@RinconesRosix
Si Occidente denuncia los abusos de China contra los derechos humanos de sus propios ciudadanos, China responde diciendo que Occidente tiene una campaña propagandística en su contra, porque ellos no son tan miserables como los pintan, y que todo el problema es que el mundo desarrollado no soporta el avance del gigante asiático.
Por el otro lado, al mundo democrático le preocupa que sus filosofías políticas y críticas más preciadas están siendo enturbiadas por la presencia de una China autoritaria con una poderosa palanca económica y comercial. Es por esa razón que la política exterior de los países de tradiciones liberales está obligada a dialogar con Beijing, para así crear una franja de tolerancia en medio de esas grandes diferencias.
Después de todo, diría Henry Kissinger en su primer libro sobre China, para ellos lo más importante es que su cultura sea estimada en toda la dimensión que ellos esperan. Un asunto de honor, como también lo es para la contraparte de herederos de Atenas, el conservar el sistema de libertades. De ambos lados hay un orgullo cultural que ciertamente antecede a los juicios sobre cómo cada quien quiere vivir la vida y cómo prefiere gobernarse.
Los chinos se han propuesto responderle a Occidente y han creado medios de comunicación en varios idiomas, con presencia en varios continentes. Está clarísimo que sus objetivos parten de un supuesto sobre la propaganda occidental contra ellos. Partiendo de esa premisa, sus programas de opinión persiguen desprestigiar el discurso de los gobernantes democráticos no alineados con ellos. Han tratado de ser serios y convincentes. La cadena china CGTI, por ejemplo, tiene algunos programas donde invitan a los llamados “pundits” (expertos normalmente invitados a programas de opinión). Sobre ese periodismo se puede decir, reservas aparte con sus preconcepciones, que han intentado un esquema semejante al de las cadenas de televisión de sus pares en Europa y América del Norte. Sin embargo, lo curioso y hasta gracioso para mí es cómo igualmente han adoptado las peores prácticas de manipulación mediática en sus programas tipo sólo para incautos.
Para explicarlo mejor: en estos días vi una entrevista donde la presentadora, una mujer china muy bella con los ojos occidentalizados (quizás por cirugía), aparecía vestida de manera provocativa aunque con cierta clase. Un vestido de cierta clase. Ya por allí sabemos cuál va a ser “el marco” del mensaje. En esa ocasión, la agraciada periodista conversaba con un joven “investigador” inglés con nombres españoles, sobre cómo en sus inquisiciones él pudo demostrar que todo el discurso occidental sobre la China actual era falso. Siguió el invitando diciendo que él se fue a pasar una temporada en ese país y que se había encontrado con que nada de eso era cierto y etcétera. A todas estas, nunca se supo para cuál entidad trabajaba el investigador, sobre sus antecedentes y no se dieron detalles sobre ninguno de sus trabajos. Nada que corroborar. Supongo que con tantas distracciones visuales a la audiencia se le debe haber pasado por alto que no tenía referencia de ningún escrito del invitado.
Me pareció ser un estudiante. En el mejor de los casos, podía ser un investigador de maestría o un doctorado, y de ser así, ¿por qué no haberlo dicho? No está mal entrevistar a un novato, ellos también poseen herramientas. Sin embargo, el mismo hecho de ocultarlo revela mala fe.
Los chinos están haciendo un esfuerzo por convertirse en un poder del discurso. Pero no sé si alguna vez su periodismo podrá producir un debate abierto, donde los trapos sucios de lado y lado salgan como se acostumbra en una mentalidad valoradora de la crítica. Lo veo difícil. Sin embargo, allí están, y por ahora no se debe descartar nada.