jueves, 13 febrero 2025
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Un golpe tocuyano para Aquiles y mio Cid

Los hechos de la historia muchas veces se confunden con el mito y terminan siendo, en el mejor de los casos, un fantástico recuerdo de algo que quizás nunca llegó a ocurrir.

Los hechos de la historia muchas veces se confunden con el mito y terminan siendo, en el mejor de los casos, un fantástico recuerdo de algo que quizás nunca llegó a ocurrir. Así pasó con la guerra de Troya, conflicto bélico que lindó con lo imposible y derivó en temas de poemas y cantos, hasta el punto de considerarlo como simple relato de la imaginación. Por varios siglos fue esta la idea general hasta que un arqueólogo alemán del siglo XIX, Heinrich Schliemann, se empeñó en creer que lo que contaba la Ilíada era cierto y pasó gran parte de su vida tratando de encontrar la legendaria ciudad.

Tanto insistió Schliemann que al final dio con la preciada Troya, demostrando así que lo que nos relatan las obras literarias no necesariamente pertenece de forma exclusiva al reino de la ficción. Igual podemos decir de las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar y su reconquista del territorio español, en manos de los árabes en aquel lejano siglo XI d.C. Hoy leemos sus proezas en un hermoso canto llamado Cantar de mio Cid y en muchas oportunidades se nos pasa por alto la realidad histórica que se encuentra detrás de la obra.

Ocurre lo mismo con las canciones. Compuesta en algunas ocasiones como homenaje a personajes y sucesos de la vida real, el tiempo termina por borrar los referentes históricos que le dieron vida, convirtiéndose en frases acompañadas de melodías cuyo sentido ha sido velado por el polvo de los años. Un ejemplo de ello es el golpe tocuyano Montilla, canción venezolana de principios del siglo XX que hoy cantamos sin tener la consciencia de que en ella se esconde la historia de José Rafael Montilla, mejor conocido como el Tigre de Guaitó.

Nacido en Trujillo en 1859, Montilla se destacó desde muy joven por su valentía, arrojo y lucha por la reivindicación de los campesinos de la región. En las continuas batallas que participó al lado del ejército liberal fue nombrado general, aclamado por los mismos soldados que lo acompañaban. Refugiado en el pueblo de Guaitó, desde donde dicen que ejerció el reparto justo de las tierras y el colectivismo agrario, el general Montilla fue un dolor de cabeza para las ansias de los conservadores y no hubo batallón que pudiera con la fuerza del trujillano. Varios presidentes de Venezuela ordenaron su captura pero el Tigre de Guaitó era indomable.

Cipriano Castro, al darse cuenta de que Montilla era sumamente difícil de derrotar y de que este iba a ser un constante foco de conflictos en la región, decidió ofrecerle cargos políticos para mantenerlo alejado de su tierra. Castro le propuso que con 70 oficiales ejerciera la vigilancia de la frontera colombiana. Aceptó, pero al poco tiempo se dio cuenta de que se trataba de una trampa. Le mandó a decir a Castro, en forma de amenaza y con fina ironía: “es más corto el camino desde Guaitó a Miraflores que de Capacho a Miraflores”, haciendo alusión a la larga marcha andina que llevó a Castro al poder. Desde ese día empezó un asedio contra el Tigre. Lo acecharon los ejércitos de Lara, Barinas, Portuguesa y Cojedes; pero nunca lograron capturarlo.

En el año de 1907, cuando José Rafael Montilla contaba con 48 años y era el hombre más poderoso y respetado del occidente del país, fue asesinado por la traición de uno de los suyos. Un terrible machetazo, asestado mientras estaba en cuclillas tomando agua de la quebrada, le quitó la vida a el Tigre de Guaitó. Desde ese instante el pequeño pueblo larense de Guaitó se convirtió en el lugar a donde iban los campesinos del occidente del país a ofrecerle el tributo de su afecto y su recuerdo. Desde Guárico, Trujillo, Portuguesa y otros estados venían cientos de hombres y mujeres acongojados para el velorio.

Una enorme procesión de campesinos acompañaba el féretro del general Montilla hacia el cementerio y detrás un grupo de músicos entonaban canciones que relataban las proezas de el Tigre de Guaitó. En ese momento, en la marcha fúnebre, nació el golpe tocuyano Montilla, canción que ha tenido variantes que han quedado en la memoria de los pueblos andinos y larenses. En otras versiones de la canción se oye, por ejemplo:

Montilla está enmontañao:

no se metan caraqueños,

ese es un hombre que despierta

a todo el que tenga sueño.

En las sierras de Trujillo

hay valientes por montón

pero el que tiene más brillo,

es el Tigre de Guaitó.

El coloso de los andes,

el valeroso Montilla,

es muy grande entre los grandes,

y liberal sin mancilla.

El Mio Cid, que fue la representación literaria de un hecho histórico, real, que se cantaba en villorrios y plazas públicas para difundir las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar, logró conservarse hasta nuestros días gracias a la copia manuscrita que hizo el monje Pedro Abad, allá por el siglo XIII. Quizás, en un futuro no muy lejano, un hipotético copista transmita el golpe tocuyano Montilla en distintos soportes y medios, dándole nuevos sentidos a la obra, llegando a convertirse en un poema de la literatura venezolana.

La vida de el Tigre de Guaitó se confunde con la leyenda y pudiéramos afirmar, sin llegar a ser exageración alguna, que José Rafael Montilla es el Aquiles de los Andes, el mio Cid de la montaña y la neblina.

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