Todavía no tiene 38 años y Diego Matheuz ya es un director consagrado en las mejores salas de conciertos del mundo. Lo conocí cuando era un jovencito -debía estar rondando los veinte años- y era uno de los concertino de la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar. Luego, recuerdo cuando el querido y admirado Maestro José Antonio Abreu lo escogió para darle clases de dirección orquestal. He seguido su trayectoria desde hace muchos años y en mi memoria guardo conciertos memorables, de cuando ya era obvio que su talento musical era fuera de serie. 2011 fue un año especialmente bueno. Su dirección del programa “Todo Schumann”, donde también participó el eximio pianista venezolano Krystian Benítez interpretando el Concierto para Piano y Orquesta en La Menor Op. 54, fue de antología. Ese mismo año dirigió al violonchelista Julian Lloyd Webber en el Concierto para Violoncello y Orquesta en Mi menor, Op. 85 de Edward Elgar, absolutamente sublime y al violinista Nicola Benedetti en su memorable ejecución del Concierto para Violín y Orquesta en Re Mayor, Op. 35 de Piotr Illich Tchaikovsky.
Evoco con alegría sus primeros pininos en la dirección operática, porque mi querida Isabella Abreu, quien hoy es su esposa y madre de sus hijas y en aquel entonces era su novia, me regaló varias grabaciones de las óperas para mi hija Tuti, que es fanática del género. En particular, menciono aquella Traviata en el Centro de Acción Social por la Música en Caracas, donde dirigió a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, a la soprano Eva Mei en el papel de Violetta, al tenor Sergey Romanovsky interpretando a Alfredo y el barítono Gaspar Colón en el rol de Germont, acompañados por el Coro de Opera del Teatro Teresa Carreño y el Coro Sinfónico Juvenil Simón Bolívar, que quedará en los anales de la buena música.
En 2015 recuerdo el homenaje que se le rindió al Maestro Claudio Abbado, otro de sus mentores y grandes influencias, quien había fallecido el año anterior, donde dirigió al violinista italiano Uto Ughi.
Diego Matheuz fue director estable del Teatro La Fenice de Venecia, justamente donde Verdi estrenó La Traviata en 1853, desde 2011 y durante cinco años, aunque desde 2009 era ya director invitado principal de la Orquesta Mozart de Bologna. En agosto de 2013 fue designado director principal invitado de la Orquesta Sinfónica de Melbourne, en Australia. Ha dirigido en muchos de los teatros más importantes del mundo que sería imposible nombrarlos todos aquí. Y en 2021, un año más tarde de lo previsto por la pandemia, abrió con Aída la 98 edición del Festival de Ópera en la Arena de Verona, uno de los cosos operáticos al aire libre más grandes e importantes del mundo, con cinco presentaciones de la ópera de Verdi.
Diego estaba dirigiendo la obra de teatro musical Mass, de Leonard Bernstein, con el coro, cuerpo de baile y la orquesta de la Ópera de Roma, teniendo como escenario las Termas de Caracalla, cuando fue hecha pública la noticia de que a partir de febrero de 2023, el director será también director de la Orquesta de la Academia Seiji Ozawa en Japón.
“Cuando conocí a Diego, entendí por qué Claudio Abbado confiaba tanto en él: una personalidad honesta y sencilla; una pasión por la música, y el compromiso de dedicar tiempo y energía para una mejor música”, escribió Ozawa en la carta de bienvenida que le envió a Matheuz esta semana con motivo del nombramiento.
Ozawa añade: “Lo observé de cerca mientras ensayaba día tras día para formar una orquesta hábil y cohesionada con estudiantes jóvenes pero talentosos, con poca experiencia, y lo más importante: haciendo que cada músico actúe como un solista. (…) El sonido de la orquesta estaba evolucionando. Su enfoque de la música como educación, superpuso mucho al mío. Fue la primera vez que quise intentar confiarle la Orquesta de la Academia a un solo director”.
A Ozawa lo vi muchas veces cuando hacía mi postgrado en Boston, porque él era el director titular de la Boston Symphony y yo era asidua a los conciertos. Por eso puedo hablar con propiedad de su genio y su dominio absoluto de la orquesta, además de su bonhomía. Es un honor que Diego sea la primera persona que el Maestro Ozawa designe como director único de su academia, máxime tomando en cuenta los niveles de excelencia que tienen los japoneses.
Me siento muy feliz por Diego Matheuz porque todos sus logros son producto de un trabajo arduo y continuo. Como le escribí a su esposa Isabella apenas me enteré de la noticia, ¡me siento tan orgullosa como si lo hubiera parido!