lunes, 13 enero 2025
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Ucrania, Maduro y Putin

Que le aproveche. Criminal de guerra y/o de lesa humanidad es no solo el que hala el gatillo o detona un artefacto explosivo. Es todo aquel que colabore, facilite, avale, respalde, la comisión de tales delitos.

@omarestacio

Distante o “distanciado social” a 50 metros, mínimos, por cada sospechoso de contagio, porque el miedo es libre y la cobardía paga, Vladimir Putin ha recibido de Nicolás Maduro un espaldarazo a su invasión del territorio ucraniano. Ya está visto que las valentías del genocida ruso terminan donde comienza su comprobado pánico a la muerte.

Vía un proyectil calibre COVID-19, por lo pronto, como lo han atestiguado varias imágenes. Nos imaginamos la pataleta ante un posible pelotón de fusilamiento.

En cualquier caso me parece verlo y oírlo todo en la conferencia que sostuvo con su acólito, vía Zoom el martes pasado. Frío. Parco. Torvo. Despectivo. Repitiéndose, en su gutural ruso, una y otra vez, para sus adentros y casi para sus afueras: “¡Vaya tipejo adulante! ¡Desprecio al traidor, pero he de aprovecharme de su traición! Lo que tengo que aguantar para engullir mis apetecidos millones”. Y el otro ahí. Mendicante del reconocimiento, cual lombriz, enroscado en la pantorrilla izquierda o derecha de su mandamás:

– ¿Y qué otra cosa puedo entregarte mi jefe, yo que te he entregado lo mío y lo que no es mío?

Esa es, precisamente, la gran pregunta.

Ayudarlo con unos batallones queda descartado. Está fresca todavía la epopeya del “Dron Magnicida”, avenida Bolívar, Caracas, grito de guerra incluido (“¡Si la sangre huele a… barro, yo estoy herido!”). Además, una cosa es asesinar, torturar, apalear civiles desarmados, mujeres, niños, ancianos, incluidos, y otra exportar esas mismas brigadas de correlones a enfrentar ucranianos bien pertrechados, dispuestos por su honra y libertad a aventurar sus propias vidas. El fuerte contra el débil siempre es débil contra el fuerte.

Además, ¿Paria auxiliando a otro paria? El Súperbigote o el Súperhocico, según sus partidarios o sus detractores, peor que ninguno. Ni siquiera con posibilidad de asomarse para hacer algo parecido a las relaciones públicas, más allá del Aeropuerto Internacional de Maiquetía, porque ¡zas! si no lo agarra el chingo de la Interpol, le pone un par de grilletes el sin nariz del primer cazarrecompensas que merodee por los alrededores.

Total, que a partir de la invasión a Ucrania, la sola comparecencia de todo plenipotenciario del “Carnicero de Moscú” a cualquier asamblea o reunión de personas, decentes aunque sea a medias, basta para que se produzca una estampida por temor de contagio, protesta, asco, vergüenza ajena. O peor, porque el caído o el que está por caer hiede y está comprobado, científicamente, lo premonitorias que resultan tales pestilencias.

Quedaría por ver en qué otras áreas puede ampliarse tal pacto de asistencia recíproca.

Si el señor Putin es todo un maestro en lo de envenenar adversarios políticos (“El veneno es el puñal de las mujerzuelas y de los cobardes”), su colega, en la próxima teleconferencia, desde Caracas, le podría enseñar a título de intercambio varios pasos de “salsa” después de ordenar el ametrallamiento de manifestantes pacíficos. Si el desgobernante ruso es terrófago, cuyas apetencias lo han llevado a declarar una guerra a todas luces criminal, su homólogo de este lado del Atlántico es todo lo contrario.

Quiere decir, que no aguanta dos pedidas de jirones de suelo patrio por parte de faracos, elenos, chinos, iraníes, turcos, rusos, incluidos, y de cuanto bicho de uña que llega del extranjero a ejercer dominio de nuestras riquezas renovables y no renovables.

El desgobernante de Venezuela, en medio del mencionado encuentro vía Zoom se constituyó en fiador, solidario y principal pagador a favor de su homólogo ruso. Que le aproveche. Criminal de guerra y/o de lesa humanidad es no solo el que hala el gatillo o detona un artefacto explosivo. Es todo aquel que colabore, facilite, avale, respalde, la comisión de tales delitos. Los hagiógrafos de villanos como Putin. Sus cómplices. Sus mamporreros. En general, el que contribuya de algún otro modo en tales perpetraciones.

Este humilde cronista por lo único que se restea es por el derecho a la autodeterminación de los pueblos, sin excluir a ninguno. Ya suman 40 Estados, miembros de Naciones Unidas, que han denunciado ante la justicia penal internacional a Putin y a su camarilla. Ha sido un gesto sin precedentes. Nos lacera el sufrimiento del pueblo ucraniano.

Menos mal que en medio de semejante dolor soplan vientos de castigo ejemplar a los culpables de crímenes aberrantes.

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