Era natural que el repentino fallecimiento del padre Francisco José Virtuoso, s.j., rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), la semana pasada, despertara conmoción en su propio recinto, en la comunidad universitaria nacional, en los factores económicos, políticos y sociales, pero sorprende que en el caso de nuestro estado Bolívar -a veces tan inerme y distante- impactara con fuerza su muerte, y sobre todo en sectores alejados de la universidad, el mundo de los jesuitas o los discursos de la actividad política.
Sin embargo fue de este modo, y es una demostración de la relevancia del discurso de Virtuoso en el alma colectiva de cuantos siguen atentos a la esperanza de un cambio de calidad para Venezuela y del empeño por la educación superior -fuente de aspiraciones juveniles- conectada con necesidades de la nación y con manifestaciones globales. Pero, ¿en qué consistió el mensaje, para el nexo especial con la región, que explica su fecunda labor y entristece su deceso?
Con el respeto del caso a un tema con mayores elementos, queremos considerarlo desde el esfuerzo local que percibimos al impulso del Plan País (evento en auditórium Constanza Verolini de la UCAB), y además a una breve conversación personal sostenida con el padre, a mediados de enero de 2020, durante la presentación del Plan Estratégico de la UCAB. Si hay un aspecto urgido por la opinión pública y la población del estado Bolívar, igual que el resto de Venezuela, pero tal vez aquí con mayor ahínco, es el impulso a las ideas, las propuestas sostenidas sin vanidades o complacencias. Es el cultivo de inquietudes paseadas por los distinto sectores (el rector fallecido no se inhibió de ir a Ciudad Bolívar a intercambiar con la sociedad civil) que permita enfocar la esperanza en acciones, en las herramientas para nuevos caminos de superación de la sociedad, sus instituciones y su cultura de desarrollo.
Esto lo trasmitió muy bien Virtuoso y permeó en una población escéptica, condicionada del pragmatismo emanado de la cultura industrial y con una de las más maniobreras y superficiales clase política. ¿Es subjetiva nuestra apreciación? Los lineamientos del Plan País en una coyuntura que parecía propicia para infringir derrotas importantes al modelo totalitario que hoy se consolida, destaca precisiones y emociones (que citamos de El reto con dignidad. Esperanza, rebeldía y movilización. Francisco José Virtuoso, s.j., Lisbeth Del Valle Mora Sánchez. Coordinación Editorial. 2018): “Recuperar nuestros sueños colectivos a través de la construcción de un horizonte compartido del país, que nos dirija y movilice en torno al futuro que deseamos y avizoramos como posible. Fortalecer nuestra capacidad de participación a través de la innovación y el emprendimiento social, exigiendo nuestros derechos. Fortalecer la consistencia de nuestro tejido social. Creemos que estos componentes son los pilares básicos para la gestación de un nuevo pacto social. Construirlo es asunto de vida o muerte”.
Breve intercambio
Aquel día de la presentación del Plan Estratégico de la Universidad, en Ciudad Guayana, con las autoridades caraqueñas como voceros, me ubiqué en la última fila de sillas ordenadas en el salón, siempre asomado a la curiosidad de entender, aunque fuese someramente, las líneas académicas y administrativas en coyuntura de cerco pronunciado a las instituciones públicas de educación superior, y con necesidad de elevar los atractivos a una institución de corte privado. En eso andaba cuando el rector José Virtuoso se sentó a mi lado (entiendo que venía de visitar la Casa Barandy, núcleo comunitario en Bella Vista, San Félix, que coordina la Dirección de Extensión Social Universitaria de la UCAB Guayana).
Al finalizar las exposiciones no perdí oportunidad de inquirir su opinión en la perspectiva del Plan País y del Frente Amplio Venezuela Libre que integraba, sobre el rol de las organizaciones políticas, particularmente en la región. Me permitió, escuchando con suma atención, mis aprehensiones sobre las dirigencias partidistas, los vínculos con el régimen en el estado Bolívar, y la desestimación de estos a las ideas, la innovación y el encuentro con las realidades que se conforman en Guayana. Nunca hubo un gesto alejado de la prudencia, algún signo que delatara extrañeza, contradicción o asentimiento. Más que una respuesta hizo un comentario que no le entendí del todo, pero que proyectaba -creo- esas acrobacias inexplicables de la política, algo como: “es extraño, si en nuestros tiempos de jóvenes universitarios quienes éramos de izquierda nos enfrentábamos hasta con empujones a los militantes adecos y copeyanos”. Se echó a reír, nos tomamos una foto, me dio una palmada y fue a encontrarse con el resto de los que habían sido ponentes esa mañana.
Hoy, sabiendo lo que significó para la Universidad Católica Andrés Bello, para la educación superior y para los sueños y proyectos libertarios de Venezuela, invoco sentimientos, parafraseando a Horacio Guarany, con su tema interpretado por Mercedes Sosa, Si se calla el cantor, que suena con solvencia en Si se calla el rector…
“Que no calle el cantor / Porque el silencio/ Cobarde/ apaña la maldad que oprime/ No saben los cantores de agachadas/ No callaran jamás / De frente al crimen”.