jueves, 28 marzo 2024
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Santiago de León de Caracas, ¡como es!

La historia no puede ni debe cambiarse. Lo que debe es aprenderse de ella. Intentar convertir en héroes a los vencidos, en libertadores a quienes fueron esclavos, en santos a quienes fueron asesinos no puede servir sino para propósitos muy viles de quienes aúpan esos cambios.

@cjaimesb

Sí… sé que puede ser una maniobra de distracción lo del cambio del escudo, del himno y la bandera de Caracas. No será la primera ni la última vez que el régimen apela a este tipo de acciones. Pero, aunque sea una distracción, ¡va a quedar! Y si va quedando, la gente se va olvidando. Como dijo Gabriel García Márquez, “la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido”. Lo que muere es lo que se olvida. Y nos estamos olvidando hasta de nuestra pequeña identidad. Además, alguien debe estarse lucrando groseramente de lo que significan esos cambios. Quizás hasta ésa pudiera ser la razón de mayor peso para hacerlo…

Como si fuera poco, los estudios de historia cada vez están más mermados en Venezuela, pues desde el día uno de Chávez en el poder, cambiar la historia para contarla a su manera, fue una prioridad.

En 1560, Francisco Fajardo, uno de los primeros mestizos de estas tierras, para más señas conquistador como su padre español e hijo de Isabel, una india caraca hermana del cacique Naiguatá, salió de El Tocuyo con gente y ganado para iniciar la conquista de la región central del país, que los caribes tenían azotada. Fundó una especie de hacienda en el valle del río Guaire para que los productos que allí se cosecharan y los animales que se criaran sirvieran de sustento para los otros conquistadores. Muy cerca de ese hato, el capitán Rodríguez Suárez fundó el pueblo de San Francisco: esa fusión del hato de Fajardo con el pueblo de Rodríguez Suárez fue usada como base por Diego de Losada en 1567 para fundar la ciudad a la que dio el nombre de “Santiago de León de Caracas”. No es una historia épica, aunque ciertamente fueron hombres muy valientes quienes se entregaron a la conquista de estas tierras. Obviamente los movían intereses crematísticos, muy parecidos, por cierto, a los de los “revolucionarios” que ahora inscriben en el nuevo escudo de Caracas la fecha en que comenzó su pillaje y su latrocinio.

La historia no puede ni debe cambiarse. Lo que debe es aprenderse de ella. Intentar convertir en héroes a los vencidos, en libertadores a quienes fueron esclavos, en santos a quienes fueron asesinos no puede servir sino para propósitos muy viles de quienes aúpan esos cambios.

Si se lo que se quisiera fuera honrar a la ciudad, deberían empezar por procurar que sus habitantes tengan los servicios básicos: agua potable, electricidad, limpieza y recolección de desechos, servicios médicos, escuelas y centros comunitarios. Luego seguir con el mantenimiento de vías de comunicación y medios de transporte, labores de embellecimiento (léase bien, EM-BE—LLE-CI-MIEN-TO), no esos esperpentos que han construido en varias partes de la ciudad, como el indio Guaicaipuro en la autopista que honraba a Fajardo, la pirámide rosada de Juan Barreto, el enorme condón de la Plaza San Jacinto, la india Apacuana con sus tetas de silicona y otra sarta de horrores.

“Caracas no necesita que reescriban su historia, sino que se construya una más incluyente y armónica”, escribió sobre este mismo tema Guillermo Ramos Flammerich. Por lo pronto, como antídoto para el olvido y la manipulación histórica, propongo usar de ahora en adelante el nombre completo de nuestra ciudad “Santiago de León de Caracas” y reproducir nuestro verdadero escudo, el del glorioso león. A mí no me representa ni el indígena sojuzgado y palúdico, ni el negro esclavizado, mucho menos, el Bolívar del chavismo.