake, sé de lo mucho que lo admiran. El bardo mostró la imaginación desde los sentidos y la razón. Esperar a que la visión descienda como un ángel, así se puede crear otro mundo.

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