domingo, 19 enero 2025
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Un Maestro, una Maestra I

Se escoge ser Maestro o Maestra, porque se ama la forma como vive alguien que nos enseña escuchar, a estremecernos, a contaminarnos de inquietudes, a soñar con inundar de esperanza la vida de quienes los continuarán. Un maestro, una maestra, son siervos de la respiración que salva.

a Rafael Estrada, por insistir

Nos dijimos: hoy es el día que diremos lo que seremos. Éramos una mezcla de alegría y miedo; de orgullo y vergüenza. Hoy nos hablarán de las carreras y profesiones. Oiremos los nombres de las universidades; los elogios a algunas, los desdenes a otras. Lo comentamos en nuestras casas y hubo sonrisas y silencios; caras largas, caras cortas. En el camino oíamos las expresiones de nuestros padres: Elige bien; tú sabrás lo que harás; cómo harás; no escojas lo que nosotros escogimos; no te apresures; lo que elijas será tu vida, espero no te arrepientas… Frases y oraciones que muchos años después tildaríamos: Nuestro primer acercamiento a las voces y ruidos de lo que cómodamente llamaríamos conciencia. Pocas veces presenciamos la efervescencia de los silenciosos latidos de la confianza y el temor a lo venidero y su animalito antiguo: la incertidumbre. Ese día sentimos que sabíamos de todo y de nada; menos de cómo y qué hacer con el temor, el cambio y el adiós. Bachilleres del todo y la nada. Nuestra primera lección del detalle, de lo mínimo, de lo breve… Nuestro primer encogimiento del corazón, leeríamos en un poema de Antonio Machado.

Lo que vi ese día, lo sigo presenciando hoy. Ahora no lo veo, lo observo, pienso, reflexiona y converso con amigos y amigas. Hubo elogios, celebraciones, “eso eres tú”, “estoy orgulloso de ti”, “serás una profesional exitosa”; pero también “no escojas eso”, “no puede ser que tú…”, “no sé, yo lo pensaría dos y tres veces”, “dudo que te vaya bien con eso”. Eso era un vocablo para indicar decepción, error, desperdicio del tiempo y la vida venideros. El examen de orientación vocacional indicaba vocaciones: Ser Astronauta, Médico, Ingeniero, Arquitecto, Abogado; menos Maestra o Maestro. Eso no era una vocación, sino un error. Eso no estaba dentro del pensamiento racional razonable, sino en el irracional. No era un asunto de matices vitales, espirituales, familiares y sociales. Si elegir ser maestro o maestra era un llamado, pensando en Platón, era un llamado del error, la locura, el conformismo y la mediocridad. Los que eligieron las carreras de educación o pedagogía fueron citados a reuniones urgentes y privadas en aquellos rectángulos llamados departamentos de orientación. Reuniones a puerta cerrada con la orientadora, la psicóloga, el profesor guía y nuestros padres. Algo nos ocurría, algo malo nos pasaba, nuestra psique estaba disociada, era inminente que nos vendría una catástrofe… No entendíamos nada. Éramos tan buenos alumnos y alumnas, pero había que ayudarnos en nuestra errónea y triste elección de vida: Ser maestros y maestras; ser educadores y educadoras; ser pedagogos y pedagogas.

¿Cuál había sido nuestro criterio, columna, principio de elección? La admiración. A esa edad amábamos y respetábamos a alguna maestra, algún maestro. Nos gustaba, deseábamos y aspirábamos ser como ellos. Su vida nos seducía. Su forma de estar con nosotros nos impulsaba a vivir como ellos. Eso soñábamos ser: Una continuación de ellos; honrando a Vicente Gerbasi, sí, de ellos, que eran nuestro firmamento. Pero eso día comprendimos que los sueños de ellos y ellas, maestros y maestras, estaba claro y definido: educarnos para que nunca eligiéramos lo que ellos hacían. Y nos repitieron: sean de todo, menos maestros. Escojan una mejor vida. No una profesión jamás valorada, amparada y respetada en lo social y económico. No vivan de lo espiritual, enfatizaron algunos, con la certeza de quien siente que te salva del suicidio o de una violación inminente.

Allí, en la adolescencia, presenciamos la primera tragedia de nuestra cultura: Maestros y Maestras que harán lo imposible para que sus hijos, hijas, alumnos y alumnas no sean Maestros y Maestras. Padres y Madres que darán su vida para impedir que lo sean. Una caja de resonancia: es indigno, por la vida que te propicia, ser educador. Pero los tiempos y espacios singulares y significativos; los que permiten las vidas dignas, son los excepcionales. Son los quiebres, las crisis en las elecciones de vida, las irrupciones vitales, el paradigma espiritual de las inflexiones éticas y morales, las que impulsan a algunos/as adolescentes a oír los mandatos de la admiración. Porque se escoge ser Maestro o Maestra, porque se ama la forma como vive alguien que nos enseña escuchar, a estremecernos, a contaminarnos de inquietudes, a soñar con inundar de esperanza la vida de quienes los continuarán. Un maestro, una maestra, son siervos de la respiración que salva.

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