domingo, 19 enero 2025
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Un humanista en la presidencia de Guatemala

Arévalo de León es un docente, un hombre de paz que tiene frente a sí el gran desafío de recuperar la decencia y honestidad políticas, garantizar los derechos de sus conciudadanos, restablecer la autonomía de los poderes y proteger y afianzar una genuina libertad de expresión.

El pasado domingo 20 de agosto hubo acción electoral en nuestro continente. La palabra más repetida en los medios de comunicación fue “sorpresa”, tanto en Ecuador como en Guatemala. En el país sudamericano los ecuatorianos eligieron a Daniel Noboa y a Luisa González para una segunda vuelta, y en la nación centroamericana Bernardo Arévalo de León le ganó a Sandra Torres, viuda de Álvaro Colom, quien gobernó Guatemala entre 2008 y 2012. Sigo con atención las elecciones -generalmente limpias y confiables en otros países- para rememorar que no hace mucho tiempo viví en democracia, y sé y entiendo lo que significa la gobernabilidad y alternabilidad en sistemas no dictatoriales. Porque las tiranías de izquierda diseñan el régimen a su imagen y semejanza, son dinásticas con sus príncipes soberanos agavillados en o tras el poder y sus ambiciones son la medida de todo. Siempre artillados e irreductibles, con la inquebrantable decisión de permanecer en el poder hasta que la muerte los separe.

En octubre será la segunda vuelta en Ecuador y por el suave favonio que sopla ganará el joven Daniel Novoa. En espera de esta ansiada noticia “descorreizante” me referiré a Bernardo Arévalo, el presidente electo de Guatemala. Hijo de Juan Arévalo Bermejo (1904-1990), profesor universitario de filosofía, elegido presidente para el período 1945-1951, en las primeras elecciones libres registradas en aquel país centroamericano. Entre el “socialismo espiritual” y la “primavera democrática”, como denominó su programa de reformas, los analfabetos y las mujeres tuvieron derecho al sufragio, los partidos políticos se constituyeron libremente, los indígenas volvieron a participar en el poder, se legisló para proteger al trabajador, fomentó la educación pública y mantuvo un clima de tolerancia y respeto. Coincide en tiempo y logros con nuestro Rómulo Gallegos, quien en su breve mandato hizo avances similares a los de Arévalo Bermejo.

Un demócrata en el más alto sentido de la palabra fue el padre del presidente electo, quien en 1954 se exilió en Uruguay donde nació Bernardo (1958) el penúltimo de sus cinco hijos. Por cierto, en ese duro periplo del destierro esta familia vivió en Venezuela, México y Chile. Cuando Bernardo tenía 15 años regresaron a Guatemala, terminó sus estudios secundarios y se fue a Israel a estudiar Sociología. Luego desarrolló una carrera como diplomático que lo llevó a ser cónsul en Israel, vicecanciller y embajador en España. Más adelante prosiguió su formación académica en la Universidad de Utrecht, en Holanda, hoy Países Bajos, donde se doctoró en Filosofía y Antropología Social.

Este humanista fue asesor de la ONG Interpace que busca consolidar la paz en Asia, África y América Latina. Así mismo asesoró varias organizaciones de la ONU, trabajó en el Instituto de Paz de Estados Unidos y en la Universidad de San Diego, California. Ha publicado libros y artículos sobre las relaciones cívico-militares.

En 2015 Bernardo Arévalo participó en las manifestaciones contra la corrupción, que obligaron a renunciar a Otto Pérez Molina. Aquel año fundó un grupo de reflexión al que denominaron Semilla, registrado dos años después como organización política. En 2018 -convertido en partido político- es definido como socialdemócrata, ecologista y progresista. Por cierto, muchos medios se refieren a Semilla sólo como progresista, en su afán de imponerle un calificativo afín que convenga a sus intereses, usualmente escorados hacia la izquierda.

Como Semilla compitieron en las elecciones de 2019 y Arévalo de León fue uno de los seis diputados que ganó su curul en el Congreso guatemalteco. Una modesta representación entre los 160 escaños que integran aquel poder legislativo, pero que permitió posicionar a quien en enero de 2023 fuera proclamado candidato presidencial por ese joven partido. En junio fue la primera vuelta y Arévalo fue el segundo candidato más votado, que enfrentó a Sandra Torres, en su tercer intento por acceder a la presidencia de Guatemala.

Este académico sabe cuánto daño le hacen a un país los gobernantes que llegan al poder para enriquecerse con los recursos del Estado, por eso su lucha es contra la corrupción, porque se trata de “rescatar las instituciones que se necesitan para generar desarrollo”. Arévalo de León es un humanista, un intelectual, un docente, un hombre de paz que tiene frente a sí el gran desafío de recuperar la decencia y honestidad políticas, garantizar los derechos de sus conciudadanos, restablecer la autonomía de los poderes y proteger y afianzar una genuina libertad de expresión.

Agridulces

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