Desestabilizar tiranías es una obligación de todo aquel que crea en y respete la libertad, no sólo la suya sino la del género humano en cualquier tiempo y lugar. Por lo cual resulta incomprensible que “personalidades e intelectuales” se erijan en defensores a ultranza de déspotas, dictadores, autócratas de variado pelaje izquierdoso. Esta casta roja -pluricultural, multiétnica, humanista, feminista y demás monsergas- jamás levanta la voz cuando los tristes pueblos, que sobreviven pisados por la bota engorilada de sus amigos son vulnerados, hambreados, aplastados, encarcelados y asesinados por sus altos panas en el poder.
Por eso cuando ese pueblo sale, tímidamente, a la calle en busca de algún aire libertario, se desata la represión más brutal y encarnizada en su contra, y se culpabiliza al enemigo exterior, porque irrespetan y desconocen hasta la capacidad de lucha que despierta en esas poblaciones sometidas y escarnecidas. De inmediato, también, se activan las solidaridades automáticas que manifiestan su apoyo irrestricto al sátrapa amado frente al atrevimiento de aquel pueblo que sale a bregar por su vida.
Quizás el modelo que siguen los linajudos filotiránicos -y siempre abajo firmantes- es el del premio nobel de literatura Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, alias Pablo Neruda, quien recibió plenos poderes de Stalin. Que lo convirtió en embajador plenipotenciario del comunismo soviético para todo el mundo-mundial. Esa distinción del genocida georgiano fue lo mejor y lo más grande que le pasó al chileno. Ese que dio muestras de una selectiva sensibilidad comunista cuando abandonó a su primera esposa en España y a su hija hidrocefálica. A la que llamó Malva Marina, y que fue objeto de las burlas del tierno y delicado padre-poeta, tal como está documentado.
Quién podría imaginar que los más crueles dictadores contarían con la complicidad e incondicionalidad de pensadores, escritores, creadores, académicos, políticos, artistas y demás fauna socialcomunista. A aquellos poco les importa el prolongado sufrimiento de pueblos como el cubano, que acumula casi 63 años de martirio, hambre, dolor, represión, encarcelamientos, exclusión y muerte. Parafraseando al principito: el dolor infinito y lacerante de los cubanos es invisible a los ojos y al alma de estas rojas y muy particulares sensibilidades.
Su hiperestesia es siniestra y sólo ven, amorosamente, al zurdo poderoso: lo defienden, se prosternan, lo adulan, lo veneran, y no existe pleitesía que no le rindan por más humillante que esta sea. Su adoración es perpetua y hasta el crimen más cruel lo aprecian como un acto magnánimo y, en todo caso, el único recurso que le dejan al sátrapa-pitcher para defender su revolución socialcomunista de la que tanto se benefician.
Lisonjeros y cortesanos, no tienen escrúpulos al apadrinar y promover a crápulas, ignorantes, iletrados, asesinos, corruptos, corruptores y mafiosos en el poder. Para lo cual no dudan en rentabilizar su “prestigio” y su talento, ese que monetizan y exprimen para mantener el estilo de vida propio de la izquierda caviar. Ejemplos sobran: Baltazar Garzón el exjuez prevaricador, JL Rodríguez Zapatero, el argentino Pérez Esquivel, Rigoberta Menchú y la casta socialista y podemita española, desde Pablo Iglesias, pasando por Juan Carlos Monedero hasta llegar a Carolina Bescansa.
Vamos a hablar claro, todos estos vividores y “pensadores” filotiránicos cobran en dólares o en euros. No reciben monedas nacionales, como tampoco lo hacen los funcionarios del régimen cubano. Esos que tienen años chuleándonos mediante todo tipo de exacción en forma de asesorías, talleres pedagógicos, congresos internacionales y otros eventos. Claro, ahora que son dueños de lo que queda de Venezuela, no necesitan andar inventado pendejadas para apoderarse de los dólares que les pertenecen.
Lo saqueado a Venezuela ha servido para que la dinastía cubana disfrute a cuerpo de rey, mientras el pueblo cubano es un simple reo de la tiranía. Porque Cuba es una isla-cárcel donde la hambruna azota la triste vida de sus habitantes, que sobreviven en medio de una infamante miseria colectiva y de la más brutal represión, que impone formas viles y degradantes de esclavitud. Generaciones de cubanos han sido sometidos y silenciados durante más de 6 décadas, pero parece que se cansaron y decidieron enfrentar esa feroz tiranía. Por eso el lunes 15 de noviembre fue -con marcha o sin marcha- en un momento axial: porque un pueblo esclavizado inicia su rebelión contra sus verdugos, bederres, esbirros y vigoleros de rigurosa ideología comunista.
Agridulces
Las venezolanas, víctimas de la violencia, sufren también la indiferencia y la inacción de un Estado, al que le importa muy poco el dolor y la tragedia de las mujeres. Esas que sostienen la familia mientras enfrentan privaciones, escasez y todo tipo de precariedades.