La Primera Internacional Progresista que abarca a los fracasados integrantes del Foro de Sao Pablo, venido a menos, es un ensayo de los zurdos para rearmarse y no cejar en sus esfuerzos inveterados de subvertir todo aquello que funcione, con sus fallas, en los países occidentales.
La conspiración de los comunistas contra el mundo civilizado que se inició en 1848 con las malas ideas de Marx, nunca descontinuada, se reagrupa bajo actividades maquilladas como si fueran novedades para los no avisados en materia política y engaños de todo tinte. Ahí, los pájaros de multicolor plumaje acostumbrados a transitar el filo de la ley en todas las formas y estilos, y muchas veces a caer en el pozo de irregularidades éticas y morales, trataron temas afines a sus ideas conocidas como liberales y progresistas que no resisten análisis de gente seria.
Una de las cosas que se les ocurrió fue la creación del Grupo de Puebla, supuestamente para promocionar la candidatura presidencial de un diputado mexicano de izquierda -como si no fuera suficiente con el genio conductor actual de esa importante nación- lo cual ya fue debidamente publicitado por los putinistas rusos. ¿Curioso, no? El socialismo del siglo veintiuno pare al nuevo grupo; más de lo mismo.
El cuento viene a colación por los sucesos barbáricos colombianos, chilenos y norteamericanos. El presidente de la nación sureña se dejó jurungar la nariz por los manifestantes que lograron diálogo para una reforma constitucional a su medida. ¿Por qué? El citado país es muy estable desde el punto de vista institucional y legal. ¿Entonces? Es indudable la falta de guáramo para enfrentar los despropósitos de los subversivos vandálicos y chantajistas.
El asunto del individuo muerto no intencionalmente, causado por un policía que se excedió en la fuerza, ha sido un suceso infeliz y casual muy bien aprovechado por los agitadores radicales de la extrema izquierda, quienes están siempre prestos a seguir instrucciones de los propiciadores de la violencia de toda clase para desestabilizar sociedades y gobiernos establecidos según las reglas convencionalmente aceptadas.
No se explica racionalmente la reacción desmedida de la población. No parece que haya sido por un crimen de odio o racista la justificación. Muchas muertes son de blancos, negros, asiáticos y latinos sin levantar ninguna roncha. Si casualmente la víctima hubiera sido blanca, nadie hubiera levantado ni siquiera la voz, mucho menos protestado. Salvo quizás los dolientes o los miembros de su comunidad.
Manifestaciones, caos y anarquía en ciudades distantes y lejanas unas de otra no se comprenden como espontáneas; de manera que debería apuntarse hacia otros motivos y estímulos diferentes a la vesania incontenible de las turbas.
El destrozo de propiedades en general y bienes pertenecientes a todos los sectores de la población no puede constituirse en blanco de supuesta venganza emocional por un hecho aislado y perfectamente identificable. La vida del ser humano es importante social y religiosamente, y guardando el espacio, al igual que la vida, tranquilidad, salud social, mental, emocional y económica de los ciudadanos de un estado.
Parece que las autoridades del país del norte han asimilado la incongruencia de los hechos y han atacado con firmeza y decisión el desbordamiento de focos políticos inclinados a producir zozobra, terror y perturbación.
Aquí entre nosotros ocurren situaciones realmente horrorosas a diario y nadie se inmuta más allá de una vehemencia calculada para no irritar a la dictadura feroz que nos abusa diariamente.