Alterado, inquieto y rebelde es su arte, como lo fue él, Alexis Sequini, quien junto a la indagación del movimiento, resultante de su exploración como artista plástico, propició la concurrencia de dos o más fuerzas en diverso sentido, acaso la de los ríos de esta ciudad que le cobijó, acaso la fuerza de la amistad que nos ofreció a quienes con él compartimos.
Pocos, incluyéndome, fuimos conociéndolo con el tiempo, o tuvimos esa ilusión, ya que incluso su versátil trayectoria la fuimos descubriendo poco a poco… y así, Sequini te contaba por ejemplo, que esto era como cuando estaba en el taller de Luis Guevara Moreno o Régulo Pérez o Alirio Rodríguez, y así descubrías que cursó arte puro desde los 13 años en la Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas de Caracas, y otros nombres surgían… Manuel Quintana Castillo, Virgilio Trompiz, Gabriel Bracho, Pedro León Castro, Ramón Vásquez Brito, Pedro Briceño, Claudio Rodríguez, Pedro León Zapata, Jaen, Nedo y Campanella… y me lo imagino jovencito aprendiendo sobre litografía, grabado, fundición, mural y vitrales.
En la ocasión de su exposición individual en la Sala de Arte Sidor supe no solo de sus estudios de Cine y Fotografía en la Escuela del Ateneo de Caracas, sino de su trabajo en obras como El Pez que Fuma, de Chalbaud, y ¡qué nota, Alexis, yo que siempre quise hacer cine…! Y Archivo Galión, y los documentales para Cadafe o los cortometrajes sobre artesanía para Evenar y del cortometraje sobre la Remodelación del Teatro Municipal de Caracas.
Alexis y las fotos para el catálogo de tus obras… y nos reímos, fue casi un insulto, ya que también como fotógrafo fue destacada su labor para el Ballet Nuevo Mundo de Caracas, en la cobertura de los diversos festivales internacionales de teatro de Europa, el de Oporto, Sitgnes, Reinnes, Madrid, Barcelona, París, Milano y Verona. Igualmente se desempeñó en la fotografía publicitaria e industrial.
El próximo encuentro fue para amanecer, literalmente. Montse Morillo en el sofá, dormida… Mamá saliendo del cuarto y nosotros cotorra y cotorra… Ya me lo habían advertido pero con él, el tiempo se te iba de las manos… y el libro tal, buenísimo; o el relato aquel, y entiendes lo que es hablar-pensar acerca de la inmortalidad del cangrejo, ja, ja, ja.
Al tiempo, empiezan las fallas de materiales para que los artistas pudieran desarrollar sus obras y brinca el amigo: vamos a dar un taller para todos… y se convoca, no quedaba silla vacía y me rindo… confieso que su experiencia va más allá de lo que se puede transcribir en un papel… y la receta parecía un conjuro, una fórmula mágica con la que se pretende realizar los sustitutos… y le pones cola de caballo a esto, o si no consigues esto preparas con esto otro, aquello. No entendí mucho pero fue efectivo para quienes sí captaron su esencia y muchos artistas lograron sustituir pigmentos, o preparar sus propios lienzos. Y allí también sumó amigos.
Como amigos dejó a lo largo de su vida, como aquél cuyo nombre aún recordaba que en la callecita detrás de -ya no sé dónde-, en Verona, Italia, le preparaba tal pigmento…y así, cuando viajé a Italia… vine cargada de tintes, colorantes, anilinas… teñiduras.
Y es que el alma queda matizada… iluminada con los recuerdos, los fragmentos, con su hecho estético, que fue espacio para celebrar la vida y la variedad bien ordenada de líneas de las que la fracción de la figura sale del claroscuro o de la abstracta composición de la que surgió la instalación Sobre Movimientos que se exhibe de forma permanente en las instalaciones foráneas de la Sala de Arte Sidor o aquella que a pulso, por su capacidad, es La Puerta del edificio sede de la otrora CVG Edelca.
Han transcurrido unos días, un compás en la sonata que se detiene por tiempo indefinido en la memoria, en la talla, en el trazo que ha sido mi encuentro contigo, en la consolidación de tu continuo movimiento.
¡Gracias, Alexis!